Don de Consejo (III)
Mons.
, Obispo de San Sebastián | Del don de consejo, en la Tradición de la Iglesia, se ha derivado el llamado ‘discernimiento de espíritu’. En la iglesia primitiva y en el monacato de los primeros siglos fue poco a poco elaborándose lo que se llama discernimiento de espíritu. Con este concepto se quiere significar las luces que nos da este don de consejo, es decir, cómo vamos discerniendo la voluntad de Dios. Muchos maestros monacales fueron haciendo reglas de discernimiento de espíritu hasta llegar a San Ignacio que recoge todas las reglas de discernimiento con la conciencia muy clara de lo importante que es ir viendo por donde sopla el Señor y cómo ilumina nuestro camino.
Un ejemplo
En cualquier caso conviene señalar que el don de consejo muchas veces actúa no solamente en iluminación directa hacia nosotros sino con la mediación de otras personas. El don de consejo se te puede dar directamente para que tú tengas la capacidad resolutiva en un tema en el que quieres ver qué querrá Dios de ti, o te puede estar aconsejando a través de otra persona, a través de una mediación por la cual el Señor te aconseja a ti.
Claro ejemplo es el caso de Santa Teresa de Jesús. Ella tenía ese don de consejo por el doble camino pues recibió muchas luces del Señor en las que le hablaba en su corazón y le manifestaba su voluntad, pero ella tenía la costumbre de someter sus asuntos más íntimos a los confesores. En caso de conflicto entre lo que ella intuía que el Señor le pedía en concreto y lo que el confesor le aconsejaba, ella se atenía siempre a la mediación del confesor o del consejero. Ella decía: “¡cuidado porque yo puedo ser engañada si me dejo llevar por las luces o de lo que yo creo haber intuido de lo que el Señor me dice en directo sin de alguna manera comprobarlo, autentificarlo a través del director espiritual o del confesor!” Ella siempre quería que las luces directas que el Señor le daba fuesen de alguna manera comprobadas a través del consejo del director espiritual. Este fue siempre su proceder y le fue bien. Es verdad que ha habido otros santos que no han tenido ese trato tan grande de dirección espiritual como tuvo Santa Teresa de Jesús con sus confesores, pero es cierto también que ella tuvo que hacer muchas fundaciones y por eso parece lógico que buscase más consejeros y pidiese más opiniones. Es, por tanto, un matiz importante que el don de consejo se puede recibir directamente o a través de un consejero.
En consecuencia también hay que decir que el don de consejo puede servirnos para iluminarnos en nuestra propia conducta o también para iluminar a otras personas que Dios nos ha confiado. Puede haber un consejo para ti mismo o también un consejo para dárselo a los demás. El don de consejo tiene que ser pedido también, tiene que ser procurado pues como todo don es gratuito. Como su propio nombre lo indica es un don, un regalo, pero es verdad que ante ese regalo puede uno estar bien dispuesto para recibirlo o puede tener ciertas dificultades que casi le incapaciten para ello.
Disposiciones para recibir este don. 5 Consejos concretos:
1º) La oración continua “pedid y se os dará”, vivir en presencia de Dios: de esta manera procuramos pensar, discernir, hablar y orar conforme a Dios. Es mucho más fácil que el Señor te aconseje si vives en su presencia que si tú vives en presencia de tus propios pensamientos y de tus propios líos mentales. Es claro que si vives en su presencia, si en todo momento estas dejándote llevar por Dios, es más fácil que te aconseje.
2º) Abnegación o mortificación de los propios apegos: apegos desordenados, apegos en mi forma de entender, mi juicio, mi conducta, mi relación, mis actitudes… Son ‘cabezonerías’ personales en los que uno no admite que me toquen esto, que me toquen lo otro. Si uno no tiene mortificación de esos apegos personales es muy difícil que el Señor le pueda dar el don de consejo. Son apegos consentidos cuando alguien tiene un apego, por ejemplo, a su manera de descansar, de divertirse, de gastar el dinero, tiene un apego a sus amistades, en lo otro en lo más allá. Si una persona tiene así, apegos consentidos, ¡a ver como el Señor le da el don de consejo!
3º) Vivir mucho la virtud de la humildad porque la virtud de la humildad nos libra de imprudencias, de prisas, de miedos, de temeridades y además a uno le hace tener conciencia de hasta qué punto necesita el consejo de Dios. La virtud de la humildad es lo contrario de la temeridad, es muy importante que uno sea humilde y que así se disponga a recibir el don de consejo.
4º) Leer vida de santos porque si uno se familiariza con la vida de los santos pues ve de qué manera está actuando el don de consejo en ellos, ve cual es la lógica divina en los demás, cuales son los caminos de Dios y va viendo cual es el estilo de Dios, de hacer en el prójimo; es decir se connaturaliza, se acostumbra a lo divino, a ver como el Espíritu Santo actúa en los santos y entonces se va familiarizando con la lógica de Dios, de manera que después no le resulta escandalosa la propia cruz, que no le parezca una locura como dice la Escritura. Y si uno ve las vidas de los santos, se familiariza con ella pues va viendo cual es la lógica del actuar de Dios. Y de la misma manera, cuando el Señor le ilumina no le parece tan raro porque ha visto como ha iluminado a los demás. Que importante es esto: que leamos vidas de santos, que nos familiaricemos con sus vidas.
Y por último, el 5º) Vivir la virtud de la obediencia porque si no sabes obedecer, ¿cómo el Señor te va a dar el don de consejo? La obediencia frena el espíritu soberbio que es totalmente incompatible con el don de consejo. Es impensable que el Espíritu Santo actúe en el que esta de una manera soberbia resistiendo, desoyendo al Magisterio Apostólico, menospreciando la disciplina eclesial, actuando a escondidas de sus superiores o en contra de ellos y luego que se pretenda tener el don de consejo. ¡Es absurdo! A veces se escucha por ahí que algunas personas se revelan ante la autoridad de la Iglesia, ante sus superiores y pretenden hacer en el nombre de un espíritu profético –que el espíritu profético les inspira a ellos–, para revelarse y para ser desobedientes. Dicen: “hay que hacer un gesto profético atrevido”. Pero eso se llama pretender canonizar tu soberbia llamándolo espíritu profético. ¡Esto es el colmo, pretender bautizar y canonizar nuestra propia soberbia! El Espíritu Santo no sopla soberbia, el Espíritu Santo asiste a los humildes y da el don de consejo a los humildes.
Por lo tanto, estos son los 5 campos que tenemos que trabajar, 5 caminos concretos para disponernos a recibir el don de consejo: la oración continua, la abnegación de nuestros apegos, la humildad, leer vidas de santos y practicar la virtud de la obediencia.