Con los brazos abiertos

Sagrado Corazón de la Basílica de la Gran Promesa
Fotografía: Iglesia en Valladolid (Flickr)

Juan José Infantes, Presbítero | La verdadera devoción al Corazón de Jesús compromete al cristiano, porque no tiene que ser solo una mera devoción sino que tiene que ser una forma de entender la vida cristiana, una espiritualidad, tanto es así que el Señor nos invita a responder generosamente a su llamada, la llamada que nos hace cada día: “Ven y sígueme”.

La devoción al Corazón de Jesús con el tiempo se convierte en un modo nuevo de vivir, es un modo de concebir la vida que se adapta estupendamente al tiempo en el que nos ha tocado vivir, con la gracia divina tenemos que comprender en qué consiste la devoción al Corazón de Cristo y seguramente que cuando lo comprendamos cambiará la visión que tenemos nosotros del mundo, de las cosas, de las personas.

¡Cuántas veces nos quedamos únicamente con lo negativo de las cosas o de las personas! y el Corazón de Jesús nos invita a mirar siempre desde lo positivo, desde lo bueno, desde aquello que nos ayuda a edificar y a construir un mundo mejor.

El mundo de hoy vive solo para el propio interés, nos encontramos mucho egoísmo, encontramos un deseo de protagonismo grande en las personas a veces, y el corazón de Jesús nos habla de generosidad y nos habla también de humildad. La humildad es la base de todas las virtudes, cuando se vive la humildad podemos vivir cualquier virtud que el Señor nos pida.

Cuánto a veces hay que aguantar y escuchar porque no se entiende el Amor al Corazón de Jesús, pero eso no nos tiene que desaminar. A Santa Margarita María al principio no la entendían ni sus propias hermanas en el Monasterio y sin embargo ella había sido elegida para convertirse en el apóstol del Corazón de Jesús, por eso cuando sintamos en nuestra vida las incomprensiones o las críticas o el rechazo tenemos que decir constantemente: “Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío”.

Ese “en vos confío” es lo que nos ayuda a nosotros a vivir la espiritualidad profunda del Corazón de Jesús. Quien confía en el Corazón de Jesús lo tiene todo, quien confía en el Señor todo se le resuelve para el bien, ¿no será que en algunos momentos nos falta a nosotros confianza en el Señor? ¿No será que confiamos más en nosotros mismos que en el Corazón de Jesús que nos ha llamado?

Si confiamos en nosotros mismos pronto nos derrumbamos, si confiamos en el Corazón de Cristo todo es para su gloria, todo es para su bien; por eso el Señor nos da en cada momento lo que más nos conviene, aunque humanamente no le entendamos, pero incluso del mal tenemos que aprender a sacar bien, a sacar algo de provecho para nuestra, vida sobre todo para nuestra vida interior, para nuestra vida espiritual.

Vivir en el Corazón de Jesús significa vivir esa vida de humildad que los Santos nos enseñan, esa vida de humildad que muchas veces nos preguntamos “y ¿qué querrá el Señor con todo esto?” y ¿qué me está pidiendo el Señor a mí con esta situación que vivo? y ¿qué querrá enseñarme el Corazón de Jesús con esto que está ocurriendo en mi vida, en mi familia, en mi comunidad, que querrá enseñarme el Corazón de Jesús en ese diálogo que tenemos que tener con él, en esa intimidad que tenemos que conservar?

Dejemos que el Corazón de Jesús nos hable, nos enseñe, nos anime a seguir adelante, muchas veces sentimos el cansancio en nuestra vida, ese cansancio a veces espiritual que parece que ya no hay salida por ningún sitio o que parece que esto es una locura, no vale para nada y lo dejo y… En ese momento hay que acordarse de decir con toda la fuerza del corazón: “Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío”, repetidlo muchas veces en la vida, “en vos confío” porque nuestra confianza tiene que ser en el Señor, confiar en él, él es el amigo que nunca falla, es el amigo que nunca nos deja, es el amigo que nos espera constantemente para darnos ese abrazo que necesitamos para seguir adelante. Sentir en nuestra vida el abrazo del Corazón de Jesús que está con los brazos abiertos esperándote y que te está atrayendo a lo más intimo a su propio Corazón.

Anterior

Aquel día creí en Él (Las bodas de Caná)

Siguiente

Los sacramentales