Hágase tu voluntad
| Tuvo que ser impresionante la experiencia vivida por los discípulos cuando oyeron por primera vez a su Maestro orar al Padre de ese modo nuevo que ha quedado para siempre entre nosotros: el Padrenuestro. ¡Cómo escucharían la voz de Jesús! ¡Cuántas gracias le darían por enseñarles a rezar! ¡Con qué ardor enseñarían a su vez esta preciosa oración vocal a los que tenían cercan! No nos damos cuenta de la importancia de la voz y la oración de Cristo nuestro Maestro: penetrante, serena, pacificadora.
El Padrenuestro lo hemos orado infinidad de veces en nuestra vida y en muchas ocasiones junto a nuestros padres, maestros y compañeros de camino. Termina este año 2018 y a lo largo de estos meses hemos perdido a grandes padres, maestros y compañeros de camino. Sí, me ha tocado muy de cerca el paso de este mundo al otro de tres de ellos: P. Mendizábal, P. Eulogio Pacho y P. Tomás Álvarez. Para mí lo han sido y para muchos de los lectores también. Tres grandes enamorados de Cristo desde la unión con un santo especial cada uno: San Ignacio de Loyola, San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús respectivamente.
Nunca podré olvidar su voz, cada una distinta, pero las tres llenas de la presencia de Dios, de ese amor inmenso a Dios ejercitado a lo largo de su casi centenaria vida. Cuántas gracias daba a Dios mientras estaba con ellos, sobre todo, con P. Eulogio y P. Tomás con los que tuve la dicha de convivir en una etapa preciosa de la vida: los momentos previos y posteriores a la ordenación sacerdotal. Con el P. Mendizábal sólo tuve un encuentro que me marcó y corroboró que era de esa misma talla de los grandes maestros como estos dos carmelitas. Ahora que han sido llamados a la vida verdadera no dejo de dar gracias a Dios por su palabra, por sus enseñanzas, por su cercanía, por su apoyo, pero sobre todo porque he aprendido de ellos a abandonarme de verdad en Dios, como lo hacían esos grandes santos del s. XVI. Han sido esos grandes maestros que con su vida, su enseñanza y su amor han marcado el camino de la oración de mucha gente.
Rezar despacio el Padrenuestro es una oración que nos ha de llenar a todos, más aún si hemos orado junto a alguien que con el corazón en la mano, en los últimos momentos de su vida, te dice: “yo ya estoy esperando, ya tengo mi trabajo hecho y ofrecido, cuando Dios quiera que me llame”. Entonces uno aprende a rezar de verdad y decir desde el corazón, ahora él solo, pero con la compañía especial del padre, maestro y compañero de camino: “hágase tu voluntad en la tierra como el cielo”.