Nuestra vida de unión con Dios

Amanecer en la montaña

Luis Mª Mendizábal | Nuestra experiencia de Dios, nuestra salvación es todavía imperfecta y se dirige hacia su plenitud, ya que, como dice san Pablo, hemos sido salvados en esperanza. San Juan afirma que todavía no ha aparecido lo que somos. Cuando aparezca seremos como Él.

La filiación divina es susceptible de crecimiento, que es la vía de nuestra vida de unión con el Señor. Existen grados. Hay una progresión en ese vínculo con Dios. Puede desarrollarse, en cierto modo, pero no por evolución de lo que germinalmente está dentro. Nunca la participación de Dios es germinal, sino que es viva y personal. Por lo tanto, no es que esté ahí dentro germinalmente y luego, de forma virtual, se esté desarrollando desde dentro, sino que crece a partir de la gracia en nosotros por la acción divina.

Dios se nos va dando cada vez más. Nos va transformando interiormente con la fuerza de su amor. Nosotros no aumentamos la gracia, sino que se nos infunde en una imagen preciosa de lo que supone en nosotros, como es la mirada amorosa de Dios, que fija su imagen viva en nosotros. Así, como el sol que refleja en un espejo su imagen, nos transforma, haciendo que todo nuestro obrar sea reflejo de esa presencia viva de la imagen de Dios en nosotros.

El Señor nos va haciendo hijos suyos con un corazón semejante al que Él tiene, mirándonos con el mayor amor, a la vez que graba más profunda y bellamente su imagen viva en nosotros. Este es el desarrollo de la gracia.

Hemos sido salvados en esperanza y vemos que nuestra oración es verdadera. Nuestro encuentro con Dios es real, pero en esperanza. Aun cuando estemos cerca de la salvación no será completa ni una salvación definitiva. Y todo nuestro progreso es un crecimiento en nuestra vida espiritual, donde cada vez se va haciendo más sutil el muro de la fe y Dios se acerca más a nosotros. Él se va haciendo cada vez más como el centro psicológico de nuestro ser. Cada vez se va comunicando más hondamente, se va dando más profundamente y así va realizándose esa filiación divina. Vamos creciendo en la unión con Dios. Esto vale en el aspecto personal, pero vale lo mismo en su proyección social.

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