No pido más que le miréis

Varón de Dolores (Albert Bouts)

Guillermo Camino Beazcua, Presbítero y Profesor de Historia del Arte

Nos adentramos en este segundo artículo, desde esta sección Una Imagen para orar en Agua Viva en la segunda de las moradas del Castillo Interior[1]. Unas moradas fácilmente habitables para quienes se inician en la aventura apasionante de orar, y a la vez, unas moradas recurrentes para quienes lo han hecho y se hallan progresando en el camino hacia la interioridad. Son estas moradas, más un hall de acceso, o espacio de tránsito entre moradas, pues estando en sí en el interior, comunican espacios más densos, y sirven así mismo, como lugar de retorno durante la sequedad.

En esta morada Teresa nos sugiere el camino de oración que pretendemos haceros cercano de esta sección: orar con imágenes. En el inicio de su itinerario de oración Teresa tenía dificultades para poner rostro a su imagen mental de Cristo, animada por la Devotio Moderna, buscaba poner su atención en una imagen del Señor para aprender de sus sentimientos: “Procuraba lo más que podía traer a Jesucristo, nuestro bien y Señor, dentro de mí presente, y ésta era mi manera de orar. Si pensaba en algún paso, le representaba en lo interior… pero como Dios no me dio entendimiento no aprovecharme con la imaginación, que la tengo tan torpe… nunca acababa”. (V 4.7)

Ya que nadie hemos visto a Jesús en su humanidad terrena, no podemos tener de él imagen sensorial como del resto de las personas, a quienes podemos imaginar y así evocando hacerlas presentes. Por eso Teresa habla del bien que hacen las buenas imágenes cristianas, pues ellas no ayudan a crear la imagen interior que nos hacemos del Señor. “Yo sólo podía pensar en Cristo como hombre, sin poder representarlo en mí por más que leía de su hermosura. Me ocurría como al ciego que sabiendo que está con alguien no puede conocerlo… por eso era tan amiga de usar imágenes para poder conocerlo”. (V 9.6)

Para superar esta dificultad, Teresa fue coleccionando imágenes de Cristo, en forma de estampas en un inicio, dípticos y tablas posteriormente. Nos acompaña en esta ocasión esta singular tabla de Albert Bouts, custodiada en el Carmelo de Burgos, su última fundación, y que según la Beata Ana de san Bartolomé, puede asemejarse a las que la Santa llevaba consigo en numerosas fundaciones para su oración personal. Teresa utilizaría también imágenes más sencillas, sin requerir el valor artístico o histórico de este ejemplo, pero su belleza… a cualquiera complace.

Y lo mismo que Teresa utilizaba temas iconográficos recurrentes, en su oración; su modo de orar ha originado nuevos temas iconográficos, como su contemplación del Resucitado, del Ecce Homo, del Cristo atado a la Columna, o al Niño Dios. Muchas de las secuencias de la vida espiritual de Teresa han originado tipos iconográficos, y temas que tuvieron una gran difusión con ocasión de su beatificación y canonización y que harán que los principales artistas del XVII asumieran temas teresianos, desde Rubens a Bernini, de Gregorio Fernández a Pedro de Mena, desde Alonso Cano a Tiépolo… pues la propia imagen orante de Teresa, se ha convertido para nosotros, en un camino de oración. Recomiendo en este año teresiano que os acerquéis a las exposiciones teresianas que repartidas por toda geografía nacional, nos transmiten su mensaje. En Castilla hemos podido conocer ya en Medina: El Encuentro, y en estos momentos la ciudad de Valladolid acoge una exposición sobre la presencia de la Santa en la provincia, y el anuncio de “Maestra de Oración” en Ávila y Alba va calando en nuestra sociedad cultural.

LA “SACRATÍSIMA HUMANIDAD” DE CRISTO

La fe en Jesús esclareció el resto de la revelación, conocer el Misterio de Cristo aclara el Misterio Trinitario, la identidad de la Iglesia, la esperanza y la vida del creyente. Teresa conoció desde su experiencia esta realidad, pero no elaboró una interpretación personal, sólo dejó que Cristo le revelara el misterio de Dios, conforme a la Palabra joánica (M. 2, 11).

En Jesús descubrimos cómo Dios nos sale al encuentro, nos llama a seguirlo y vivir su imitación. La experiencia orante tiene como objetivo asimilarse a este Señor. Desde la imitación del Hombre Jesús y su imitación, vamos conociendo a la Divinidad: “Con tan buen amigo presente, con tan buen capitán que se puso en lo primero en padecer, todo se puede sufrir. Él ayuda y da esfuerzo, nunca falta; es amigo verdadero. Y veo yo claro, y he visto después, que para contentar a Dios y que nos haga sus mercedes, quiere que sea por manos de esta Humanidad sacratísima, en quien dijo Su Majestad se deleita… He visto claro que por esta puerta hemos de entrar, si queremos nos muestre la Soberana Majestad grandes secretos.” (V 22.6) Esa sacratísima Humanidad para Teresa encuentra su Plenitud en su Humanidad Crucificada-Resucitada, el verdadero hombre, el ECCE HOMO.

En este sentido, Santa Teresa entiende la lógica de la revelación del misterio de Cristo en el N.T. desde la luz de la Pascua. La Cristología desde el “fin” va aclarando toda la vida del Señor, como manifiesta al Papa Benedicto XVI, la luz de la Pascua ilumina la noche de Belén.

