¡Viva Cristo Rey!

Cristo Rey de Lisboa

Fr. Rafael Pascual Elías, OCD | La oración vocal es efecto de lo que habla el corazón. Como dice Cristo en el evangelio: “De lo que rebosa el corazón, habla la boca” (Lc. 6,45). Esta afirmación es puro evangelio, es palabra de Dios, es una realidad que todos podemos constatar en primera persona. Cuando vamos a rezar el corazón tiene que estar unido al Corazón de Dios, sino la oración será fría y vacía. Rezar con una oración que sabemos desde niños como puede ser el Padrenuestro o el Avemaría es orar de modo vocal, pero si no lo hacemos desde el calor que brota de nuestro corazón enamorado de Jesucristo o su Madre la Virgen Inmaculada no tienen vida esas palabras que serán huecas campanas sin badajo que de nada sirven.

No basta con que la oración sea esa unión de vida íntima y a la vez de exterioridad. Es la base para que tenga fuerza y efecto, pero tenemos que ir más allá. Nuestra oración tiene que tener como referencia central al que va dirigida. Podemos rezar con todo amor el Padrenuestro, pero si no sabemos a quién estamos hablando y qué le decimos nos perdemos por los caminos de la vida mundana. El corazón orante tiene que saber muy bien que se encuentra ante el mismo Dios que acoge esa oración llena de ardor. También puede ir dirigida a la Virgen María o a los Santos. Lo importante es que sepamos que no hablamos solos, al aire, sino que ponemos voz a una palabra que nace del corazón y nos conduce a alguien que nos ama sin medida y no olvida nada de lo que le decimos en nuestra relación de orantes.

Y si además de todo esto añadimos una nota más, nuestra oración se convierte en vida verdadera que abre las puertas del cielo. La oración vocal que brota del corazón y sabe con claridad a quién se dirige nos prepara para una oración más íntima, más profunda, más llena de intensidad de amor divino: la oración contemplativa. La oración vocal es un camino precioso para dar paso a la oración de contemplación que nos une de un modo diverso a Dios. Nos damos cuenta que todo cambia cuando con una simple frase, pero viva y que rebosa de lo que bulle en nuestro interior, se dirige al que prometió reinar de modo singular en España. Por eso muchos mártires en el momento de dejar este mundo abren su corazón y su boca al que los va a recibir en su Reino. Eso es orar también. En el último momento de existencia en este mundo dejar que el corazón hable y exclame con toda su fuerza y pasión:

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