Cara a cara
Fr.
, OCD | La oración de contemplación se puede entender mucho mejor si la unimos a la celebración del sacrificio de la eucaristía. Contemplar es contemplar el misterio de la santa misa; todo lo que tiene lugar en ese momento clave de nuestra jornada diaria o semanal. Nos unidos a Dios, el Sagrado Corazón penetra en nuestro corazón y ahí entra en juego la contemplación.La oración de contemplación, llevar una vida de contemplación o lo que es lo mismo, contemplar a Dios en la misa, es una vivencia que desborda nuestra propia existencia y nos saca de nosotros para introducirnos en el misterio que se celebra. La contemplación es recoger nuestro corazón, nuestra persona y nuestro ser más íntimo bajo la presencia viva, real y efectiva de Dios Espíritu Santo que nos remueve las entrañas para entrar más adentro de nosotros mismos y descubrir que en lo más profundo, en lo más secreto habita el Rey del castillo. Está vivo dentro de nosotros para darnos vida en abundancia. Es un Rey eterno, resucitado y glorioso el que reina en nuestra alma.
Es también un camino de fe para despertar en cada persona la presencia del que ha resucitado y espera que estemos con Él, siempre nos espera, tenemos que ir hacia el Resucitado y quitarnos todo lo que nos oculta nuestra propia realidad. ¡Cuántas máscaras llevamos ante Dios y no hacemos más que engañarnos a nosotros mismos! A Dios hay que ir directos, cara a cara, como Moisés en el Antiguo Testamento y los apóstoles en el Evangelio o como los santos de hace siglos y los de nuestros días. Dios quiere vernos tal cual somos; y si no nos mostramos con naturalidad y sinceridad sino que nos ocultamos detrás de otras apariencias no entramos en nuestro más profundo centro sino todo lo contrario, salimos cada vez más al exterior al tener capas y capas que nos alejan de nuestro interior más secreto y nos impiden procurar una vida en la que podamos contemplar a Dios.
Entonces, al buscar a Dios sin máscara alguna, nuestro corazón se dirige al Corazón de Jesús y nos ofrecemos, nos ponemos en sus manos, como esa ofrenda que tiene lugar en cada eucaristía. Es ofrecernos del todo, para que una vez que hayamos sido purificados y transformados dentro del Corazón del Hijo podamos ser una ofrenda agradable al Padre. Esto es rezar, esto es contemplar, esto es dejarse arrastrar por el Espíritu Santo para entrar en nuestro corazón, encontrarnos con Cristo y ser elevados por esas manos gloriosas del mismo Sumo y Eterno Sacerdote para alcanzar la unión con el Padre y ser así santos que buscan a Dios, que rezan, que contemplan el misterio hecho vida de todo un Dios que habita entre nosotros y sólo, si contemplamos de corazón, seremos capaces de deleitarnos ante una procesión del Corpus única en nuestra vida al no poder salir a la calle este año para adorarlo en espíritu y verdad, sino en nuestra habitación, cara a cara, y dando gloria al que espera el encuentro verdadero cuando todo sea vida nueva al cambiar el modo de orar y llegar a vivir una oración de contemplación que colma el corazón del hombre que se abre al Sagrado Corazón de Jesús.