Que hable el corazón

Velas

Fr. Rafael Pascual Elías, OCD | En la oración descubrimos la grandeza del diálogo entre Dios y el hombre. Dios con su Palabra nos habla al corazón, y nosotros con nuestra mente o nuestra boca nos dirigimos a Él. Lo importante es el modo de hacerlo. ¿Cómo se encuentra nuestro corazón?

Si rezamos de memoria, por rutina, el corazón no habla, sino solo la boca. Tiene que hablar el corazón por medio de la boca o lo que es más, el alma del orante directamente con Quien le ama de verdad. A eso tenemos que llegar. Según crecemos en la vida espiritual la oración vocal nos tienen que abrir la puerta al encuentro total con el Dios hecho carne.

Santa Teresa de Jesús lo tiene muy claro, la oración vocal nos lleva a la oración mental. Rezar con pausa y sabiendo lo que se dice, a quién se dice y cómo se dice es una base elemental para orar de verdad. Si rezamos de este modo el Padrenuestro o el Avemaría todo cambia, no somos nosotros, sino que hay diálogo entre nuestro Padre o nuestra Madre cada vez que abrimos nuestro ser y decimos: “Padre nuestro, no nos dejes caer en la tentación, dame tu mano” o “Madre mía, llena eres de gracia, ayúdame a vivir en gracia”. Esto es rezar, abrir el corazón y dejar que se explaye con calma, con fuerza, con pureza para que así sea la persona la que se dirige al gran Dios que acoge esta oración hecha con sinceridad y verdadero amor, o la Madre que espera que sus hijos le digan que le quieren, o los santos que siempre están dispuestos a llevar ante el trono de la Gloria la oración de aquellos que todavía caminamos en este mundo.

Dejemos que el Espíritu Santo nos ayude en esta tarea, El es quien entra hasta el fondo del alma como luz divina e ilumina nuestro interior. En unión con las tres Divinas Personas y la Madre de Dios nada nos falta para penetrar de lleno en la transformación de nuestra vida cuando hacemos de la oración vocal una unión plena en el amor. Vamos, dejemos que hable el corazón, no sólo la boca y hagamos también silencio. Ahí encontramos la respuesta, como nos enseña Santa Teresa de Jesús: “¿Pensáis que está callado? Aunque no le oímos, bien habla al corazón cuando le pedimos de corazón” (Camino de perfección 24,5).

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