Venid, perfumes

Llanto sobre el Cristo muerto
Llanto sobre el Cristo muerto (Alonso Cano, 1646-1652. Óleo sobre lienzo, 178,3 x 119,8 cm. Museo Nacional del Prado, Madrid).

Guillermo Camino Beazcua, Presbítero y Profesor de Historia del Arte

Venid al huerto, perfumes,
enjugad la blanca sábana:
en el tálamo nupcial
el Rey descansa.

Muertos de negros sepulcros,
venid a la tumba santa:
la Vida espera dormida,
la Iglesia aguarda.

Oh dolientes de la tierra,
verted aquí vuestras lágrimas;
en la gloria de este cuerpo
serán bañadas.

La unción es una acción clave en la experiencia de la Pascua. La unción de Betania anunció la unción deseada en la mañana de Pascua. Ungir al ungido en la casa de Marta y María, fue la expresión de fe en su identidad como Mesías. Ya había sido ungido con lágrimas de amor, por la mujer reconciliada, fue ungido con el perfume de Betania (los apócrifos sugieren la singularidad de su aroma con una interpretación ingeniosa de su procedencia, vinculándolo al propio cuerpo de Cristo). El Ungido se dejó ungir, el Amor se dejó amar, el perfume se dejó perfumar.

La Pascua es época de aromas, y el Pastor de Jardines, atrae a su Cuerpo en el silencio del Sábado Santo, la siembra de primaveras, como reza la poética santa de Juan de la Cruz, mientras reposa y vence el poder del pecado.

Angeli, la nueva edición de las Edades del Hombre ya activa en Lerma, nos ofrece la posibilidad de meditar el motivo iconográfico del descanso de Cristo en el sepulcro, sostenido, reverenciado por un ángel. Como apreciamos en la imagen que acompaña este artículo, Cristo es sostenido antes de ser depositado en el sepulcro. ¿Quiénes lo sostuvieron? La tradición de la espiritualidad cristiana, deduce que los propios amigos de Jesús, habrían llevado el cuerpo del Crucificado hasta el nuevo sepulcro de José de Arimatea, junto a Nicodemo, María de Magdala, a ellos la tradición ha acompañado con el cariño de María, la Madre, del Discípulo amigo. Sostuvieron su cuerpo herido, aunque nadie como la Madre, pudo sostener con fuerza, firmeza de fe y esperanza, hecha Piedad. A esta tradición una nueva iconografía se consolidó en el siglo XVI como una visión funeraria alternativa al Santo Entierro o a la Piedad, justificando la presencia de ángeles como una muestra más de la divinidad de Jesús.

La tradición cristiana ha sugerido que la fe de todos los creyentes estaría representada en los ángeles, o en un solo ángel, con el que se presenta el llanto ante el Cristo muerto.

Desde la Palabra: el siervo sostenido

El tema del ángel sostenido a Cristo muerto, es un tema muy querido en el arte del siglo XVI, encontramos versiones en escuelas diversas del arte occidental. Nuestra primera consideración puede centrarse en el hecho de Cristo, es el Siervo Sostenido. En esta expresión se concentra toda la espiritualidad del SIERVO DE YHAVÉ: Este es mi Servidor, a quien yo sostengo, mi elegido, en quien se complace mi alma. Yo he puesto mi espíritu sobre él para que lleve el derecho a las naciones. El no gritará, no levantará la voz ni la hará resonar por las calles. No romperá la caña quebrada ni apagará la mecha que arde débilmente. Expondrá el derecho con fidelidad; no desfallecerá ni se desalentará hasta implantar el derecho en la tierra, y las costas lejanas esperarán su Ley… Yo, el Señor, te llamé en la justicia, te sostuve de la mano, te formé y te destiné a ser la alianza del pueblo, la luz de las naciones, para abrir los ojos de los ciegos, para hacer salir de la prisión a los cautivos y de la cárcel a los que habitan en las tinieblas.

Contemplamos a Cristo tras la Cruz, con el convencimiento de que es el Siervo fiel que ha cumplido la misión. Esta imagen tan sugerente del Segundo Libro de Isaías (40-55), siervo (‘ebed) es mencionado en 21 ocasiones en singular, excepto en el versículo 17 del capítulo 54. El autor parece que lo aplica a Israel o Jacob en 14 casos, aunque también lo refiere a Ciro.

El término siervo posee una gama amplia de matices. Siervo es quien sirve haciéndolo desde la obediencia y la sumisión a otro. Así son llamados siervos de Yahveh o siervos de Dios aquellos a quienes Dios les dio una especial misión: Moisés (Ex 14,31), Abraham (Gn 26.24), David (2 Sam 3,18) y por tanto, son ejemplos de vinculación a Dios que los precede confiándoles un servicio, a mayor vinculación, servicio mayor. La misión del Siervo, requiere un especial sostenimiento de Dios, si no es con su fuerza, no podrá realizar la misión encomendada. En el Nuevo Testamento los Sinópticos lo emplean en las Teofanías que revelan la identidad del Cristo, tanto en el Bautismo (Mt 3,17; Mc 1,11) y en la Transfiguración (Mt 17,5; Lc 9,35).

