¡Qué de santos tenemos en el cielo!
| Cuando nos acercamos a un santo, normalmente es para pedirle alguna gracia o agradecerle el favor recibido por medio de su intercesión. Ellos son modelos con su vida, sus escritos y la vivencia que se actualiza cada vez que oramos con su ayuda. La vida de todos los santos tiene su fundamento en la oración; de ellos podemos aprender a llevar una vida de oración que no sólo queda reflejada en las biografías, sino sobre todo en los escritos que nos han dejado para que con la lectura atenta y reposada de los mismos nos sea más fácil y atractivo el camino hacia Dios por medio de la oración. Y no queda en algo del pasado porque se actualiza cada vez que los invocamos.
Esto nace de la realidad celestial en que se encuentran: contemplan a Dios, lo alaban y no cesan de cuidar y proteger a los que todavía peregrinamos por este mundo terreno. Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos, de santos que viven en el cielo y no pueden olvidar a los que necesitan su ayuda para crecer en virtud y ser cada día más fieles al seguimiento de Cristo y con la fuerza del Espíritu Santo crecer hasta alcanzar la gloria del Padre de la que ya gozan ellos.
Su intercesión ante el mismo Dios con el que están unidos es lo más importante, beneficioso y fructífero en nuestra vida de oración. Orar ante un santo, ya sea junto a una imagen o cerca de su sepulcro nos pone en contacto con Dios. Hablamos a Dios por medio de aquel santo al que prestamos especial veneración.
A la hora de invocar a los santos no debemos ser egoístas, hay que pedirles gracias no sólo para nosotros, sino para el mundo entero, para que todos podamos alcanzar esa gloria celeste a la que aspiramos llegar si vivimos en la presencia de Dios día a día, como cualquier santo patrón de nuestros pueblos y ciudades. La lista es interminable. Cada cual que aprenda de aquel con el que más identificado se vea o con el que más cercanía espiritual mantenga por el motivo que sea. Lo importante es orar sabiendo que nuestras plegarias son llevadas ante Dios por esos santos que interceden por nosotros y a los que tenemos que imitar como nos invita una gran santa, Teresa de Jesús: “¡Qué de santos tenemos en el cielo que trajeron este hábito! Tomemos una santa presunción, con el favor de Dios, de ser nosotros como ellos. Poco durará la batalla y el fin es eterno” (Santa Teresa de Jesús, Fundaciones 29,33).