En el más profundo centro

Santa Teresa del taller de Gregorio Fernández

Guillermo Camino Beazcua, Presbítero y Profesor de Historia del Arte

Alma, buscarte has en Mí,
Y a Mí buscarme has en ti.
De tal suerte pudo amor,
alma, en mí retratar,
que ningún sabio pintor
supiera con tal primor
tal imagen estampar…
Y si acaso no supieres
dónde me hallarás a Mí,
no andes de aquí para allí,
sino, si hallarme quisieres
a Mí buscarme has en ti.

Despedimos el Año teresiano y es tiempo de recoger sus frutos. Qué mejor que antes de iniciar el Jubileo de la Misericordia el próximo 8 de diciembre, hayamos aprendido como Teresa a hacer de su canto nuestro lema: “Misericordias Domini in aeternum cantabo”. La letra y la música son importantes, la letra resulta ser tan antigua y tan nueva, que se trata de saborear el texto de la experiencia de Dios a lo largo de la historia. El tema de la música… resulta ser más personal, quizá hay momentos en los que la tonalidad, el aire, el compás, o el ritmo puedan variar pues al fin y al cabo, el canto nace del alma. Y es en su más profundo centro, desde donde ha de brotar.

Tal es la expresión que utiliza San Juan de la Cruz al referir el lugar en donde actúa la llaga del amor. El viaje hacia el castillo interior nos ha conducido en este año teresiano, a conocer la articulación interior de la experiencia creyente. Y al llegar al culmen del camino nos hallamos en lo más hondo y denso del castillo y no para permanecer encerrados. Ese profundo centro, no sólo es referencia estática de las Sextas Moradas, sino que desde ahí ha de nacer el compromiso extático que da inicio a las Séptimas.

En ese profundo centro, nos dice Santa Teresa, es en donde habita lo más íntimo de nuestro propio yo, silencio del alma en el que Dios mora. La mariposilla que nos ha acompañado en viaje, que ha aprendido a revolotear deleitándose en la belleza y dulzura de las sextas moradas, ahora ha de vivir la madurez de su identidad y relación con Dios, conocerá el misterio de su Santa Trinidad y se entregará en amor pleno, como esclavo del amor participará de la misión de la vida del resucitado. No en vano, cuando Teresa redacta este capítulo sabe de sí misma que habla de la experiencia de cinco años de habitar ya en estas moradas. A partir de 1571 santa Teresa vive experiencias continuadas de contemplación de la Trinidad y lo hace con gran claridad, tanto es así que encarga que le hagan tres cuadros con la iconografía que ella da al dictado. Teresa tiene al fin experiencia de las palabras en Juan: “el que me ama guardará mis palabras… y vendremos a él y haremos morada en él”.

Estas séptimas moradas han de ser el prisma desde el que se lea las Fundaciones, para que no sean éstas aventuras, o “fazañas de una quijotesca castellana”. Teresa sabe bien que estas moradas, son el hogar de los santos, por lo tanto a las que debe aspirar todo aquel que aspire llegar a serlo… aunque aún no lo sea. Son también las moradas de la misericordia para quienes vivieron lejos de sí y de Dios, incluso aconseja que sean éstas las que Dios ofrece a los reconciliados con Dios, son como la fiesta del Hijo vuelto a casa, quienes estaban muertos y han vuelto a la vida (Lc 15).

Y POR FIN… CANTAR LAS MISERICORDIAS DEL SEÑOR

El camino que nos ha conducido hasta el interior del Castillo nos lleva a conocer lo más íntimo de la misericordia de Dios y contemplar su misterio trinitario. Lo que se sabe y se gusta desde la fe, puede ahora vivirse desde el amor: “Aquí se le comunican todas tres Personas, y la hablan, y la dan a entender aquellas palabras que dice el Evangelio que dijo el Señor: que vendrán a Él y el Padre y el Espíritu Santo a morar con el alma que le ama y guarda sus mandamientos”. (M 7.1.6 siguiendo Jn 14, 23)

La Madre Teresa experimentó numerosas visiones del misterio trinitario a partir de 1571, un año antes de alcanzar el matrimonio espiritual, (recuérdese el relato de este hecho acontecido en la octava de san Martín de 1572 cuando al recibir la comunión de manos de San Juan de la Cruz, tuvo la significativa visión en que Cristo le dijo “No hayas miedo, hija, que nadie sea parte para quitarte de Mí”, y dándole Cristo la mano derecha, le entregó un clavo, signo de alianza, como señal de que para siempre sería su esposa: “Mi honra es ya tuya y la tuya mía”. (R 35). Aún siendo tan especial en momentos, esta unión dice ser “compañía que traigo siempre en el alma”. (R 18)

Así puede vivir con conciencia de saberse habitada y vivir la presencia constante de Dios en su vida. Dirá Teresa que esta consciencia de hallarse habitados no siempre se percibe del mismo modo, hay ocasiones en que tiene una fuerza especial, y en otras se siente una suave compañía sin que por ello pueda dejarse de estar atento a la vida ordinaria y al servicio fraterno. Lo significativo es que se vive la experiencia de intimidad con Dios, contemplación continuada de cómo cada Persona le concede un especial: el Padre le da la caridad, el Hijo le da el “padecer con contento” y el Espíritu el “sentir esta caridad”. (R 16.1)

