¿Cuánto tiempo dedico a Dios?

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Mons. Francisco Cerro Chaves, Obispo de Coria-Cáceres | Siempre he vivido con el convencimiento que a lo que no dedicamos tiempo acaba muriendo en el corazón. Como decía el P. Larrañaga cuando dejamos de orar, Dios acaba siendo nadie. Está claro que lo que nos apasiona en el corazón acabamos dedicándole tiempo y vida.

El tiempo que dedique a Dios es el tiempo que más me implica en vivir la vida a tope y al servicio de los demás. Sin dedicar tiempo a Dios nos perdemos lo mejor de la vida.

Decía Carlos de Foucauld que el tiempo dedicado a Dios (oración, Eucaristía) y a los hermanos (Colegios, Voluntariados), es el tiempo que podemos estar convencidos de que es el tiempo que nunca perdemos.

Dedicar tiempo a Dios no es el lujo de unos cuantos que no tienen otra cosa que hacer, es la necesidad de quien descubre que como no crezcamos por dentro no podemos vivir y servir por fuera. Sin el Señor la vida se vive en blanco y negro.

Dime el tiempo que dedicas a Dios y a los hermanos y te diré cómo anda tu fe y tu caridad. Cuando nuestra vida no la atraviesa el Amor de Dios siempre digo que es como el que le regala un coche y no le dan las reglas de conducir. Dedicar tiempo y vida a Dios es encontrar el camino siempre de vuelta al Amor del Corazón de Cristo que te empuja al servicio a los pobres.

Para un cristiano el orar, el vivir la celebración de la Eucaristía, el deseo de conocer más en profundidad a Jesús es acertar plenamente a vivir la alegría y el gozo de la salvación. Cuando nuestra vida se pierde a veces en lo que tiene fecha de caducidad y no dedicamos el tiempo y la vida al Absoluto que nos lleva al amor de los necesitados. No acertamos de verdad. Dedicar tiempo a Dios no sólo no es quitar ese tiempo a la familia, a los amigos, a los pobres, es más revierte en mejor servicio, en una calidad de vida más auténtica y verdadera. Dedicar todos los días un tiempo a Dios es vivir y sobre todo gozarnos de la alegría inmensa de quien ha conocido el Amor de Dios. Cuando Dios es “Alguien”, los demás son “alguien” importante para mí. Beber de la fuente del Amor de Dios es encontrar la dirección obligatoria a la entrega de la vida.

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