La ternura: revolución de los abuelos
, Diácono permanente | Hace apenas unas décadas cuando una persona llegaba a los 65 años y se jubilaba, su esperanza de vida era más bien corta. Y esa jubilación en la mayoría de las ocasiones, conllevaba una vida sin obligaciones, o en el peor de los casos una existencia sin ningún tipo de actividad. Con esa edad la persona era considerada mayor. Pero era respetada tanto por la sociedad como por la familia. Con el paso de los años, las personas mayores, han ido perdiendo ese respeto y admiración por parte de la sociedad actual. Hoy, sumidos en la creencia de que la juventud tiene una duración ilimitada, parece que estorban, que no tienen cabida en nuestro mundo, como si no pudieran aportar nada. Además, gracias entre otras razones a los avances farmacológicos la duración de la vida se ha alargado, de tal manera que España es uno de los países del mundo donde sus ciudadanos viven mejor y más años. De hecho, a nadie sorprende que vivamos más cien años. Hecho que parece irritar a algunas personas.
El Papa Francisco con motivo de la celebración de la II Jornada Mundial de los Abuelos y de los Ancianos, que se celebrará próximo 24 de julio, ha publicado un mensaje dirigido precisamente a nuestros mayores.
Ya el año 2013 durante la festividad de San Joaquín y Santa Ana (26 de julio) en la Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro, insistió en el tema de la solidaridad entre generaciones, y resaltó la importancia de los abuelos en la vida de las familias. Aseguró que los abuelos son el buen vino de la sociedad y se dirigió a ellos con estas palabras:
“Podemos ser como el buen vino, que cuando envejece mejora: ¡está más bueno! El vino malo se convierte en vinagre. Podemos envejecer en sabiduría para transmitir la sabiduría. Y no creer que la historia termina con nosotros porque ni siquiera ha comenzado con nosotros: la historia continua. Y así nos da un poco de humildad para poder ser eslabón de la cadena. Los abuelos son importantes en la vida de la familia para comunicar ese patrimonio de humanidad y fe que es esencial para cualquier comunidad.”
Esta vez el Papa se dirige directamente a ellos, a nuestros Abuelos y a nuestros Ancianos y les insta a que sigan dando fruto. Este es precisamente el tema de esta Jornada “En la vejez seguirán dando fruto”. Donde les anima a que sean el verdadero “evangelio” en medio del mundo actual. Un mundo en el que la ancianidad parece dar miedo y es considerada como una enfermedad, con la que es mejor no entrar en contacto. Una gran parte de nuestra sociedad ve con buenos ojos que es mejor que los ancianos estén lejos, recluidos en centros especiales con otros ancianos. Como si ocultando esta realidad, parece que no existieran. Esta actitud es la que el Papa Francisco llama “cultura del descarte”, en la que alejando a los más débiles nos hace sentir más seguros. Nada más lejos de la realidad. La riqueza que aportan nuestros mayores (algún día llegaremos todos, si Dios lo tiene a bien) a la familia y me atrevo a asegurar que, a toda la sociedad, es impagable. Su experiencia vital aporta un patrimonio insustituible. Y depende de todos nosotros, y más concretamente de la familia cuidar de esa bendición que son nuestros mayores. Y como afirma el Papa: ¡Bendita la familia que cuida de un anciano! ¡Bendita la familia que honra a sus abuelos!
Pero no podemos obviar que la ancianidad no es una etapa fácil de la vida. Es posible que después del largo camino de la vida al llegar a ella no estemos preparados, y con la aparición de las arrugas, de la pérdida de movilidad, la merma de nuestra vitalidad y la aparición de enfermedades, aboquen a un vivir sin ilusión. Como si por el hecho de tener cierta edad no se pudiera dar frutos. Nada más lejos de la realidad. El Papa Francisco insta a nuestros Abuelos – Ancianos a estar activos, pero no sólo en la vida diaria en relación con el mundo exterior, sino desde el punto de vista espiritual, aprendiendo a llevar una ancianidad activa, cultivando la vida interior por medio de la lectura asidua de la Palabra de Dios, la oración cotidiana, la práctica de los sacramentos y la participación en la liturgia. Es importante la relación con la familia, los hijos y nietos, los amigos, pero no se puede olvidar la relación con Dios.
El Papa Francisco en su mensaje encomienda una nueva misión a los ancianos en la que les invita a mirar hacia el futuro: “La sensibilidad especial de nosotros los ancianos, de la edad anciana por las atenciones, los pensamientos y los afectos que nos hacen más humanos, debería volver a ser una vocación para muchos. Y será una elección de amor de los ancianos hacia las nuevas generaciones”. Es lo que Francisco llama la revolución de la ternura.
Son los abuelos quienes han vivido tiempos de guerras, de penuria, de hambre. En los últimos años son ellos los que más han sentido el azote de epidemia del COVID19, y a pesar de todo, siempre están ahí cuando se les necesita. Sacando fuerzas de donde no las tienen, cuidando de los nietos, trasmitiendo su ternura con ellos. ¿Quién no ha pasado por las rodillas de abuelo o de la abuela? ¿Quién no ha sentido ese amor especial cuando su mano acariciaba nuestro rostro? La palabra que define todos estos sentimientos es: ternura. Tengamos pues un recuerdo para nuestros abuelos y abuelas el próximo 24 de julio y roguemos a Dios que seamos beneficiarios de esa revolución de su ternura y seamos capaces de recoger esos frutos que cada día nos regalan con su presencia.