Contemplar el Amor
Fr.
, OCD | Muchas veces me preguntan: ¿qué es eso de la oración de contemplación?, ¿es para todos? Y respondo con firmeza que es una historia de amor del hombre con Dios. La persona se siente amada y se abre al amor desbordante de Dios. Y eso no queda reservado para curas y monjas, como algunos piensan, sino que es una vivencia abierta para todo fiel cristiano que siente la llamada de amar y dejarse amar por Dios. Otra cosa es que lleguemos a la intimidad que cambia el modo de vida de aquel que hace de su existencia pura contemplación.Santa Teresa de Jesús nos define con mucha finura este modo de oración: “Tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama” (Vida 8,5). Así lo podemos entender dicho de otro modo: es una amistad entre dos personas que se aman en la que hay que dejar otras compañías y dedicar tiempo a entablar diálogo frecuente con quien más nos quiere y espera.
Pero vamos a ir más adentro en la espesura. Vamos a buscar al Amado y no sólo al Amado, sino al Padre del Amado y Padre nuestro. Es el buen Dios Padre que tanto amor nos tiene y por eso nos envía al Hijo, para que descubramos lo que nos espera cuando estemos cara a cara con el Amor de los amores además de ser alentados por el fuego que derrama sobre nosotros el Espíritu Santo en esos momentos.
Si lo buscamos es porque hay un deseo. La búsqueda no nace sola, brota de un deseo del corazón que nos desborda y nos hace salir fuera de nosotros para darnos cuenta en qué lugar del camino espiritual nos encontramos: el deseo de Dios.
Entonces nos damos cuenta que partimos de una base: la fe. Sin fe no podemos empezar a buscar. ¿Por qué? Pues porque no tenemos ese deseo de ir al encuentro con Cristo hombre que nos muestra la grandeza del mismo Dios en su misma persona. Es la fe pura que nos hace nacer de Él y vivir en Él, en Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre que nos da la vida eterna.
También podemos meditar, pero no nos distraigamos, pongamos la mirada en Dios hecho carne. Mirémosle en la cueva de Belén, en el río Jordán, en las bodas de Caná, en los caminos de Galilea, en el lago de Tiberíades, en las calles de Jerusalén, en la subida al monte Calvario, en la Cruz y al final en su gloriosa Resurrección.
Esto es contemplar, dejar nuestra vida puesta en Dios en una escena que nos llena por dentro de amor, muchas veces, no vale con un día de vez en cuando, sino con mucha frecuencia, si se puede todos los días, estemos solo con Él y dejémonos amar por el Dios humanado que nos abre su corazón para que aprendamos de modo vivo, práctico y provechoso la grandeza de la oración contemplativa.