Peregrinación a Paray-le-Monial
| Este verano un buen grupo reunido de diferentes partes de España viajó a Paray-le-Monial en una peregrinación organizada por el Centro de Espiritualidad y la Comunidad de Emmanuel. Ellos mismos nos cuentan sus experiencias:
“No tenía ni idea de lo que me iba a encontrar allí, pero fue amor, gratuidad y alegría. Me asombré de ver como gente de muchos países alababa a Dios, también papás con sus hijos pequeños o bebés en brazos en adoración profunda.
Pude también vivir un servicio, aún sin saber francés. Pero formamos un equipo y pudimos servir la comida. También me llamaron, para mi sorpresa, a participar un día en el equipo de música durante la Eucaristía.
Doy gracias a Dios por la experiencia vivida y las bendiciones que se derramaron en todos nosotros». Sara
«El Todopoderoso ha obrado en mí grandes cosas; y la mayor parte de todas es la de haberme demostrado mi pequeñez, mi incapacidad para todo bien».
Con estas palabras de Santa Teresita de Lixieux quisiera compartiros mi breve testimonio.
El pasado mes de abril empecé la etapa de Acogida y Discernimiento en la Comunidad de Emmanuel en España. Este verano pude peregrinar con mis hermanos de Comunidad y con otros hermanos de diversas diócesis españolas y de diferentes realidades eclesiales a Paray Le Monial. Ha sido una experiencia muy enriquecedora.
Allí descubres la inmensidad del Amor de Dios, especialmente a través de la Adoración y de la Confesión. Para mí ha sido muy importante esta peregrinación porque ha sido un redescubrir la alabanza que casi tenía olvidada. Para mí es importante. También he descubierto la belleza de la Liturgia. Quisiera aprender más de ella.
He vuelto con un gran deseo de prepararme para el Año de la Misericordia que convocará próximamente el Papa Francisco. Quiero y deseo ser instrumento del Amor de Dios en este mundo”. Carmen
“No estaba apartada de la fe, pero sí en búsqueda de algo más; me faltaba el sosiego interior. En Paray fui asidua a la adoración al Santísimo. Me levantaba también por la noche para hacer adoración en la capilla de las apariciones del Corazón de Jesús a santa Margarita María de Alacoque. Le pedía al Señor me aclarase… y llegó el momento cuando un sacerdote durante una enseñanza dijo mi nombre y añadió: “andas distraída, no te das cuenta de que el señor te llama con nombre propio, está muy cerca y no te das cuenta, y te lo repite por tercera vez: ‘Yo te amo’”. Me inundó el amor de Dios. Era yo. No había otra persona con ese nombre. Dios quiere que nos sintamos amados por Él.
Este año, tras cansancio mental y físico por seguir buscando el camino que el Señor quiere para mí, he tenido la respuesta. Dios quiere que viva en el abandono, que mi camino es el de la santidad, el de serle fiel en lo cotidiano, me llama a estar con Él, para poder así amar con su amor a los que me rodean. Lo que también me llevé de Paray fue el sentido de la fraternidad, que somos Iglesia estando unos con otros. Doy gracias a Dios por todo”. J.B.
“Quisiera dar testimonio de todo lo vivido en los días que pasamos en Lourdes, Ars y Paray Le Monial, pero en un pequeño párrafo tan solo puedo resumir que ha sido un reencuentro con la misericordia de Dios, un renovarse, en la fe y en el espíritu, que me ha llenado de una esperanza y de una alegría al saber que Dios nos ama inmensamente y que está pendiente de nosotros las 24 horas del día. No nos olvida nunca.
Es que ha sido todo: las charlas sobre la misericordia de Dios, las alabanzas con cantos que hacían presenciar a Dios con nosotros, los pequeños grupos de compartir, el testimonio de un matrimonio de Ruanda, las visitas a los lugares de los santos y el conocer sus vidas, del santo cura de Ars, Santa Bernardette, Santa Margarita María de Alacoque y San Claudio de la Colombière, el conocer un poco más la vida de Pierre Goursat (fundador de la comunidad de Emmanuel), las misas litúrgicas tan participativas por todos, el pequeño servicio de comidas que ofrecimos los españoles a todos los franceses y peregrinos de otros países (más de 3000 personas), los grupos de intercesión donde rezaban por ti como en tiempos de los apóstoles, las confesiones en diferentes idiomas, los momentos de formación en bioética…. y especialmente la adoración. Ha sido un reencuentro con el Señor lleno de sorpresas, de palabras y momentos que me han tocado el corazón profundamente hasta el punto de decir para mí: “¡Señor, me quiero quedar aquí a vivir!” La misericordia de Dios se palpaba en el ambiente.
Fue en el autobús de vuelta para casa, cuando entendí para qué quiere Dios que bajemos del monte Tabor, para decir al mundo: ¡Cristo está vivo! ¡Él vive! ¡Y esta alegría nadie me va la a quitar!”