En comunión con la Santa Madre de Dios (X)

Diente de león

Mons. José Ignacio Munilla, Obispo de San Sebastián | Una vez hecho el recorrido histórico dentro de este primer punto que comenta el Catecismo sobre el ‘Dios te salve María’, continua hablando sobre la salutación del Ángel Gabriel, que es la que abre la oración del Ave María. En esta salutación del Ángel Gabriel hay algo que es hermosísimo que es el propio nombre de María. Dice el texto del Evangelio: El mes sexto el Ángel Gabriel fue enviado por Dios a Nazaret a un pueblo de Galilea a visitar a una joven que se llamaba María. Otras traducciones dicen: La Virgen se llamaba María.

Me parece que esta primera palabra: ¨Dios te salve María¨, nos permite centrarnos en el Dulce nombre de María. El nombre de Jesús también ha sido objeto de comentario en el Catecismo pero hablemos ahora, aunque sea brevemente, del nombre de María, pues ¡cuántas veces pronunciamos la palabra María, que es una palabra preciosa, sobre todo en la oración del rosario! Es complicado explicar con mucho detalle la etimología o el significado de la palabra María. Los entendidos dicen que puede haber hasta 70 etimologías distintas, no vamos a entrar en esto pues nos volveríamos locos, pero sin embargo es, sin duda, el nombre que ha sido más estudiado en su etimología.

Es de origen hebreo, obviamente, aunque pudo haber llegado hasta la lengua hebrea a partir del egipcio, algo así como con el nombre Moisés. Moisés llega del egipcio, es una etimología egipcia, que luego pasa al hebreo. El nombre de María aparece por primera vez en Egipto y corresponde a la hermana de Moisés y de Aarón que se llamaba María. Su forma hebrea, la forma hebrea del nombre del nombre María es Miriam o Marian y  se considera procedente del verbo Mara. Esta es una primera etimología, no me voy a meter en todas las explicaciones que hay, pero recojo  las dos o tres principales. Una es ésta, se considera que viene de la palabra Miriam en hebreo procedente del verbo Mara que es dominar y María significaría Señora, de la raíz dominar, señorear. Ésta etimología quedaría, digamos, reforzada por la afinidad de María, de su persona, con el sustantivo arameo María que significa señora. Si María significa Señora, sería una primera aproximación a qué significa María: la que ha recibido de Dios ese señorío, de ahí el significado.

Si atendemos al probable origen egipcio, este nombre procedería de la palabra Mar-iam, que significa Amada de Yahvé. Vemos otra etimología distinta. La primera palabra ‘Mar’ significa amar e ‘iam’ significa, viene de Yahvé. Sería Amada de Yahvé, segunda etimología. La primera sería Señora, y la segunda etimología Amada de Yahvé. Podemos tal vez asomarnos a otra interpretación distinta que  considera la palabra Miriam como compuesta de ‘Mir’ que  significa ‘el que ilumina o brilla’ u otra vez ‘iam’ que viene de Yahvé por lo que María podría significar, por tanto, Yahvé ilumina, o luz de Yahvé. Nos vamos a quedar con estas tres posibilidades que son las que más fundamento tienen. La palabra María puede significar Señora, Amada de Yahvé o puede significar también Yahvé ilumina o luz de Yahvé. Yo creo que podemos sumar las tres y en vez de tener que elegir una u otra.

Cuando pronunciemos, entonces, el nombre de María pensemos qué significa. Cuando significa luz de Yahvé, Yahvé ilumina, estamos diciendo que María es como un faro que en medio de la noche, está dando luz. A través de María Dios nos da su luz. Cuando significa Amada de Yahvé, reconocemos en ella la criatura en la que todos vemos cuánto nos quiere Dios, el querer de Dios hacia cada uno de nosotros, hacia la humanidad entera. Cuánto nos ama Dios e inmenso es su amor. Y cuando significa Señora, estamos diciendo que ella también participa del señorío de Dios. Es la Señora. Esta es la clave, lo importante es que entendamos que María es para todos nosotros el prototipo de la mujer por excelencia. En ella confluye ese nombre tan maravilloso. Confluye la dignificación del ser humano, la dignificación de la mujer, de la maternidad. El nombre más difundido entre nosotros. El nombre de María. Me parece que es una verdadera maravilla. Es importante que nos enamoremos de este nombre porque es nuestro prototipo también. Yo diría –permitidme decir esto– que en María nosotros vemos un prototipo.

María es ésta oración, en este encuentro con el Ángel Gabriel se pone en diálogo. Es el diálogo del hombre libre frente al Dios de la gracia, que la hace perfecta en su santidad. En María está realizando la profecía del corazón nuevo que Dios había prometido a la humanidad. Es el Don del Espíritu con vistas a la realización del misterio de la Redención. O sea, que María es como el arquetipo de la Iglesia llena de santidad. Es un prototipo para todos nosotros. El hecho de ser María la criatura, que obedeciendo al Padre, y por obra del Espíritu Santo hace nacer a Cristo, se convierte como en una definición de qué es ser cristiano. Es ser dócil a la acción del Espíritu Santo para que Cristo venga al mundo. Eso es ser cristiano. María es como el arquetipo de todo cristiano. Por eso podríamos decir que el nombre de María es un prototipo, en él se concentra al igual que en el nombre de Jesús, decíamos: Dios salva. El nombre de Jesús significa Dios salva, y ahí parece que se concentra todo. En la palabra Jesús está dicho todo. También en la palabra María se nos está dando como un testamento porque María es lo que decíamos, es la luz de Dios para nosotros, es la Amada de Yahvé. Y entonces aquí está dicho todo, en dos palabras se concentra todo. Jesús y María, María y Jesús. En estas dos palabras tenemos un testamento. Verdadero testamento por nosotros. Hasta el punto que podemos decir, que el ideal del cristianismo es ir al Padre por Cristo en el Espíritu Santo con y como María. Este es nuestro ideal. Caminemos al Padre por Cristo en el Espíritu Santo como María y con María.

Este es nuestro ideal, y aquí está todo resumido.

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