Ruega por nosotros en la hora de nuestra muerte
Mons.
, Obispo de Orihuela-Alicante | La oración del Ave María concluye diciendo: «… ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte». En esa hora pedimos una intervención especial de María. Dice el catecismo que «nuestra confianza se ensancha para entregarle desde ahora, ‘la hora de nuestra muerte'». Esperamos que esté presente en esa hora, como estuvo en la muerte en cruz de su Hijo, y que en la hora de nuestro tránsito nos acoja como madre nuestra, para conducirnos a su Hijo Jesús, al paraíso.Para entender este misterio recordemos cómo la muerte se introdujo por influjo del pecado original. En el plan primero de Dios estaba el hecho de que el hombre fuese preservado de la corrupción de la muerte, que existiese una vida de eternidad en el paraíso. El pecado de Adán y Eva introduce la muerte y, por eso, es normal que nosotros temamos la muerte, porque la vemos como la destrucción del ser.
La muerte es algo temido para nosotros, pero lo que es maravilloso, lo que es providencial, es ver cómo después de haber cometido el pecado que introdujo la muerte, en el mismo momento en el que Yahvé pronuncia la sentencia condenatoria contra la serpiente, contra Adán y Eva, hace la promesa de que una mujer le aplastará la cabeza. Hay, por lo tanto, una promesa en que va a ser vencido el que ha introducido la muerte. Y la muerte también va a ser vencida.
Le estamos pidiendo a María, en esta oración, que ruegue por nosotros en la hora de nuestra muerte. Es pedirle también que nos ayude a ofrecerle el momento de nuestra muerte a Dios Padre, en unión con los méritos de la muerte de Jesús, para que ese trance de la muerte, que es siempre para nosotros un trago amargo, nos sirva de expiación y redención.
Le pedimos a María que nos enseñe a ofrecer el momento de nuestra muerte. Tú que ofreciste esa imagen de la piedad en la que sostienes a tu Hijo en brazos, esa ofrenda a Dios Padre para que también nosotros sepamos, junto con ti, unirnos a Cristo y dedicar el momento de nuestra muerte para que sea redentor y sirva de expiación de nuestra vida. Para que acojamos la gracia de Cristo en ese momento de nuestra vida. Para que nos enseñes a recibir bien la bendición de la Iglesia y a recibir los sacramentos en el tránsito.