El sol velado
, Presbítero y Profesor de Historia del Arte | El sol, velado, y no era eclipse. El velo eran pañales, anunciado por el ángel, quien era Luz del mundo lucía entrevelado para los ojos de la razón, incitando, sin embargo, a quienes querían iluminar sus pasos, de Belén y el portal, a la casa y a la rutina transformada. El sol, desvelado por unos pocos, revelado aún, para el Universo. ¡Qué fe la de los pastores! aunque sean tan pocos los poetas que la hayan versado. ¡Qué fe la de los pastores! parece que sólo los cantos infantiles de navidad, ahora “villancicos”, nos hablen de ellos, como tamborileros en la noche, como caminantes por senderos nevados. Pastores y zagalas, que colman por cientos los belenes de barro y marmolina, escenificados en inocentes dramas navideños, estrofa de la mayor parte de los cantos… y sin embargo ¡qué poco sabemos de su número y su nombre! Tan sólo de su presencia en la noche, de su acogida del Anuncio, de su presteza por comprobar los signos, de su actitud venerante, de sus dones evidentes para su esfuerzo y de su alegría en la vuelta a las casas.
Por paralelismo a los Magos, con frecuencia se les representa en número de tres: el dormido, el semidespierto y el sobresaltado, representan tres actitudes ante las palabras del ángel. Multiplicados sin proporción cierta, acaban siendo un elenco de los oficios y labores del mundo rural en las distintas épocas. No faltan tradiciones que incluso les creen emigrantes de Castilla, de Salamanca y Ledesma (casi nada la pericia para llegar a Belén).
Y sin embargo, tras lo concreto o la generalización, hay en ellos un rasgo cierto: su fe. Una fe que despierta en la noche, que ilumina sin estrella el camino al portal, verificando los signos anunciados: yace el Niño en un pesebre velado en pañales, aunque el lector del relato ya lo sabe de antemano (Lc 2, 6 s).
DESDE LA PALABRA
El comentario del Papa emérito, Benedicto XVI, en La infancia de Jesús, es de suma profundidad y acierto comprensible. Siguiendo las páginas 79-86 de la edición española, destaco unas ideas claves. Resalta Benedicto XVI la evidencia del relato al señalar que sólo quienes velaban recibieron el anuncio. Mientras la aldea duerme, ellos son signo de la esperanza mesiánica aguardada y prefiguran la oración silente de la Iglesia contemplativa. En ellos se vuelve a hacer evidente la opción de Dios por los pequeños pastores, nueva edición de la raíz davídica (1S 16, 1-13). Jesús nace entre los pastores, y la fe de la Iglesia lo confiesa como el Pastor de los hombres (1 P 2, 25).
Profundiza Benedicto XVI en el sentido del anuncio y los títulos referidos al Niño. Tornando a la fe de los pastores descubrimos el paralelismo con el anuncio a María, también ellos, se dirigen “deprisa” al encuentro. Los signos elocuentes de cómo lo reconocerían, no apuntan sólo a lo que los ojos vieron, los signos son el signo de una ausencia, los signos constatan lo que falta: la gloria de los hombres, pero colmado de la Gloria de Dios. Sol velado para los ojos, pero luz cierta que ilumina el interior. La pobreza de Dios, la quintaesencia de su Palabra y Gloria, no necesita la plenitud de su manifestación, para ser igual en majestad, Verbo resumido, concreto.
DESDE NUESTRA TRADICIÓN
La riqueza teológica del pasaje ilumina la figura de El Greco, quien deseó, que este tema fuera el mejor epitafio de su memoria. El Greco, escogió de nuevo este tema como la última de sus obras, 1614, con el fin de ilustrar su sepultura en el nicho abierto en la iglesia monástica cisterciense de santo Domingo el Antiguo de Toledo. Para aquellos a quienes os agrade la anécdota, aconsejo la lectura del estudio realizado por José Manuel Pita Andrade: La “Adoración de los pastores” del Museo del Prado, en El Greco, Círculo de lectores, B. 2003, pg. 283-306. El estudio aclara, la intención del autor de descansar en dicho monasterio, bajo el lienzo que nos ocupa. Analiza los sucesos posteriores que hicieron que los restos del Greco fueran exhumados a los cuatro años y llevados a otros emplazamientos desdibujándose su destino. El lienzo permaneció en su emplazamiento y marco, hasta que con ocasión del “expolio” del Greco en el XIX, fuera acomodado en sustitución de la Asunción de María, en el retablo principal, y después adquirido por el Estado por 1.600.000 pts. para aumentar la colección del Museo del Prado.
