Comentario al Veni Sancte Spiritus (VIII)
, Ex director Nacional del APOR
Alivio en el calor
Alivio en el calor, consuelo en el llanto, luz beatísima, purifica lo que está manchado. Alivio en el calor, ¿qué calor es este, qué puede significar? Pues el calor material que uno tiene que soportar como compañía en el trabajo apostólico y de santificación. En medio de ese trabajo, de ese calor, de ese fuego, El es el alivio. Pero en la Escritura generalmente el termino calor, fuego, es símbolo de las tribulaciones, de todo lo que significa prueba del alma que debe pasar a través del fuego. Nuestro trabajo por las almas, normalmente, se ejercita en medio de contrariedades diversas por eso mucho servidores de Dios prefieren trabajar a la sombra, tienen miedo del calor del pleno sol.
Significa toda cruz interior y exterior que carga en el trabajo añadiéndose a él. En medio de esas cruces el Espíritu Santo es el alivio que nos da la serenidad y la paz. Dice San Pablo ‘todos los que quieran vivir según Cristo sufrirán persecuciones’. Esto es un hecho que experimentamos cada día sin embargo nos sorprende y desconcierta cuando nos toca a nosotros. Pero basta que en la fuerza del Espíritu nos renovemos en la viveza de la fe reconociendo la permisión divina implícita en la prueba para que esta se nos vuelva inmediatamente más soportable. Es ya un alivio que produce en nosotros el Espíritu Santo pues nadie podrá quitar ya de nuestra vida la presencia de contrariedades y persecuciones. El Señor jamás prometió una vida sin cruces. Cuando nosotros nos imaginamos una vida muy dichosa y damos como argumento que debe ser así porque somos fieles al Señor y somos cristianos y por lo tanto parece que todo debe salirnos bien es señal de que no hemos entendido el abc de la vida cristiana. La vida cristiana es vida de tribulaciones, vida de calor pero en la cual siempre hay un alivio. No es la eliminación de las tribulaciones ni siquiera su atenuación o la eliminación de las persecuciones. Démonos cuenta de esto: el alivio no nos quita el calor. Como el descanso en el Espíritu decíamos que no nos quitaba el trabajo sino que es alivio intimo en el calor. Esta es la característica de la vida fervorosa es el reino de Dios hecho de paz y gozo en el Espíritu Santo que se promete como bienaventuranza a los que sufren persecución por la justicia.
En el fervor hay al mismo tiempo dos contrastes que parecerían irreconciliables: hay unión del temor con la confianza, a veces una cierta angustia y a pesar de ella en el fondo del alma esta la firmeza de la confianza, hay tribulación a veces verdaderamente pesada y en medio de la tribulación, allí en el fondo, ese alivio, en medio del calor la serenidad y la paz, alivio en el trabajo, en el calor. Por lo tanto, este alivio que se promete como bienaventuranza es la paz y gozo en el Espíritu Santo, en la persecución misma, no solo después de ella.
Consuelo en el llanto
También invocamos al Espíritu con la palabra consuelo en el llanto. Los que lloran son los que no se sienten a la altura, se sienten afligidos por el sufrimiento, por las propias limitaciones incluso por las propias infidelidades, por los propios pecados. Afligidos también por la pérdida de tantos que se alejan de Dios. Estos son los que lloran. El Espíritu da a estas almas que lloran por los propios pecados una resolución ferviente después de una falta sinceramente confesada y sinceramente aceptada con humildad. La resolución fuerte del Espíritu nos promete que nos asistirá para seguir caminando adelante. Podemos recordar el llanto y las lagrimas de la viuda de Naín, el llanto y las lagrimas de Marta y María, el llanto y las lagrimas de la Magdalena junto al sepulcro del Señor, el llanto y las lagrimas de Pedro después de su caída cuando saliendo fuera empezó a llorar amargamente. Todas estas lagrimas las enjuga el Espíritu Santo pero además cuando son lagrimas que brotan del dolor de los pecados, de las pérdidas de las almas o de la compasión con Cristo en si mismas llevan el consuelo del Espíritu y están llenas interiormente de la paz y del gozo, de la riqueza interior del amor. Brotan del amor y son fundamento del mismo amor.
Luz beatísma
¡Oh luz beatísima, llena los corazones de tus fieles hasta el fondo! Sin tu presencia graciosa nada hay en el hombre que no esté manchado. Decía Jesucristo que quien obra el mal huye de la luz. Aquí el fiel movido ya por el Espíritu ansía la luz y suplica a esa luz personal que es el Espíritu Santo que penetre hasta los entresijos tenebrosos de su corazón humano donde el hombre mismo tiene miedo a bajar porque siente vértigo y porque intuye la suciedad vergonzosa que en esos sótanos interiores como alcantarilla del hombre se aloja. Es grito valiente. Por la doctrina evangélica sabemos que el cristianismo es religión del corazón. La luz no es simplemente la iluminación objetiva o un comportamiento que seguir, sino que pone al hombre entero bajo su acción e ilumina lo escondido del corazón, de las tinieblas, para transformarlo en luz luminosa. Como dice san Pablo ‘erais en un tiempo tiniebla, ahora sois luz en el Señor’. El Espíritu es luz, en El no hay tinieblas. Es Espíritu de sinceridad y de verdad. Y en el hombre que ha sido iluminado surge el hambre de luz, la mirada admirativa hacia la luz beatificante. ¡Oh, Luz Beatísima!