El ejercicio de oración de meditación para Santa Teresa, se reduce como método a tres momentos: la introducción, la meditación evangélica y el silencio amoroso de mirar y dejarse mirar. Así una meditación sobre cualquier pasaje evangélico, no se queda sólo en ese momento de la vida de Cristo, pues siempre es Él en su misterio personal. “Si nunca le miramos ni consideramos lo que le debemos y la muerte que pasó por nosotros, no sé cómo le podemos conocer ni hacer obras en su servicio; porque la fe sin ellas y sin ir llegadas al valor de los merecimientos de Jesucristo, bien nuestro, ¿qué valor pueden tener? ¿Ni quién nos despertará a amar a este Señor?” (M 2.1.11)

Santa Teresa recomienda en este segundo nivel, mantener este modo de orar para llegar a conocer los misterios de la vida de Cristo. Quizá un hermoso ejemplo sea el que refiere a la contemplación de la imagen de Cristo atado a la Columna, un tema que nos ocupará en sucesivo artículo.

Santa Teresa

UNA ORACIÓN TRANSFORMANTE

Sin duda, Teresa afirma, que la oración cambia al sujeto orante, que lo transforma. Las segundas moradas nos sitúan en el crecimiento en la virtud, sabiendo que en el fondo, es un don de Dios, pero es un signo de tener trato asiduo con Él. El mismo Señor nos ayudará muy pronto y tomará las riendas en el combate, pero quiere que cuando podamos, pongamos todo de nuestra parte, (C 8.1) “y venga lo que venga, siga adelante”.

La oración de estas segundas moradas, es una oración de unión, para ir aprendiendo de tal alto modelo que es Cristo. Ello exige tres virtudes principales: perseverancia, amor y desasimiento. La constancia en la oración, a pesar de las trepas del enemigo, es necesaria para el crecimiento en la virtud, sabiendo que la humildad es la principal de todas las virtudes. Este crecimiento en la virtud por el camino de la oración, va configurando a la persona, como el atleta o el deportista, por el entrenamiento. La vida, siendo normal, como antes, se va cargando de sentido. Bien podemos considerar que este proceso, lejos de ser inmediato y breve, es un proceso que Dios va guiando entre días y noches, veranos e inviernos, consolaciones y desolaciones, luz y sombras, tabores y gólgotas.

UNA IMAGEN PARA ORAR

Orar ante la imagen, que reproducimos, nos lleva a orar como pudo hacer Santa Teresa en tantas ocasiones. Es como una reliquia orante, orar con la mirada de Teresa. El Carmelo teresiano conserva esta obra fruto de una donación hecha posiblemente a mediados del S. XIX. Tuve la suerte de poder conocerla hace doce años con ocasión del montaje del ámbito teresiano que se dedicó en la Edición de las Edades del Hombre, Testigos, en Ávila. Por entonces, no era una obra muy conocida en los ámbitos culturales. El profesor belga Lavallege, lo dio a conocer en 1958, y Eloísa Bermejo lo incluyó en su estudio sobre Albert Bouts en 1982. La ocasión de ser estudiada en las semanas anteriores a su exposición me permitió interiorizar esta obra. Su formato cercano al modo de un icono clásico, nos posibilita mirarlo como un espejo, no deja de ser un tríptico, las hojas laterales llevan una inscripción posterior laudatoria a las Sagradas Llagas.

El rostro de Cristo, aparece engrandecido por las manos abiertas de Cristo. En coherencia con lo que hemos ido comentado, esta imagen es una imagen de Cristo resucitado, pero al modo de Teresa, “muy llagado” es decir un Cristo que es memoria de la Cruz. Las llagas, no son heridas, sino salud, focos que irradian su Divina Misericordia.

El humanismo de Cristo no queda velado, pues los signos de la Pasión siguen manifiestos en su rostro, la mirada de Cristo tiene una cierta melancolía del dolor recién superado y de la muerte que vencida, ha dejado su huella en el vencedor. Un Cristo atemporal e intemporal. Un Cristo, ciervo herido, que nos interroga con su mirada, mas nos bendice en su poder misericordioso.

Con ocasión del IV Centenario de la muerte de Santa Teresa, se hicieron cantábiles estos versos que hilados formaron este himno al Cristo Amigo. En el V Centenario del nacimiento, es época de renovar su mensaje:

Cristo, Cristo amigo y compañero
a solas con tu amistad,
se hace corto el sendero largo, de la soledad.
Amigos fuertes amigos, el amor que así os consuela,
venid a cantad conmigo que el corazón se me vuela.
Canta conmigo hermano,
canta a la tierra cogidos de la mano no te detengas,
canta conmigo hermano, canta a los aires
Cogidos de la mano sigue adelante.

Cristo camino vida y verdad
quiero marchar contigo siempre vivir tu verdad,
las obras son el amigo,
las promesas son del viento;
El amigo esta contigo las palabras en el tiempo.
Canta conmigo hermano, canta a la tierra
cogidos de la mano no te detengas,
canta a los aires cogidos de la mano sigue adelante.


[1] Seguiremos citando bajo la forma V al Libro de la Vida, y C para Camino de Perfección, M Castillo Interior

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