En comunión con la Santa Madre de Dios (XVII)
Mons.
, Obispo de San Sebastián | Continuando la explicación del punto del Catecismo 2676 del Ave María ‘llena eres de gracia, el Señor está contigo’, quiero reforzar la explicación reforzando que no se recoge la oración del Ave María pero en el pasaje del Evangelio de Lucas ese ‘el Señor está contigo’ queda corroborado con que luego el ángel le dice ‘el Espíritu Santo está sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra’. Es decir, el Señor está y además está anunciando que va a estar de una forma especial, hay una promesa de asistencia del Espíritu Santo en esa misión que María está recibiendo. Y esto es una advocación de la promesa del Espíritu Santo que hizo Jesús antes de ascender a los cielos. El dice ‘no os dejaré solos, os enviaré el Espíritu Santo, el Paráclito’; hasta, incluso, llega a decir ‘os conviene que yo me vaya para que así venga a vosotros el Paráclito’. Luego, cuando rezamos el Ave María y escuchamos ‘el Señor está contigo’ también tenemos que recordar esa promesa. Que es cumplida, sin duda alguna, pero también al mismo tiempo es todavía, porque esa promesa del Espíritu Santo no es puntual sino que durante toda nuestra vida se está renovando.El Señor está contigo y el Señor quiere estar contigo de una manera más intensa. El Espíritu Santo vino, viene y vendrá. No nos dejará solos, no estamos huérfanos en la vida espiritual. Esto es muy importante porque el sentimiento de soledad que muchas veces vivimos y padecemos (pues suele ser uno de nuestros mayores sufrimientos) es porque no nos dejamos acompañar por Dios, no nos dejamos inhabitar por El.
De aquí podríamos extraer muchas consecuencias como ese ‘todo lo puedo en aquel que me conforta’, ‘todo es posible para Dios’, ‘todo es posible para los que confían en Dios’, ‘para Dios no hay nada imposible’ y ‘me basta tu gracia’… esta es, quizás, la clave que tenemos que extraer de esta expresión del Ave María. El Señor está conmigo, me basta su gracia; si el Señor está conmigo, con eso ya tengo suficiente. Él me irá indicando qué quiere de mí y yo no me voy a marcar otros objetivos, más allá de dejarle que Él esté conmigo y que me vaya indicando el camino de mi vida. ‘Me basta tu gracia, Señor; me basta que Tú estés conmigo, que estés aquí’. Esta es la clave de la vida cristiana, el tener puesto el corazón en lo esencial y no en lo circunstancial.
Yo tengo que tener puesto el corazón en que Dios está conmigo, luego veré si se cumplen estos y otros planes, veré si las cosas me salen como yo había pensado… bien, pero todo esto es secundario. No vaya a ser que pongamos el corazón en todo lo secundario (planes, en que las cosas salgan como yo había pensado o soñado, etc.), de manera que paradójicamente lo accidental sea que Dios está conmigo. Esto no puede ser. Si yo por la mañana he celebrado la Eucaristía, lo esencial del día es que Cristo está conmigo y que yo estoy con Él; luego ya veré qué pasa el resto del día, pero lo esencial es esto: que Él está conmigo.
Concluye el Catecismo añadiendo esta expresión: María se ha dado toda al que viene a habitar en ella, y al que ella entregará al mundo. Es decir, después de haber explicado el ‘llena de gracia, el Señor está contigo’, el Catecismo nos quiere recordar que, precisamente, porque ella está llena de gracia está incoado el ‘hágase en mí según tu Palabra’, la respuesta perfecta que María ha dado a la llamada de Dios. O sea, ¿qué le pide el mensajero de Dios a la doncella de Nazaret? Le pide el consentimiento para que el Espíritu Santo baje a su pequeñez y acoja el Amor infinito de Dios. ¿Le pide grandes sacrificios? No. Lo que le pide es la entrega plena de su corazón. Le pide que le de su humanidad, que se entregue sin condiciones en su cuerpo y en su alma, que le entregue su vida diariamente, su vida ordinaria; que desde las palpitaciones de su corazón, desde sus aspiraciones sea entregada a Dios. No le pide que le entregue cosas, le pide que le entregue su corazón, su vida, sus aspiraciones, sus proyectos…
Dios nos pide que le entreguemos lo que somos. A veces tenemos el riesgo de hacer ofrendas a Dios, que casi son una especie de suplantación de la ofrenda de nuestra vida. Eso es un peligro terrible. Y decimos ‘voy a hacer una promesa de hacer a Dios no sé qué…’ ¡Madre mía! A ver si eso que le ofreces es expresión de la ofrenda de tu vida o es un sustituto. Por no ofrecerte tú, le ofreces lo otro.
Aquí lo que se está remarcando es que es ella la que se ha dado como respuesta. Dios le da su gracia y ella no le ha dado algo sino que ella misma se ha dado como respuesta a la ofrenda de gracia. Por tanto, el Espíritu Santo nos pide que le entreguemos lo que somos. En realidad sólo es estéril quien vive sin amor, y el amor es la respuesta al Amor de Dios, y el amor es creador y portador de vida. María de Nazaret ha dicho un ‘sí’ que la ha hecho fecunda para la vida del mundo. De aquí extremos una gran enseñanza: la confianza que nos inspira el ser lo que Dios quiere de nosotros, sea grande o pequeño nuestro destino (eso es lo de menos). Pero el ser lo que Dios quiera que yo sea hace que uno esté perfectamente centrado en la vida. ‘Señor, lo que Tú quieras, como Tú quieras, cuando Tú quieras… ¡hágase!’.
El ‘hágase según tu voluntad, según tu Palabra’ es la respuesta proporcional al ‘llena de gracia, el Señor está contigo’. Es lo lógico, la única respuesta posible al Amor de Dios que te dice ‘llena de gracia’. ¿Qué voy a decir si no? Pues hágase. Lo lógico, por tanto, del rezo del Ave María, bien rezado, nos inspire la confianza plena en Dios sobre la vocación a la que hemos sido llamados. No importa que nuestro vecino sea grande o pequeño a los ojos del mundo, esto es anecdótico. La clave está en que hagamos lo que ha hecho la Madre de Dios: tener confianza en Dios siempre, suceda lo que suceda, fiarse de Dios. Yo estoy convencido de que si le preguntásemos a María ‘¿Tú, qué es lo que hiciste?’ Ella nos diría: ‘yo no hice más que fiarme de Dios, yo no hice nada más’.
Estamos hablando, por tanto, de las Bodas de Dios con una doncella que es representante de todo el género humano, y que cuando recibió ese mensaje ‘Ave María, llena de gracia, el Señor está contigo’ lo que hizo fue abrirse plenamente a ese misterio, no estorbar y decir ‘hágase’. Con esto nos está enseñando donde está la fuente de la felicidad del hombre, que está en responder a la llamada de Dios. Tal es la enseñanza del Ave María que en esta expresión del ‘Ave María, llena de gracia, el Señor está contigo’ el Catecismo nos quiere explayar.