Semana Santa

, Diácono Permanente | En la conocida zarzuela “La verbena de la paloma” Sebastián le dice a Hilarión esta frase: “hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad”. Me pregunto que pensaría hoy este personaje del siglo XIX si pudiera ver cómo ha evolucionado la ciencia, sobre todo en el área de la comunicación. Si en el siglo XIX el método más rápido para recibir una noticia era el telegrama, hoy gracias a las nuevas tecnologías cualquiera de nosotros recibimos en tiempo real aquella información que quiera transmitirnos otra persona o entidad, por no hablar de la inmediatez con la que conocemos las noticias que están pasando no sólo en nuestra ciudad o entorno, sino en cualquier parte del mundo. Esta revolución se llama “Internet”, una nueva forma de comunicación que se ha colado en nuestras vidas y que además de rápida se ha convertido en global. Una tecnología que nos permite a aquellos que de alguna forma colaboramos con la Iglesia en la difusión de nuestra fe llegar a más personas.
Vivimos tiempos en que todo está cambiando mucho y muy deprisa, puede una de las razones de estos cambios tan radicales como acelerados sea la aplastante información que recibimos a través de “Internet”, y si no te subes a este tren de las redes sociales, parece que no existes. Con el agravante de que si no estás a la última en las tendencias que marcan los llamados “influencer” es como si fueras un bicho raro. Pero toda esta velocidad conlleva que todo lo que hoy es noticia mañana está obsoleto.
Afortunadamente para los cristianos hay algo que no ha cambiado desde hace siglos y que no está sujeta a modas o cambios radicales, me refiero a nuestra Semana Santa. Unos días en los que revivimos los últimos días de Jesús. Una semana en la que el recogimiento, la fe, la pasión y los sentimientos surgen desde dentro de nuestro corazón y son expresados en forma de religiosidad popular por las calles e iglesias de nuestras ciudades.
Hablar de la celebración de la Semana Santa para un castellano significa poder vivir las procesiones llenas de silencio, un silencio roto por el redoble de los tambores y el sonido de las trompetas y cornetas. Semana Santa es visualizar los pasos de imaginería que representan el dolor de una Madre sosteniendo a su Hijo muerto por nuestros pecados, o contemplar al Salvador clavado en la Cruz con esa mirada de perdón en su rostro.
Pero la Semana Santa es algo más que asistir a las procesiones, o visitar iglesias. Porque los cristianos no somos unos turistas que llenan sus móviles con cientos de fotos para enseñar después a los amigos. Vivir la Semana Santa para un cristiano es mucho más que eso. Para nosotros, además de asistir a las celebraciones litúrgicas propias de este tiempo, (Vía Crucis, Misa Crismal, celebraciones penitenciales, Misa in cena Domini, Pasión del Señor, etc…) tener presentes las últimas palabras de Cristo clavado en la Cruz, debería ser el verdadero motivo de vivencia existencial cristiana. Siete frases que sólo el Señor podría pronunciar desde lo alto de la Cruz, sabiendo que su vida era entregada al Padre para la redención del mundo.
He aquí estas últimas Palabras del Salvador:
Padre, perdónales porque no saben lo que hacen. (Lc 23,34) Jesús acaba de ser clavado en la cruz. Sus manos y pies están atravesados por los clavos. Y en lugar de maldecir a sus verdugos, que al pie de la cruz están echándose a suertes sus ropas, lo que hace es implorar al Padre para que perdone a aquellos que lo han condenado. ¿Cabe un gesto de mayor amor que el de perdonar a sus enemigos?
Te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso. (Lc 23,43) Crucificado entre dos ladrones, uno de ellos reconoce sus propios delitos y ve injusto que Jesús esté clavado junto a ellos. “Quien cree en mi tendrá la vida eterna” dijo Jesús. Y es ahí clavado en la Cruz, cuando le promete la vida eterna a ese “buen ladrón”.
Mujer ahí tienes a tu hijo… Ahí tienes a tu madre. (Jn 19,26.27) el versículo termina con esta frase: “Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa. ¿Cómo iba Jesús a dejar sola a su madre en este mundo? Ella que desde el principio creyó en su Hijo y una espada atravesaba su corazón. La deja al cuidado de su discípulo amado hasta el día de su asunción a los cielos.
Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado? (Mt 27,46) Jesús grita: ¡Elí, Elí! ¿lemá sabactaní? . Es un grito de angustia, no de desesperación. Es la lamentación y la oración de un inocente perseguido que concluye en acción de gracias por la liberación esperada (Salmo 22,2).
Tengo sed (Jn 19,28) Él que es el agua viva que da vida, desde la Cruz al igual que hizo en el pozo de Sicar pide agua. Y en lugar de agua los soldados le dan a beber vinagre.
Todo está cumplido (Jn 19,30) “E inclinando la cabeza entregó el espíritu”. Con su sacrificio la obra del Padre se ha cumplido según las Escrituras.
Padre, en tus manos pongo mi espíritu (Lc 23,46) “Y dicho esto expiró”. Todo se ha cumplido, Jesús entrega su propia vida para la salvación de la nuestra. Ojalá seamos merecedores de este sacrificio.
Para concluir esta colaboración me permito recomendarles que aprovechando el famoso “internet” busquen el Sermón de las Siete Palabras que nuestro querido Mons. D. Francisco Cerro (sub-director de nuestra revista AGUA VIVA) pronunció el 18 de abril de 2014, donde encontraran en mi opinión uno de los sermones más hermosos sobre las Palabras de Señor de los últimos años.