Engolosinar las almas
| Cuando hablamos de catequesis pensamos enseguida en la preparación a diversos sacramentos ya sea para niños con la comunión o jóvenes para la confirmación, pero también hay catequesis para seguir formándose en el terreno de la fe cristiana.
En las catequesis se conocen los fundamentos de la fe, la celebración del misterio cristiano, la vida en relación con Cristo, etc., pero no se puede pasar por alto un hecho importante: el conocimiento de la Palabra de Dios. No basta con conocerla, sino que los procesos catequéticos tienen que ser también un apoyo para que la persona interiorice y haga suya la Palabra. Sólo así podrá dar fruto. Si da fruto es que primero le ha aprovechado a la propia persona, pero el fruto es para darlo a conocer y que otros se puedan alimentar de él.
Al aprender las oraciones fundamentales de todo cristiano, el catequizando, puede iniciarse así en la vida de oración de un modo más fácil. El padrenuestro, avemaría, credo, salve,… son oraciones que todos debemos conocer y llevar a la práctica, primero vocalmente y con el paso del tiempo llegar a orar desde la meditación y contemplación de las mismas. Sin tener la base de cómo podemos ponernos en contacto con nuestro Padre Dios o su Hijo Jesucristo o nuestra Madre María difícil será el diálogo cercano e íntimo. Cuanto mejor aprendamos de nuestros catequistas las oraciones, más beneficioso será para poder estar luego mucho tiempo a solas con Dios, la Virgen o los Santos para entablar con ellos un trato de amistad que transforme nuestras vidas.
Pero esto no se hace en un día ni dos, la catequesis requiere sus tiempos y sus modos, sólo así podemos entrar, después de aprender y hacer nuestras las grandes verdades de la fe la Iglesia, esas oraciones que nos hacen crecer por dentro y buscar la unión con Dios por medio de la oración. Esta tarea es apasionante, los catequistas tienen que saber llevar a quienes la Iglesia les encomienda a saber gustar lo que es la vida de oración. Es lo que pretende Santa Teresa de Jesús cuando escribe sus libros, quiere que con ellos las almas lleguen a Dios. Ella, como buena catequista, desea y así expresa y lo pide a Dios, que es su “intención engolosinar las almas de un bien tan alto que me ha en ello de ayudar” (Vida 18,8).