¿Cuál es tu foco esta Navidad?
| Ya, a uno de diciembre, nuestras miradas están puestas en la Navidad, una festividad que, a menudo, se vuelve simplemente costumbre o tradición. Sin duda, gran parte de su sentido de ser se debe al pasado, a lo que sucedió: al recuerdo de que Dios se hizo carne entre nosotros. Sin embargo, para nosotros, que creemos en un Dios vivo, no tendría sentido quedarnos en esta conmemoración, pues sigue haciéndose presente renovando nuestra vida HOY y cada día de este Adviento de 2022. En este tiempo de preparación, como en Cuaresma, no se reza el Gloria, lo que nos indica que nos falta algo para que nuestra vida sea completa: el Nacimiento real de Cristo en nosotros.
Es importante tener presente que Él no viene como cuando quedamos en grupo para salir, donde siempre hablamos más con unos que con otros, sino que experimenta un encuentro INDIVIDUAL con cada uno de nosotros. Él nace en nuestra vida concreta, en una vida de caos y dificultades, no pide falsas alegrías ni recibimientos barrocos, sino que en medio del escándalo de estos días, le hagamos un hueco en nuestra intimidad y, a partir de ese encuentro, lo expresemos como nos salga del corazón, pues debemos tener en cuenta que cada uno siente de una manera el plan de Dios. Este nos genera una esperanza de futuro, una ilusión de que con Él todo será distinto, y no porque no vaya a haber problemas, sino porque a su lado quedan renovadas nuestras fuerzas. Sin embargo, ¿por qué esperamos al 1 de enero para empezar a luchar por nuestros propósitos? ¿No nos damos cuenta de que Dios hace nuevas todas las cosas (Apocalipsis 21, 5) cada día que nosotros le dejamos?
Esta es una teoría preciosa y plena, pero bien sabemos que nuestra vida no es tan ideal. Llegan Nochebuena, Navidad y Nochevieja, y nos distraemos con la nostalgia de lo que ya no es como antes, con lo que ponernos, el local donde quedar, la comida o los amigos. Todo esto es genial, ¿cómo va a rechazar que disfrutemos quien nos creó para que fuéramos felices? Acordémonos del domingo de Gaudete (el tercer domingo de Adviento), ¡es una fiesta de ALEGRÍA! En esta espera, Dios solo quiere que seamos felices, simplemente hay que tener bien puesto el foco para que esa alegría no se convierta en pesadilla el 1 de enero, pues la que viene de Dios y luego se comparte implica un bienestar interior que nos llena, pero la alegría que empieza en el mundo acaba en él.
Hablando de celebraciones señaladas… ¿hemos pensado ya en nuestra carta de Reyes? Sin duda, esto despierta gran ilusión, sobre todo entre los más pequeños. Yo soy de las que se lleva mucho tiempo antes preguntando: «¿qué quieres para Navidad?». Y sí, digo para Navidad porque la ilusión de que nos traigan lo que queremos dura todo este tiempo, independientemente de si lo que pedimos llega el 25 de diciembre, el 5 o el 6 de enero. Después, sucede a menudo que lo que nos traen no lo utilizamos tanto después de que nos lo regalen, lo que es para reflexionar… Sí, la ilusión que provoca parece ser más duradera que lo material.
Esto contradice la idea que últimamente yo repetía: «no pueden traerme lo que quiero». Al contrario, ellos vienen para que en nosotros nazca lo que queremos. Así, esta tradición se mantiene porque la grandeza de esta fiesta es la ilusión, la esperanza, el amor. El otro día hablaba con mis amigos sobre qué cambió cuando empezamos a ser pajes y, sin duda, el cambio fue el foco. Ya no brillan nuestros ojos por los regalos, ya brillan los días de antes y los de después por la ilusión que desprendemos y por la que los demás nos generan. Ya nos llena mucho más tratar de investigar que le gustaría a los demás y profundizar en ellos, y después mirar sus caras de sorpresa, alegría o agradecimiento. Sin necesidad de grandes obsequios, el mayor de ellos es que los Reyes Magos siguen viniendo cargados de ilusión y esperanza a adorar al Niño de Belén que en nosotros nace. Adorémosle nosotros también, queridos lectores, y dejemos que Él sea el foco más duradero y el origen de todo lo demás. ¡Feliz Adviento y Navidad a todos!