El Seminario
, Director espiritual del Seminario Diocesano de Valladolid
Queridos amigos de “Agua Viva”. Me piden que escriba sobre el Seminario y la vocación y agradezco de corazón que hayan tenido esta iniciativa de dar a conocer la realidad del Seminario, pues en muchas diócesis desconocen su existencia, o piensan que son instituciones de tiempos pasados. Así alguna vez me ha ocurrido cuando me preguntan dónde estoy ejerciendo el ministerio sacerdotal y les digo que en el Seminario, no es raro escuchar estas expresiones: “¿El Seminario? ¿Todavía existe eso? ¿Qué es un Seminario?”; y el que más o menos sabe lo que es, también suele exclamar: “¡Ah, pero… ¿es que todavía hay seminaristas?!”
Recientemente un sacerdote nos contaba que había estado celebrando en una parroquia distinta a la suya, una misa con niños. Iba acompañado de unos seminaristas y les quiso hablar a los niños sobre el Seminario. En la homilía les preguntó a los niños si alguno sabía lo que era un Seminario, y… ninguno lo sabía. A veces uno se pregunta si la gente pensará que los sacerdotes caen improvisadamente del cielo, o creen que a uno le da por ser cura y ya está todo hecho, o… ¡quién sabe! Cuando uno percibe esta “ignorancia” sobre algo tan importante para una diócesis como es el Seminario, se da cuenta de lo grave de la situación, de la descristianización de nuestra sociedad, de la falta de formación. Por eso doy gracias a “Agua Viva” por este interés de hacer llegar a todos sus lectores esta realidad tan importantísima para la vida de una Diócesis y para toda la Iglesia, y hacer caer en la cuenta de la necesidad de rezar por los seminarios, sus formadores y seminaristas, y por el aumento de las vocaciones sacerdotales.
Lo primero que quisiera decir es: “¿qué es un Seminario?”. Para entender lo que es, nos puede ayudar lo que dice Código de Derecho Canónico (n.232) donde podemos leer: “La Iglesia tiene el deber, y el derecho propio y exclusivo, de formar a aquellos que se destinan a los ministerios sagrados”. Y un poco más adelante dice que el Seminario Mayor es el “lugar óptimo de formación sacerdotal y el ambiente normal, incluso material, de una vida comunitaria”. Así podemos entender el Seminario como el lugar donde los jóvenes que desean acceder al sacerdocio encuentran el medio adecuado para el cuidado y seguimiento de la propia vocación, para el equilibrado desarrollo de su personalidad humana, para la conveniente formación espiritual y doctrinal y para la necesaria instrucción pastoral.
Esta definición está muy condensada, son palabras sacadas de un documento de la Conferencia Episcopal Española, el “plan de formación de Seminarios”. Pero poco a poco lo iremos desentrañando y saboreando en próximos artículos de Agua Viva. En este primer artículo baste entresacar de lo dicho que los Seminarios son algo muy importante para cualquier Diócesis, pues ahí se forman los futuros sacerdotes que atenderán las necesidades del pueblo de Dios. Si no hubiera Seminario significaría que no hay vocaciones, y por lo tanto no habrá sacerdotes, los fieles se quedarán sin atención espiritual, no tendríamos los sacramentos que sólo los sacerdotes, y nadie más que ellos, nos pueden ofrecer: la Eucaristía y la Reconciliación, el perdón de los pecados.
El Concilio Vaticano II pedía a los sacerdotes considerar el Seminario como el corazón de la Diócesis. No sólo los sacerdotes, sino todos debemos ver en el Seminario el corazón de nuestras Diócesis. Y el corazón hemos de cuidarlo, pues sin corazón no hay vida. Si el corazón humano se para, el cuerpo muere. Si el Seminario muere, la Diócesis, tarde o temprano, muere.
Entonces, ¿qué podemos hacer para cuidar este “corazón” tan importante? Os propongo lo siguiente:
- rezar, rezar mucho, pedir al Señor por el Seminario,
- encomendar a los formadores para que sean santos y formen a los futuros sacerdotes según pide la Iglesia,
- cuidar con nuestra oración a los seminaristas que ya están en proceso de formación, para que sean dóciles, obedientes, dispuestos y entregados del todo a la voluntad de Dios, y lleguen a ser pastores según el Corazón de Cristo,
- y sobre todo, “bombardear” a Dios con nuestras oraciones pidiendo que llame a muchos jóvenes a seguir a Cristo en el camino sacerdotal; pidiendo con la confianza puesta en Él, que nos prometió que lo que pidamos al Padre en su Nombre, nos lo concederá, y porque Él mismo nos alentó a pedir obreros para la mies.