Sin duda, es para nosotros más cercana la experiencia de que la contemplación del amor trinitario, no nos saca del compromiso por la construcción del Reino, ni la edificación de éste (vida activa) nos aleja de la vida contemplativa. Es conocida la expresión de la Madre Teresa de que por fin, sin dicotomías, para quien habita en estas séptimas moradas, Marta y María andan juntas: “Creedme que Marta y María han de andar juntas para hospedar al Señor y tenerle siempre consigo, y no le hacer mal hospedaje no le dando de comer ¿Cómo se lo diera María, sentada a sus pies, si su hermana no le ayudara? Su manjar es que de todas las maneras que pudiéramos lleguemos almas para que se salven y siempre le alaben”. (M 7.4.12)

La mariposilla a quien hemos visto mudar a lo largo de este viaje, se nos muestra como signo de la nueva humanidad regenerada por Cristo, ésta descansa posada en Cristo, en quien entrega su vivir. Así es el morador del interior castillo, a quien antropológicamente podríamos definir como alguien que: sólo busca a Dios, olvidado de sí; se arriesga en padecer cuanto sea preciso por vivir la comunión con la voluntad de Dios; experimenta las bienaventuranzas si es testigo de la octava: ser perseguido y vivir en alegría; servir en todo a los hermanos como mano tendida del Crucificado; quien ha superado todo miedo incluso al abismo que provoca el mal y la muerte, en desasimiento grande de todo.

Santa Teresa

UNA IMAGEN JUNTO A LA QUE ORAR

Orar en los rincones en que Teresa ha vivido y orado, tiene un genio especial. Como gracia de este año teresiano, algunos de éstos son más accesibles, invito a conocerlos y experimentarlos (la Encarnación, San José, Medina, Malagón, Salamanca, Alba…). Ha sido especial para mí la celda de la Madre Teresa en San José de Medina del Campo, y pensé ofreceros como imagen de este artículo, la imagen de dicha celda, pero… al fin me he decantado por la imagen que preside la celda del convento de Burgos. Con ocasión de la edición Testigos, de las Edades del Hombre en Ávila, publiqué el análisis artístico de esta imagen y la documentación que nos permite asignarla al taller de Gregorio Fernández de quien se conserva la documentación de otras obras para este convento, entre otras el tabernáculo hoy en Villaveta (reproducimos en este artículo la imagen del Salvador de la puerta del Sagrario). No abordaré aquí esas cuestiones, sólo el recuerdo del valor histórico de esta talla, hermana gemela de la del Carmen de Extramuros en Valladolid, a quien sigue al detalle.

Gregorio Fernández recibió el encargo de realizar un primer tipo iconográfico con ocasión de la beatificación de Teresa. Con posterioridad propondrá otros dos modelos. En 1622 con ocasión de la canonización, había madurado su conocimiento de Teresa (él mismo era terciario carmelita) forja este tipo, en el que la humanidad es rotunda y la emoción y expresividad más gratificadas. Sin duda cuando el maestro subió a la peana esta imagen, la estaba ya “subiendo a los altares”. Veamos cómo se refleja esta humanidad unida al Misterio Trinitario.

Aunque la imagen de Valladolid, primer tipo teresiano, expresa mejor el proyecto original, la de Burgos, la sigue al dictado. Las diferencias en la policromía se deben a que la de Burgos fue repintada en el siglo XVIII y excede en brillo. Lo significativo son tres elementos: el giro del rostro y los labios, el gesto de los dedos y el leve giro del cuerpo. Así se expresa Gregorio Fernández la humanidad de Teresa como esposa de Cristo, (en el libro se lee: Me llagaste el corazón…) su ser Hija del Padre a quien anhela, haciendo que sus labios y ojos se entreabran. Su mano derecha muestra la atención al dictado del Espíritu, a quien ella misma dice que no vio en visión, pero hizo sentir el amor del Padre. Es interesante recordar que la Paloma no forma parte de este tipo iconográfico de Teresa en Gregorio Fernández. Si la Madre Teresa no la vio, sino que la sintió, el autor representa a la Santa sin la visión de la paloma apoyada en su hombro dictándole al oído (como si harán los escultores andaluces Duque Cornejo, Pedro de Mena… y en posterioridad la mayor parte de los artistas). La presencia del Espíritu se siente en la atención del rostro de Teresa, que gira el rostro como quien agudiza el oído a lo invisible. El giro del cuerpo, frente al hieratismo de la primera versión (retablo del convento de Valladolid), le da el suficiente dinamismo de recordar su humanidad inquieta, los santos no son estatuas de sal, sino hombres y mujeres del dinamismo del Espíritu.

Es por eso que al concluir este jubileo teresiano no nos quedamos en evaluación de un evento sino que agradecemos el kairós incentivado. Así como al concluir el IV Centenario de su muerte, escribía sor Montserrat Maristany:

Retorna, Madre Teresa,
explícanos tus Moradas,
mira que en nuestros castillos
hemos abierto ventanas
por donde Satán se mete
y el alma se nos escapa,
pero la puerta, ¡ay! La puerta
esa de que nos hablas,
la puerta de la oración
la mantenemos cerrada
y en el umbral está Dios
en una espera muy larga.
…Teresa, tú no has muerto,
el rumor de tus pisadas
lo percibimos muy hondo
y nunca jamás se apaga.

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