La puerta por donde hemos de entrar: la Humanidad sacratísima de Jesucristo
| Una buena manera de conocer a un padre es por medio de su hijo. El hijo sabe bien cómo es su padre que lo ha criado, formado, acompañado y estimulado hasta tratar de que llegue a ser un hombre que afronta la vida por su propio pie. Algo parecido sucede cuando queremos orar, es decir, conocer, entrar en diálogo con Dios Padre. ¿A quién podemos acudir mejor que no sea otro que su Hijo?
La oración es un camino de encuentro y de profundización en el amor a Dios. Con frecuencia, por no decir siempre, cuando invocamos a Dios, nuestro pensamiento se dirige hacia el Hijo. El Hijo es quien se ha hecho carne, ha tomado nuestra condición humana, para llevarnos al Padre. Es por ello que para tener acceso al Padre hemos de acudir primero a Cristo. Cristo es quien nos abre la puerta al encuentro con el Padre. El Padre nos espera a que vayamos a Él en compañía de su Hijo. Sólo en el Hijo podemos unirnos a la voluntad del Padre. El mismo Cristo toma consigo a Pedro, a Santiago y a Juan en aquella noche de Jueves Santo durante la oración en el Huerto de los Olivos. Quiere estar en compañía de sus amigos más íntimos, de sus preferidos, para así aceptar con mayor facilidad la voluntad del Padre y no la suya propia: entregar su vida para salvarnos del pecado.
Este hecho concreto nos encamina hacia una realidad que hemos de asumir y hacer carne en nosotros si de verdad queremos orar al Padre: acercarnos y recostarnos en la Santa Humanidad de Jesús. Sólo apoyándonos en la Humanidad sacratísima de Nuestro Señor podemos adentrarnos en las entrañas de Dios Padre. Estas palabras no son pura imaginación ni suposición; sino que tienen un fundamento, una base, un pilar sobre el que se puede construir nuestra vida de oración. Me refiero a la experiencia de una mujer, monja de clausura y Doctora de la Iglesia que con finura sin igual nos resume en pocas líneas la importancia que ostenta la Humanidad de Cristo a la hora de encontrarnos con Dios Padre en la oración; me refiero a Santa Teresa de Jesús. Con sus palabras entenderemos mejor este hecho y nos ayudará a “enamorarnos” de la Humanidad del Hijo de Dios:
“Y veo claro, y he visto después, que para contentar a Dios y que nos haga grandes mercedes, quiere sea por manos de esta Humanidad sacratísima, en quien dijo su Majestad se deleita. Muy muy muchas veces lo he visto por experiencia. Hámelo dicho el Señor. He visto claro que por esta puerta hemos de entrar, si queremos nos muestre la soberana Majestad grande secretos” (Vida 22,6).