Confiar en el Sagrado Corazón

Sagrado Corazón de Jesús
Fotografía: Lawrence OP (Flickr)

Fr. Rafael Pascual Elías, OCD | Entramos en el mes del Sagrado Corazón y nuestro corazón tiene que ponerse ante Él, a sus pies, en adoración, alabanza y agradecimiento por todo lo que nos regala siempre. Vivir unidos al Sagrado Corazón cambia la vida por completo. Lo dice uno que lo ha experimentado en primera persona y es testigo de la transformación que viven aquellos que dan ese paso en su vida y lo comentan con su director espiritual. En esta vivencia la oración es la clave. Ponerse en manos de Dios con el corazón abierto y en oración.

Esta actitud nos ayuda a superar muchos problemas en nuestra vida de oración. La confianza. Sólo la confianza es la que nos lleva al amor. Cuanto más confiamos en Dios, mejor y más provechosa es la oración. Vivir en confianza ante el Sagrado Corazón nos lanza a pedirle lo que necesita nuestra alma. Y no sólo pedirle por uno mismo, sino también por otros. Llevar a la oración nuestra vida y otras vidas da mucha fuerza. Es unirse a esas personas por las que pedimos algo y esperamos en el Sagrado Corazón. Abrir nuestro corazón a todos para que todos descubran la grandeza del Corazón de Dios que ama sin medida.

A veces nuestra oración parece que no es escuchada porque no llega la respuesta o si llega no es lo que hemos pedido. No pasa nada. Siempre es escuchada y siempre es eficaz. Aunque no tengamos el fruto deseado sí que hemos hecho lo que alegra al Sagrado Corazón, ponernos a sus pies con todo nuestro amor para amarle, confiar en Él y dejar que nos llene de sus gracias.

Como siempre, si acudimos a la escuela de oración del Carmelo Descalzo, tendremos una gran ayuda. Santa Teresita es doctora universal en este tema de la oración y de la confianza. Leer sus escritos es meternos de lleno en la experiencia viva de un corazón orante que confía como pocos en el Sagrado Corazón. Leamos a Teresita y oremos con esos párrafos que nos muestran la grandeza de Dios cuando damos el paso firme de confiar en Él. Todo cambiará. Lo he dicho al principio y lo vuelvo a decir. Ver cómo un alma crece por dentro en confianza al Corazón de Jesús es algo impresionante, es uno de esos regalos que recibimos los sacerdotes al abrir nuestro corazón a esos corazones que quieren crecer en vida interior, es un contemplar cómo es el amor de Dios, es… verse como Teresita, pequeña, casi invisible, pero llena de amor de Dios y con ganas, con muchas ganas de amar a Dios y entregarle la vida por puro amor.

Todo esto nos lo deja por escrito en una de sus poesías. Se presenta como el átomo del Sagrado Corazón. ¿Cómo nos acercamos al Corazón de Dios, como grandes orantes o como pequeños átomos que sólo buscan ser su delicia? ¿Estamos siempre, de noche y de día, cerca del Sagrado Corazón? ¿Nos acercamos cada día al copón donde nos espera el Amor? ¿Nos despertamos bajo la mirada de unos ojos que manan amor divino? ¿Sentimos el fuego abrasador al contemplar el Corazón de Jesús? ¿Escuchamos esa voz del Verdadero Amigo? ¿Damos la mano al que siempre está pendiente de nosotros? ¿Descansamos junto al Pastor Bueno? ¿Saboreamos el espectáculo de amor escondido en el tabernáculo? ¿Somos capaces de dejar todo por ese Corazón vivo? ¿Nos dejaríamos abrasar en su amor como los mártires de los tiempos antiguos? Si respondemos de modo afirmativo a estas cuestiones, estamos preparados para esa transformación que quiere hacer el Sagrado Corazón en nuestra vida al confiar de modo pleno en Él. Ahora nos queda lo más importante: leer, rezar y hacer nuestros los versos de Santa Teresita dedicados al Sagrado Corazón:

«Tu átomo, divino Corazón,
te regala su vida.
Eso es su paz y su felicidad,
Señor, ser tu delicia».

«Estoy a tu puerta
de noche y de día;
tu gracia me impulsa:
¡viva tu Amor, viva…!»

«Esconde tu gloria
y mi nido ponme
en el copón santo
de día y de noche.»

«Tu ala, oh maravilla,
hace mi escondite;
cuando me despierto,
Jesús, tú sonríes…»

«Tu mirada enciende
mi único amor;
consume mi alma,
fuego abrasador.»

«Tu voz me arrebata
con tanto cariño,
y es tu corazón
mi mejor amigo.»

«Tu mano consuela y
sirve de apoyo.
Al alma que gime
tú le das socorro.»

«De toda fatiga
consuela mi pecho.
Y de todo pródigo
sé tú el Pastor bueno.»

«¡Oh, dulce espectáculo,
prodigio de amor!
En el tabernáculo
estoy siempre yo.»

«Ya libre del mundo,
sin ningún apoyo,
tu gracia me inunda,
¡mi amigo y mi todo…!»

«¡Qué dulce martirio!,
el amor me abrasa;
¡Jesús, por ti aliento
todas mis jornadas…!»

(El átomo del Sagrado Corazón, Poema 15).

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