Confianza y espera
| No vale decir que uno confía en Dios y no en sus fuerzas, porque eso suele significar, justamente, falta de confianza en Dios. Aunque no confíe en mis fuerzas, creo que Dios puede a pesar de mi debilidad y con mi colaboración humilde, incapaz por sí misma, pero que es eficiente puesta en las manos omnipotentes de Dios.
Muchas veces, como defecto en esta purificación de la esperanza, se cae en una expresión equivocada de afirmar que se desconfía de los hombres. E incluso se considera madurez el decir «no me fio de nadie». Eso no es esperanza en Dios. Una cosa es no poner la confianza en los hombres y otra es desconfiar de todos. Esto último ni es cristiano ni es humano, sino simple resentimiento y amargura de corazón.
Aunque únicamente la esperanza sólida está en Dios, eso no quiere decir que alguien sea un desilusionado de los hombres. No se trata de crear una amargura interior y una desconfianza en ello. Eso sería la deformación de la esperanza cristiana. Ahora bien, la esperanza cristiana, como confianza personal que es siempre, lleva un matiz afectivo.
Nosotros esperamos en Cristo, creemos en Cristo, creemos en Dios. Ahora bien, el esperar así con esta fe en Dios es oración, porque es mirar confiadamente con una actitud que está solicitando ayuda. Esa ayuda que de Él solo puede venir. Es trabajar mirando a Dios que ayuda. Trabajar colaborando con el Señor y, al mismo tiempo, con dependencia de esa ayuda que sabemos necesaria y que esperamos de Él.
Es la actitud esperante en medio de una vida que se desarrolla en nuestro nivel humano diario, pero siempre con la mirada en Dios. Lo que es objeto de esperanza, es pues objeto de oración, puesto que solo puede venir por la gracia del Señor y por su ayuda. Pero hay que concretar todavía más esta expresión. Lo que es objeto de esperanza es objeto también de nuestra acción, de nuestra colaboración cristiana. El peligro de la esperanza malentendida, deformada, por la cual algunos combaten ciertos conceptos de esperanza tachándolos de espiritualistas, es creer que cuando uno espera se cruza de brazos. Y eso sería anticristiano.