Cristo, esperanza nuestra
| La esperanza en Dios no confunde, porque la caridad divina se ha difundido en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado. Esa espera se expresará en oración, porque esperamos en la ayuda de Jesucristo. Esperamos en esa ayuda que hemos de pedir. Por eso, hablamos que Cristo es esperanza nuestra.
Jesús es quien lleva adelante la realidad de su obra de salvación en cada uno de nosotros, con verdadero compromiso, con verdadero empeño. Esa es la esperanza, nuestra salvación, la salvación del mundo. Un mundo más justo para todos o eso podemos esperar, aunque no tenemos la certeza de hasta qué punto se conseguirá, porque el Señor nos dice que cuando Él venga encontrará a pocos que tengan fe.
Esa esperanza, objeto de nuestra petición, ha de realizarse con la ayuda de Jesucristo. También incluye una realización política. Son elementos que constituyen el programa de la humanidad, siempre que arranquen de un corazón cristiano, porque allí es donde se encuentran las esperanzas terrestres. Ahora bien, tengamos esto bien claro: la esperanza nos lleva a la oración.
Lo que es objeto de la esperanza en el sentido cristiano, es siempre objeto de la oración. Se espera de lo que humanamente desesperamos de obtener. Es la frase de un teólogo reciente. Frase que merece una matización. Quiere decir esto: la esperanza cristiana comienza donde termina la esperanza humana. Es decir, esperamos cristianamente lo que humanamente no esperamos obtener, porque no tenemos capacidad para logarlo y no sería razonable esperarlo.
Lo que humanamente no podríamos obtener, humanamente no lo podemos esperar. En este sentido, desistimos de obtenerlo. Por eso, debemos poner la esperanza en Dios y no en los medios humanos, lo cual no se ha de interpretar como un rechazo o desestima hacia los mismos. La cuestión está en no poner el descanso del corazón en esos medios, ni nuestra seguridad, sino colocarlos en actitud esperante de la gracia de Dios que actúa, que es la que lo realizará. En ese juego tan difícil está la obra creadora de Dios, con la colaboración del hombre.