El alma de todo apostolado
Mons.
, Obispo de Coria-Cáceres | Este libro clásico “El alma de todo apostolado”, que tiene sus grandes aciertos e instrucciones y también sus límites, por el momento en que está escrito, me ayuda a reflexionar sobre cómo formar hoy apóstoles, hombres y mujeres capaces de decirle al mundo “cómo sabe Dios”.¿Es posible hoy evangelizar en esta tierra en que aparentemente está tan dormida la sed de Dios? ¿No será mejor retirarnos a los cuarteles de invierno mientras pasa una situación de crisis generalizada y nos consolamos criticando lo poco que hay para que tampoco exista?
Mi respuesta es para los que ‘no se puede hacer nada’. Todavía me revuelve el corazón los que nunca hicieron nada y están continuamente dando lecciones, sin estar detrás una vida coherente que sostenga lo que digan los teóricos de siempre.
Me atrevo, aunque pienso que es un atrevimiento basado en mi confianza en el Señor de la Historia y de la Vida, que con su Corazón abierto sigue más presente que nunca, aunque nos cueste percibir su aliento y su Amor ante tantas adversidades, a proponer tres claves que pueden ayudar a los que están vacilantes, para que sigan apostando en estos momentos.
1. Crecer más en el ser para actuar
Tenemos un déficit de vida interior, de vida espiritual, que nos lleva al desaliento y a seguir engrosando la unidad de quemados intensivos.
Me decía un Vicario General de una diócesis española: “cuando rezo más, siempre aporto más esperanza, valentía e ilusión y las dificultades que día a día van surgiendo en nuestra Diócesis se van iluminando. Cuando oro poco el corazón está colapsado.”
2. Contar con todos los que quieran trabajar en la Viña del Señor
No podemos ni debemos hacerlo todo y solos. Es demasiado frustrante y sobre todo, a la larga, ineficaz. El Vaticano II, como una gracia inmensa para la Iglesia, potencia una palabra de un contenido pastoral inmenso de riqueza: la corresponsabilidad. O caminamos en las parroquias, en la Diócesis, en los grupos, asumiendo la corresponsabilidad o nos quedamos más solos que la una y, sobre todo, no cumplimos la misión de la Iglesia de Jesús que es evangelizar. Existen tantos cristianos que desean colaborar, que quieren ofrecer sus dones al servicio de todos, que sólo hay que descubrirlos y darles cancha para que puedan seguir prestando servicios que nos ayudan a todos a ser más fecundos evangélicamente.
3. Una profunda humildad de corazón
El Papa Francisco lo vive y lo dice. Nunca la soberbia construyó nada. Babel fue la expresión más visible del fracaso de “querer ser como Dios”. El fracaso es siempre la respuesta humilde del Amor para vivir lo que dijo Jesús: “Sin mi nada podéis hacer”. Sin humildad y unión con Dios no se transmite nada.
Existe una humildad a la hora de vivir la pastoral, de ser apóstoles hoy; y en ello nos lo jugamos todo. Es verdad que Dios sólo construye desde la pobreza y la humildad. Cuando estamos tan desalentados por nuestra pastoral, debemos siempre recordar dos principios muy sanadores: Primero, sólo por una persona, como una madre por su hijo, vale la pena entregar la vida y nuestra entrega es ya eficaz y fecunda. Segundo, nuestra labor es siempre, “con signos pobres”. Tenemos que creer siempre que Dios construye y se hace presente desde nuestra pobreza, desde nuestras limitaciones, incluso partiendo desde nuestros pecados. Desanimarse en el momento presente es el peor de los remedios.