Jesús en los brazos de María
| Habíamos acaecido ya algunas heladas del último mes del 2014. Todo el año yo llevaba anhelando, sin éxito, una corazonada: «que la Santísima Madre me llevaría de nuevo a Fátima», donde un año antes me fue concedido el deseado, inesperado e inconmensurable honor de ser consagrado al “Inmaculado Corazón de María”.
Nos situamos en el segundo domingo de diciembre, en Garabandal (Santander), donde hubo unas “apariciones marianas” a cuatro chiquillas del pueblo hace 50 años. Fue entonces cuando un hermano, muy devoto de La Reina del Cielo, me propuso ir unos días de oración en retiro, desconociendo ambos y por completo el plan. Por supuesto que de inmediato y sin dudarlo acepté, confiando que todo era providencial y por amor a la Santísima Virgen.
Dos días antes, el 12, en el santoral Día de la Virgen de Guadalupe (también aniversario de mi hija Diana), nace prematuramente Jesús, hijo de María y Mjaita, hermanos muy humildes de nuestro grupo de oración, de origen rumano. La alegría propia de este acontecimiento, es ensombrecida por el hecho de nacer prematuramente, con escaso peso y un coágulo de sangre en su cerebro. Los médicos emiten el diagnóstico: “¡Crítico! Con escasas posibilidades de sobrevivir”. La notica y a la par la preocupación como un rayo alertan a los hermanos del grupo, principalmente, y otras muchas personas cercanas.
El Espíritu Santo encendió nuestros corazones, sin duda, y al unísono elevamos nuestra plegaria y oración al Cielo, en esas fechas tan sensibles, a otro Jesús que está a punto de nacer… Los días avanzan, pero no la mejoría. Los padres estaban muy preocupados y nerviosos, como podemos intuir. Se trata además de una familia de cinco miembros y sin recursos, a los que algunos hermanos colaboramos de maneras distintas y con la clarísima ayuda de la Providencia.
Los médicos insisten y «recomiendan», (por no expresarlo con crueldad), atentar contra el quinto mandamiento. ¡Qué horror! Es el mayor regalo de Dios: la vida. Pero la oposición de ambos progenitores es tan meritoria como firme: «Este es un regalo del Señor, y no lo vamos a despreciar…»–dicen a la par– “Si el niño quiere vivir, si Dios quiere que viva, ¿quiénes somos nosotros para quitársela?”
Pues bien, puestos en antecedentes, volvemos a nuestro retiro de oración. Era ya el último viernes del año por la mañana, cuando el “GPS” indicaba: Fátima. Paramos en Ciudad Rodrigo para asistir a la Eucaristía (que no pudo ser, pues ELLA quiso que fuese ya a su lado) y desayunar, pero sí pudimos ofrecer el viaje al Santísimo, que intuíamos estaría expuesto en el convento de las Clarisas de la ciudad.
En estas horas se iniciaba el acontecimiento que ahora propicia este testimonio, que no pretende ser otra cosa que un indicador y claro exponente de que Jesús y María a través de sus Inmaculados Corazones “ACTÚAN, PORQUE VIVEN Y LATEN POR Y PARA NOSOTROS UNA VEZ MÁS”, y que conoceríamos más tarde. Nos dieron la noticia: «El estado de Jesús se agudiza y entra en coma». Mi pensamiento, se redujo a las palabras del santo trapense, Rafael Arnaiz: “SOLO DIOS.”
A partir de aquí, providencialmente y apenas consciente de ello, el objetivo de la peregrinación se expresa por sí sólo: los 4 días de intensa oración que empezaba iban a estar dedicados especialmente por esta causa “Madre, que Jesús viva”.
El sábado, ya en Fátima, la petición principal de oración por los enfermos, en nuestro caso por Jesús, se dibujó mediante el rezo del Rosario en «La Capelina» (lugar de las apariciones). Simultáneamente en Valladolid muchos hermanos estuvieron en oración (18,30 y 19,30 h. respectivamente). Expresar también que de la Santísima Virgen, ambos recibimos no pocas gracias personales esos días.
Era ya domingo 28, día de la Sagrada Familia. Imprevisiblemente y ya sin tiempo material, la Madre nos llevó a Aljustrel a oír la Santa Misa. Sin saber la hora y sin preparar nada nos interesamos por este lugar. En quince minutos estábamos allí. Ya el último día y sin poder dar una explicación coherente, adelantamos un día el regreso, con parada en Coimbra para orar en el convento donde la Hna. Lucía pasó los últimos años. Allí, pasamos un largo rato de la tarde, cuando llegaba a mi interior una inesperada «señal» que reservamos para otro momento.
Sobre ésas horas, (más tarde nos enteraríamos) que, contra todo pronóstico, JESÚS SALÍA DEL COMA! Un ¡Alabado sea Dios! Y un ¡Gracias Mamá! se verbalizó en nuestro conmovido corazón.
La Bienaventurada Consoladora de los afligidos, entendía yo, me había llevado ante ELLA para mirándole a sus ojos, pedirle por este otro niño Jesús. Precisamente haciendo coincidir perfectamente (para que no tuviese duda), los tiempos de trayecto de esta peregrinación, tan especial, con el tiempo que Jesusito estuvo casi sin vida; esa vida, que los doctores, que desconocen seguramente cuánto Dios les ama, propusieron arrebatar. Pero, “el doctor propone, y SÓLO DIOS dispone”. ¿Coincidencia o «Dioscidencia»? Remito a Mateo 13,13-15: “Por eso les hablo en parábolas; porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden… “
Ahora Jesús con sus 5 meses, ha adquirido un peso normal, para su edad. En este corto espacio de tiempo la medicación ha sido reducida y podemos observar que todos sus sentidos se comportan normalmente ¡PARA GLORIA DE DIOS!