Sintiéndose sostenido, el Siervo no se lamentará, no gritará, si los siervos del poder, lo ejercen con violencia y energía, Él reúsa las armas, actuando con mansedumbre y suavidad. Cristo, el Siervo Sostenido, cumplió la misión en Cruz. El sentido de la vida y la muerte de Cristo está en que soportó hasta el fin el conflicto fundamental de la existencia humana: quiso realizar el sentido absoluto de este mundo ante Dios, a despecho del odio, de la traición y de la condena a muerte.

Para el creyente es coherente, proclamar que tras ser sostenido por la Cruz, ahora, sea sostenido por el Amor del Padre, manifestado en la delicadeza del ángel, el afecto de los amigos. El Siervo sostenido, pudo vencer el mal, no sólo comprenderlo, manipularlo, sino asumirlo. Por eso, al final de su dolor, en el extremo de su pasión, el Siervo conoce el dolor desde dentro y sólo Él lo puede redimir.

Desde nuestra tradición

Cuando Alonso Cano deja su impronta en la realización de este tema, lo hace desde una tradición rica en matices al representar el llanto sobre el Cristo muerto. Conoce en Madrid y estudio las colecciones pictóricas de la Monarquía y allí admira la fineza del Cristo sostenido por un ángel, obra de Antonello de Mesina. Su pincelada se ha refinado, tras conocer el estilo maduro de Velázquez y así emprende la tarea de representar el tema, ha realizado borradores, aguafuertes y grabados. El tema del llanto de un ángel sosteniendo a Cristo, ya hemos recordado que es un tema de honda tradición. Un claro referente es la tipología del llamado “Cristo de san Gregorio”, que representaba la visión que el Papa Gregorio tuvo de Cristo muerto sostenido o flanqueado por dos ángeles. (Taizé popularizó una versión de este tema en los años 80) Durante el siglo XVI se popularizó la idea de que al rezar ante esa imagen se obtenían indulgencias para los difuntos.

Cristo muerto sostenido por un ángel de Antonello da Messina

Cano optó por la versión del llanto con un único ángel que sostiene el cuerpo inerte volviéndolo hacia el espectador. Posiblemente se sirvió de la combinación de dos etampas que reproducían grabados de la época, uno de Hendrick Goltzius siguiendo el modelo de Bartolomeus Spranger y otra de autor desconocido, pero que fue copiada por Giuseppe Diamantini.

Este proceso era habitual en el modo de proceder por Cano, que reelaboraba sus modelos iconográficos fusionando fuentes diversas.

La composición del lienzo queda configurado por dos planos: un plano paisajístico de fondo a la derecha y a la izquierda un fondo oscuro que interpretamos como la entrada del sepulcro. El cuerpo acaba de ser lavado, resplandece con un blanco deslumbrante. El cuerpo de Cristo se muestra aún blando, suave en las formas, como si hubiese sido recién desenclavado, argumento que se justifica por la presencia de los clavos. La falta de rigidez es tal, que aún parece estar vivo, con la limitación de un enfermo, pliega la pierna derecha y parece elevar levemente la cabeza casi apoyado en ese lado. Parece que Cano quisiese mostrar que la vida late aún o que la ido perdiendo de modo progresivo, sin embargo las marcas de la cruz son evidentes para no perder la referencia de la identidad de Cristo muerto, de leve aureola cuyo brillo aún permanece discreto.

Frente a la versión de Antonello de Mesina, simplifica el fondo del paisaje, y éste resulta veraz. La escena se sitúa al atardecer, con una luz tenue que fomenta el contraluz en la figura del ángel, pero el cuerpo de Cristo brilla como si un foco frontal lo iluminase, si no es él mismo el foco interno de su propia luz, su divinidad. El Museo del Prado conserva otra versión de este tema, de inferior factura y de composición más sencilla, situando la escena dentro del sepulcro posicionando el cuerpo de Cristo de perfil.

Cristo muerto sostenido por un ángel de Alonso Cano

Una imagen para orar

Los caminos de la Pascua parten del amanecer en el Sepulcro, del misterio de la Vida que se abre paso en un sepulcro vacío, la noticia de que el cuerpo ha desaparecido y la constatación de que este cambio busca una causalidad. La fe proclama en serena certeza de que el sepulcro vacío, su Cuerpo Glorioso nos precede junto al Padre. Si ya en su sepulcro brilla en misteriosa luz inextinguible, cómo ha de ser la luz de su gloria. Así nos invitan estos versos del P. Rufino Grández:

El Siervo brilla hermoso a nuestros ojos,
misterio y complacencia de Dios mismo;
no hay nombre para él, mas si lo hubiera:
los tres son uno: Hijo, Siervo y Elegido.

No puede haber segundo, porque es Único,
y colma todo amor desde el principio:
vertido está mi Dios en su Unigénito,
su historia y su futuro es este Hijo.

El Hijo de los cielos, Nazareno,
nos dio su filiación en el servicio,
sirviendo en obediencia nos decía,
ser siervo es la forma de ser Hijo.

Por eso dice el Padre: «Mi elegido»,
mi bien total unido a mi destino,
serás por siempre mío, en el Espíritu,
por siempre yo seré tu Dios contigo.

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