Tres campos imprescindibles del seglar

Chica orando

José D. Rincón | Hoy vamos a tomar conciencia de un triple campo, imprescindible e intransferible, común a todos los laicos: FAMILIA-PROFESIÓN-AMBIENTE.

Todos debemos responsabilizarnos, como algo prioritario, porque Dios nos lo ha fijado y encomendado a cada uno.

Alguna idea doctrinal nos descubrirá la Razón de nuestro compromiso:

En la Escritura

Caín mata a su hermano Abel, porque dejaba al descubierto su egoísmo. Dios enojado, le pide explicaciones, y él responde con altanería: «No lo sé. ¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano?» Entonces, el Señor, le descubre su crueldad e injusticia (Cf. Gn 4, 8-10).

Muchos cristianos sabemos que Dios nos ha puesto en una familia, en un trabajo y en un ambiente determinado, y no podemos ignorar nuestra misión y desentendernos, como Caín.

Jesús, en la Última Cena, llega a decirnos unas frases impresionantes: «En esto lleva toda la gloria mi Padre, en que deis frutos abundantes y os manifestéis como discípulos míos» (Jn 15,8).

Por tanto, lo que más agrada a Jesucristo es que demos frutos evangélicos y seamos sus testigos en ese triple campo personal: Familia-Trabajo-Ambiente, que Él nos ha confiado.

Se trata sencillamente de cumplir la voluntad de Dios en nuestra vida. Por eso Jesús, nos reitera tanto esta idea y nosotros la repetimos en la oración: «Hágase Tu voluntad, en la tierra como en el cielo».

En el Concilio Vaticano II

Se nos insiste: «La vocación cristiana es, por su propia naturaleza, vocación al apostolado» (A.S .nº 2) y la Iglesia nos alerta: «Nuevas situaciones, tanto eclesiales como sociales, económicas, políticas y culturales, reclaman hoy con fuerza muy particular, la acción de los fieles laicos. Si el no comprometerse ha sido siempre algo inaceptable, el tiempo presente lo hace aún más culpable». A nadie le es lícito permanecer ocioso (ChL 3).

¿Cómo actuar?

1. En la familia

Es el campo más fundamental y precioso del que no podemos desentendernos como cainitas, y más con lo que ahora está cayendo sobre esta Sagrada Institución. Es el campo más fácil para nosotros, por conocerlo, vivirlo tener competencia, relación y confianza.

La familia es la célula vital de la sociedad y de la Iglesia. Es la institución que el mismo Dios instituyó, y la confía el desarrollo de la tierra: «Creced y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad sobre los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que se mueven en la tierra» (Gn 1, 28).

Jesucristo, nuestro modelo y maestro, quiso nacer, vivir y morir en una familia.

Debemos reivindicar la familia cristiana, condenar el aborto, el divorcio y los malos tratos; trabajando para que la familia sea la transmisora de la fe, de la educación, el amparo de los niños y ancianos y la fortaleza de los cónyuges.

2. En la profesión o trabajo

Igualmente este campo es genuinamente seglar. Cualquier trabajo es colaborar con Dios en la obra creadora.

También, por el sacrificio que supone todo trabajo, nos quiere asociar a su obra redentora y en el trabajo o profesión tenemos la mayor oportunidad de ejercitar la caridad, el mandamiento supremo.

Por eso debemos marcarnos estos tres objetivos:

Trabajar siempre («el que no trabaje que no coma»), para evitar el ocio, la pereza y la tentación.

Superarnos en competencia del trabajo que realicemos, ya seas ama de casa, médico o albañil.

Ofrecer el trabajo a Dios.

3. En el ambiente

Cada uno de nosotros nos movemos en un ambiente concreto en el que Dios nos ha puesto. Ahí es donde debemos ser testigos valientes de Jesucristo, aprovechar cualquier ocasión para evangelizar, escuchar y ejercitar la caridad, a la intemperie, sin refugiarnos.

Jesucristo le pide a su Padre Dios: «No te pido que los saques del mundo, sino que los defiendas del mal» (Jn 17,15), pues aunque el mundo o el ambiente pueda ser enemigo del alma, sin embargo el mundo debe ser nuestro lugar de santificación y evangelización.

«Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo Único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3,16).

Si hacemos lo que podamos en este triple campo, podemos tener la certeza que estamos cumpliendo la voluntad de Dios.

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