Celebremos con María
, Diácono Permanente | El mes de mayo al que los cristianos llamamos “mes de María” ha sido un tiempo en que hemos tenido muy presente a María, y es que los cristianos y de forma particular los católicos, dedicamos una atención muy especial a la Virgen María, no sólo en nuestras oraciones o devoción personal, sino también en la celebración litúrgica.
De hecho recordamos a la Virgen a lo largo de año litúrgico porque ella estuvo muy unida a su Hijo en la obra de la Redención. La Constitución Sacrosanctum Concilium sobre la Sagrada Escritura (103) nos indica que “la santa Iglesia venera con especial amor a la bienaventurada Madre de Dios, la Virgen María, unida con un vínculo indisoluble a la obra salvadora de su Hijo”.
Las celebraciones que la Iglesia hace de la Madre de Dios, durante el año litúrgico, se distinguen entre sí según la importancia que tengan y se denominan: solemnidad, fiesta y memoria.
Las Solemnidades de la Virgen son cuatro:
Santa María Madre de Dios. Fue el Concilio de Éfeso (431) el que dio el impulso decisivo para aclamar a María como “Theotokos” (Madre de Dios), porque en ella la Palabra se hizo carne y acampó entre los hombres el Hijo de Dios, príncipe de la paz, cuyo nombre está por encima de todo nombre. Se celebra el 1 de enero.
La Anunciación del Señor. También conocida como “Encarnación del Señor”. Esta gran fiesta toma su nombre de la buena nueva anunciada por el arcángel Gabriel a la Virgen María referente a la Encarnación del Hijo de Dios. Aclamamos el “fiat” de María, celebramos su “hágase en mí según tu palabra”. Al pronunciar el “fiat” de la Anunciación y al dar su consentimiento al Misterio de la Encarnación, María colabora ya en toda la obra que debe llevar a cabo su Hijo. Ella es madre allí donde Él es Salvador. Se celebra el 25 de marzo.
La Asunción de la Virgen María. En esta solemnidad celebramos el dogma de la Asunción, que se refiere a que la Madre de Dios, cumplido el curso de su vida terrena, fue llevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo, en donde ella participa ya en la gloria de la resurrección de su Hijo, anticipando la resurrección de todos los miembros de su Cuerpo. Fue proclamado este dogma por el Papa Pío XII, el 1 de noviembre de 1950. Se celebra el 15 de agosto.
La Inmaculada Concepción de María. A lo largo de los siglos, la Iglesia ha tomado conciencia de que María “llena de gracia” por Dios había sido redimida desde su concepción. Esto es lo que confiesa el dogma de la Inmaculada Concepción, proclamado por el Papa Pío IX en 1854. Es bueno recordar que la celebración actual fue deseada y promovida por el pueblo español, las universidades de Salamanca y Alcalá de Henares, y así como por los Tercios españoles en Flandes. Es la patrona de España y se celebra el 8 de diciembre.
Las Fiestas de la Virgen son tres:
Presentación del Señor. Esta fiesta comenzó a ser conocida en Occidente desde el siglo X, con el nombre de Purificación de la bienaventurada Virgen María. Recordamos como la Virgen y su esposo presenta y ofrecen a su Hijo en el templo según la Ley de Moisés, que prescribía el rescate de los primogénitos y la purificación de la madre. Se celebra el 2 de febrero.
Visitación de la Virgen María. Celebramos esta fiesta con motivo del viaje de la Virgen María que va a visitar a su prima Isabel, que estaba embarazada de un hijo en su ancianidad. Al encontrarse gozosas las dos futuras madres, el Redentor que venía al mundo santificó a su precursor (Juan Bautista) que aún estaba en el seno de Isabel. Y al responder María al saludo de su prima Isabel, exultante de gozo en el Espíritu Santo, glorificó a Dios con el cántico de alabanza del “Magníficat”. Se celebra el 31 de mayo.
La Natividad de la Virgen. Esta fiesta es conocida en Oriente desde el siglo VI y en Occidente fue introducida en el siglo VII. Los evangelios no nos dan datos sobre el nacimiento de María, pero hay varias tradiciones que la consideran descendiente de David, de la cual nació el Hijo de Dios. El nacimiento de la Madre del Salvador que fue concebida sin mancha de pecado, es un anticipo y anuncio de la redención obrada por Jesucristo.
En cuanto a las Memorias de la Virgen María son numerosas, citaré algunas de las más significativas.
Inmaculado Corazón de María: Ella que es Madre de Jesús y nuestra, tiene un corazón que arde de amor divino, que rodeado de rosas blancas nos muestra su pureza total y que atravesado por una espada nos invita a vivir el sendero del dolor-alegría.
Presentación de la Virgen: Es una antigua y piadosa tradición. El “protoevangelio de Santiago”, nos narra que cuando era pequeña sus padres la llevaron al templo de Jerusalén. María estaba destinada a ser un templo vivo de la divinidad.
Otras de las memorias que la Iglesia celebra en honor de la Virgen son: María Madre de la Iglesia, María Reina, Nª. Sª. de Lourdes, Nª. Sª. Del Carmen, Nª. Sª. de los Dolores, Nª. Sª. del Rosario, etc… Es obvio que con todas estas celebraciones no tenemos disculpa alguna para no tener presente a la Santísima Virgen en nuestra vida.