Corazón de Jesús, formado por el Espíritu Santo en el seno de la Virgen Madre

Capilla de la Casa de Encuentros Cristianos de Capiago (Como-Italia)
| Desde la eternidad que contemplábamos en la anterior letanía rezamos ahora a quien ha dado el salto de gigante del cielo a la tierra. «Mayor salto hay del cielo a la tierra en la Encarnación, que de la encarnación a la cruz» (Luis de Góngora). Del seno del Padre sin madre al seno de la Virgen Madre sin padre.
Dios respeta las reglas que ha escrito en la creación: un hombre debe nacer fruto del amor. Por eso, Cristo nace del amor de una madre y de otro amor proporcionado a su dignidad de Dios, el Espíritu Santo persona-Amor en la Trinidad. El corazón divino-humano de Jesús tiene en el origen de su generación como hombre tanto el amor humano de María como el Amor divino del Espíritu: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti… El Santo que va a nacer…» (Lc 1,35). En la misma línea lo que Mateo recoge dicho a José por el ángel: «José, hijo de David, no temas recibir a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados» (Mt 1,20-21).
Así se comprende que el ser de Cristo sea todo amor. Dios-amor lo envía: «Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo unigénito» (Jn 3,16) Y el motivo de ese envío no fue la condenación de la humanidad, sino la redención: «Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él» (Jn 3,17).
Cristo baja del cielo: «Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del Hombre» (Jn 3,13). Esa «bajada» es un salir del seno del Padre por a mor al encuentro de la humanidad, en la concreción irrepetible de cada persona humana: «Salí del Padre y vine al mundo» (Jn 16,28). En esta «salida» ve la Iglesia la preexistencia eterna de Cristo y su divinidad. Cristo lo confirma: «Habéis creído que yo he salido de Dios» (Jn 16,27). Comenta san Agustín al respecto: «Porque así salió del Padre, al venir al mundo, de modo que no dejó al Padre, no por esto debe parecernos increíble… Porque salió del Padre, porque procede del Padre; vino al mundo, porque manifestó al mundo su cuerpo que tomó de la Virgen» (PL 35,1898s).
De la concepción sobrenatural en el seno de María parte todo el desarrollo progresivo del organismo humano de Cristo: su Corazón se forma y late como origen de su naturaleza humana, y como símbolo y sede de toda su actividad intelectiva, volitiva y afectiva de cara al Padre y en relación a los hombres.
«La vida de Cristo ha sido puesta enteramente bajo el signo del Espíritu… Es el Espíritu quien dirige los pasos de Jesús… María colaboró con Él como madre y educadora…En el Corazón de Cristo brilla la obra admirable del Espíritu Santo. En él se hallan también los reflejos del corazón de María» (San Juan Pablo II, Ángelus 2-VII-1989).