Escuela del hombre interior

Via Crucis di Mengore. Volzana (Tolmino) – Eslovenia. Mayo 2008
| Repetir muchas veces a la propia madre o al propio padre que se le quiere no tiene por qué significar caer en rutina o aburrimiento. Por el contrario, dicho con el corazón, expresa el verdadero cariño filial. Recitar una letanía puede convertirse en algo reiterativo y rutinario si no brota del corazón. Las letanías son alabanzas, no lanzadas al aire o al vacío, sino dirigidas a alguien vivo: a Cristo, de corazón palpitante, o a la Virgen, Madre gloriosa de corazón palpitante a la que fuimos confiados por su Hijo.
La letanía es una oración breve de súplica, de alabanza; una invocación que ha estado presente desde el Antiguo Testamento hasta nuestros días, ya sea en la liturgia o en la oración privada. Las letanías más conocidas y empleadas son las de la Virgen, al final del rezo del Rosario, o las dirigidas al Corazón de Jesús, especialmente durante el mes de junio a él dedicado.
Las actuales letanías del Corazón de Jesús fueron aprobadas como tales por el papa León XIIII. Eran el punto de llegada de las que se fueron gestando desde las apariciones de Paray-le-Monial. Se trata de 33 invocaciones que evocan los 33 años de vida terrena de Jesucristo. Tienen un rico humus bíblico que las hacen especialmente aptas para la reflexión individualizada y para la meditación personal.
Los comentarios que se irán sucediendo en esta página pretenden adentrar al lector en el misterio del Corazón del Hijo de Dios. Se trata de «una oración maravillosa, concentrada en el misterio interior de Cristo: Dios-Hombre» (SAN JUAN PABLO II, Ángelus, 27 de junio de 1982). Son oración de veneración y diálogo auténtico. Las letanías «hablan del corazón y permiten que nuestros corazones hablan con ese único Corazón» (ibid). Rezadas así se convierten en escuela del hombre interior. Ojalá nos adentremos en el misterio de la redención y la recitación de las mismas nos haga sensibles a la necesidad de reparación: unirnos a Cristo que nos abre el Corazón.