Los niños videntes de Fátima
, Diácono Permanente | El pasado 13 de mayo en Fátima, el Santuario dedicado a la Virgen María y la enorme plaza que le precede quedaron absolutamente pequeños ante la presencia de cientos de miles de peregrinos, que acompañaron al Papa Francisco en la canonización de los niños Lucía dos Santos y sus primos Francisco y Jacinta Marto Santos, coincidiendo con los primeros 100 años de la aparición de la Virgen a los niños videntes. Fue un acto lleno de emociones, de sentimientos, de espiritualidad y de fe. Pero el camino para que se haya podido celebrar en libertad este centenario no ha sido fácil, sobre todo en sus comienzos.
En los años previos a las apariciones de Fátima, Portugal estaba viviendo bajo la República establecida tras el derrocamiento del monarca Manuel II de Portugal. Con la República se inició una persecución contra la Iglesia. Se expulsó a los jesuitas, se disolvieron todas las órdenes religiosas, se cerraron conventos, se prohibió la enseñanza religiosa en la escuela… medidas todas ellas encaminadas a desarrollar un proyecto de sociedad laica y descristianizada.
Es precisamente en este ambiente hostil hacia la Iglesia cuando tiene lugar las apariciones de la Virgen a los tres niños videntes. Por ello quiero rendir un merecido homenaje a estos niños pues gracias a ellos y a su valentía hemos conocido los mensajes de Nuestra Señora.
No fue fácil la corta vida de Jacinta y Francisco, quienes junto con su prima, recibieron de la Virgen la responsabilidad de revelar al mundo “el secreto de Fátima”. Incluso llegaron a llevarlos presos a la cárcel local donde fueron cruelmente interrogados. Pero ellos se mantuvieron firmes en su fe y en su decisión de obedecer a la Señora.
Lucía de Jesús Rosa dos Santos, nació el 22 de marzo de 1907 en Aljustrel (al igual que sus primos Francisco y Jacinta). Era la menor de siete hermanos. Tuvo una infancia de mimos y gracias familiares, en la que no faltaron los disgustos y las desgracias, bien superadas por aquella mujer ejemplar que fue su madre doña María Rosa de Jesús Ferreira. A los seis años tomó su Primera Comunión y ya con esa edad comenzó a colaborar en casas trabajando de pastora, como también lo hacían sus primos. Fue ella quien recibió de la Virgen el encargo de difundir el mensaje de Fátima al mundo.
En 1921 con 14 años de edad y 4 después de los hechos de Fátima, ingresó en el colegio de las Hermanas Doroteas, cerca de Oporto, posteriormente (1925) se trasladó al convento de esta orden en Tuy, y en 1948 a la edad de treinta y nueve años, entró en el Carmelo de Santa Teresa de Coimbra (donde pasaría el resto de su vida) y pasó a llamarse María Lucía de Jesús y del Corazón Inmaculado de María. El 13 de febrero de 2005 sor Lucía falleció en olor de santidad a los 97 años de edad.
Francisco Marto Santos, hermano de Jacinta, nació el 11 de junio de 1908. Era un niño con un carácter tranquilo, pacífico, más bien tímido. Le gustaba tocar la flauta para que otros danzaran. En la primera aparición, su prima Lucía le preguntó a la Virgen si los tres irían al cielo y les respondió que sí, pero que Francisco debía rezar muchos rosarios. Fue a partir de ese momento cuando su existencia cambió de forma radical comenzando un camino de profunda vida contemplativa, rezando siempre el rosario, animando a su hermana y a su prima a rezar con él. Francisco durante las apariciones sólo veía, no podía hablar (Lucía hablaba y oía a la Virgen y Jacinta sólo escuchaba). En octubre de 1918 cayó enfermo de gripe, que degeneró en una bronco-neumonía que le causó la muerte. Durante los apenas seis meses que estuvo hospitalizado y hasta el día que murió, dio muestras de gran valentía y a las personas que iban a visitarle las llenaba de paz. La noche antes de morir se despidió de Lucía y a su hermana le dijo que la esperaría en el cielo. Murió el 4 de abril de 1919, dos meses antes de cumplir los 11 años.
Jacinta Marto Santos nació el 11 de marzo de 1910, al contrario que su hermano Francisco, tenía un temperamento más vivo. Le gustaba bailar, sobre todo cuando su hermano tocaba la flauta y tenía una especial predilección por su prima Lucía. Al igual que su hermano y su prima llenaba las horas del día con el trabajo, la oración y con algunas mortificaciones que no eran normales para su edad, como no beber agua en todo el día durante el caluroso verano cuando sacaban a pastar a las ovejas, o ayunando por la conversión de los pecadores. Poco después de la muerte de su hermano a Jacinta se le declaró una pleuresía purulenta. Fue intervenida quirúrgicamente sin anestesia. Como consecuencia de la operación en la que le quitaron dos costillas se le produjo una gran llaga la cual le causó grandes dolores que ella ofreció a la Virgen. Jacinta murió sola tal y como se lo había anunciado la Virgen el 20 de febrero de 1920 después de un año y tres meses de dolorosa enfermedad.
Tengamos siempre presentes a estos niños cuando al final de cada misterio del Rosario oramos: “Oh Jesús mío, perdónanos, libramos del fuego del infierno, lleva todas las almas al Cielo, principalmente las más necesitadas”, frase que la propia Virgen les reveló y que gracias a su valentía, fe y decisión podemos rezar nosotros también.