Orar en cada acontecimiento; haga frío o calor

Paisaje nevado

Fr. Rafael Pascual Elías, OCD | Podemos encontrarnos con Dios orando a través de la Palabra, la Liturgia y las Virtudes Teologales, pero no podemos olvidar ni desperdiciar la gran oportunidad que nos presenta Dios para orar cada día: orar con el momento presente, orar hoy, con todo lo que siento, vivo, oigo, me dicen, me llega… Cada día es una fuente de oración fresca que de la mañana a la noche nos susurra al oído lo que tenemos que presentar a Dios que se hace presente en nuestra vida a cada paso con cada acontecimiento que nos pone en nuestro camino.

Encarnar en nuestra oración el día a día y hacer oración cada día de nuestra vida es una manera de estar unidos a nuestro Señor y Creador que nos regala un nuevo reto cada vez que nos ponemos en pie al comenzar nuestra jornada. Cada acto que vivimos es una oportunidad nueva para darle gracias, pedirle perdón, suplicarle, alabarle…

Incluso el mismo frío o calor que experimentamos en un día es fuente de oración. Santa Teresa de Jesús cuando prepara su última fundación se queja al Señor del frío que hace en Burgos y lo pone como objeción para no realizar dicha invitación que había recibido de Dios. Imaginemos en pleno enero burgalés a Santa Teresa en el último año de su vida, enferma y con pocas fuerzas. Ante esta situación le comenta al mismo Cristo: “Porque ir yo a Burgos con tantas enfermedades, que les son los fríos muy contrarios, siendo tan frío, parecióme que no se sufría, que era temeridad andar tan largo camino… Estando pensando esto y muy determinada a no ir, díceme el Señor estas palabras: No hagas caso de esos fríos, que Yo soy la verdadera calor. El demonio pone todas sus fuerzas por impedir aquella fundación. Ponlas tú de mi parte porque se haga, y no dejes de ir en persona, que se hará gran provecho” (Fundaciones 31,11).

Ya lo sabemos, podemos orar en cualquier momento del día porque Dios está con nosotros incluso para decirnos que no hace frío e invitarnos a salir de nuestras casas con el fin de llevar a cabo la obra que nos ha encomendado a cada uno. Si nos quedamos al calor de nuestros hogares perdemos la oportunidad de experimentar “la verdadera calor” que es Cristo, que camina con nosotros cada día, en cada acontecimiento de nuestras vidas, a cualquier hora, sin importar el frío o el calor; porque lo único importante no es otra cosa que encontrarnos con Dios en el día a día de nuestras vidas.

Anterior

Una aventura con presente y futuro

Siguiente

Para leer (nº 129)