El corazón abierto a la oración
, Ex director Nacional del APOR | Junto a la pureza de corazón está el recogimiento de los sentidos, que no significa el no uso de ellos, sino el no ser esclavo de la dispersión de los mismos. Los sentidos no deben encontrar su saciedad según su instinto espontáneo en las criaturas. Deben ser empleados por nosotros en el auténtico servicio al Señor.
También es necesaria la abnegación, porque la oración no es una asignatura divida del resto del día. A lo largo del día y de nuestra vida, vivida en la presencia de Dios, tenemos que negar continuamente lo que es la prevalencia de nuestro propio juicio independiente. Es lo que se llama abnegación, que no es lo mismo que mortificación. Significa no tomarse a sí mismo como norma suprema del propio comportamiento, sino conformar ese comportamiento al agrado y voluntad de Dios.
Hay que añadir, asimismo, la caridad, porque es muy importante. La gran reparación de la oración es la caridad, en el grado en la cual el Señor nos la concede. No podemos tener el grado supremo de la caridad, pero sí esa caridad que el Señor ya nos ha concedido y que hemos de poner en práctica, respecto a todos aquellos que encontramos en nuestro camino. Y dentro de esta caridad, como la experiencia espiritual lo recuerda, la gran disposición fundamental para la oración es el perdón de las injurias y ofensas. Muchas veces no hay entrada verdadera a la oración por falta de pureza de corazón, del perdón de las ofensas. El corazón está demasiado resentido. Guarda rencor deliberadamente. No ha perdonado de verdad y creo que es el mayor obstáculo de la vida de oración.
Estas son condiciones para una vida. No para una preparación inmediata de la oración que voy a hacer, fijándome en las condiciones psicológicas de la actividad que va a tener mi inteligencia, sino en lo que se refiere al corazón abierto a Dios. Mientras no esté puro, no está abierto. En la medida en la que hay en él esas impurezas está cerrado a Dios. No deja paso a la acción de Dios. Y ahora yo puedo pensar lo que quiera, pero no será esa oración de que hablábamos, ese estar abierto al encuentro con Dios.
Con esta disposición o, al menos, con los deseos de obtenerla es como nos acercamos a la preparación próxima. Es posible que yo no encuentre esta preparación, no la tenga todavía o no llegue a esa pureza de corazón que deseo y entonces la oración puede ser un elemento de purificación. Pero no llegaré a entrar en ella, no llegaré al encuentro con Dios, a ese encuentro profundo, mientras no vaya preparando mi corazón en la purificación. Y, por lo tanto, será más de petición, más de llamada a la puerta y de solicitación al Señor para que quiera ayudarme a purificar el corazón, con el encuentro correspondiente a esa actitud suplicante y humilde, que se aprovecha de su propia impureza para presentarla ante Dios.