El artículo presenta la evolución del tema en la trayectoria de El Greco, desde las versiones de la época veneciana, como la incluida en el Tríptico de Módena, a las versiones del Colegio del Patriarca (Valencia), la primera versión para un retablo lateral en Santo Domingo el Antiguo, las versiones del Metropolitan de New York, la del Museo de Bucarest procedente del retablo del Colegio de Doña María de Aragón en Madrid. En la trayectoria del tema son diversos los matices respecto al marco arquitectónico que acoge la escena, la disposición de los personajes, la proporción del rompimiento de Gloria, el progresivo estilizamiento de las figuras, en la conocida disposición en huso, que caracteriza la obra de El Greco. Todos estos matices, se registran como más expresivos en el ejemplo que nos ocupa.
Siguiendo el modelo desarrollado en Italia, el centro lumínico de la obra es el Niño desnudo, a quien la Madre acude a velar; junto a San José orante, enmarcando al Niño. Los pastores dispuestos en tres planos sucesivos, dotan profundidad a la escena que se resuelve en un escenario semioscuro, sus diversas actitudes expresan la adoración, la sorpresa por el Misterio y la interioridad del mismo. El rompimiento de Gloria no añade luz al conjunto, la disposición en escorzo de los ángeles sirve para cerrar la composición en la parte superior de la escena. Colocado el buey al pie del pesebre y entre los pastores, nos percatamos que la curva del cuerno del bóvido, semejante a la forma de la luna, ha de ser leído como un atributo de la Inmaculada Concepción de María.
UNA IMAGEN PARA ORAR
A buen seguro que en estos días previos, en el transcurso o en el desglose de las fiestas navideñas, tendrás ocasión para contemplar este conocido misterio, con las formas del de Candia, o en las versiones populares, de nuestros belenes tradicionales o vivientes.
Reine María Rilke interpreta así el anuncio a los Pastores, señala la voz del propio Cristo, que ilumina en la noche: Alzad los ojos, hombres. Hombres que estáis al fuego, a quien conoce el cielo ilimitado, intérpretes de estrella, ¡ved aquí! Mirad, soy una nueva estrella que se eleva. Todo mi ser se inflama y con tal fuerza irradia, y tan enormemente lleno de luz, que el hondo firmamento ya no me basta. Dejad que entre dentro de vuestro ser todo mi resplandor: ¡Oh, miradas oscuras, corazones oscuros y destinos nocturnos de que estáis llenos ¡Qué sólo estoy en vosotros pastores!
De repente para mí se abre espacio. No os asombréis: el gran árbol frutal del pan ha arrojado una sombra. Esto vino por mí. Vosotros,los sin miedo, sabed vosotros cómo reluce el porvenir en vuestros expectantes rostros. En esta fuerte luz ocurrirán muchas cosas. Os lo confío, porque sois silenciosos: a vosotros, los dóciles a la fe, habla todo lo de aquí. Os hablan lluvia y calor, el camino del pájaro y el viento, y todo cuanto sois”.
Dejemos en el silencio nuestra amplia 7 respuesta. Feliz encuentro con la Luz.
“Hay que bajar, bajar hasta la cuna
y hacerse muy pequeño, despojado
de joyas, oropeles y brocados,
y estar, saber estar sin prisa alguna.
Mirarás con los ojos de la luna
al Niño, que es un sol, aunque velado;
acércate bien, quédate a su lado
y cuéntale tus penas, una a una.
Y mientras yo mis penas repasaba,
la pena en una flor se convertía;
si las penas del mundo acumulaba,
tantas flores al mundo le llovían
pero mientras, el Niño sollozaba
porque todas las penas asumía.
Rafael Prieto.