Orar en Navidad con los santos

Proclamación de nuevos santos

Francisco Castro, Diácono Permanente | El pasado 16 de octubre en la Plaza de San Pedro del Vaticano el Papa Francisco nombró a siete nuevos santos. Una celebración a la que asistieron más de 100.000 personas, todas ellas con la intención de participar de un gran día para la Iglesia Católica. En esta Santa Misa fueron canonizados los beatos:

Manuel González García (1877-1940). Llamado el Apóstol de los Sagrarios Abandonados. Leyó y enseñó a leer el Evangelio a la luz de la lámpara del sagrario. Fue perseguido por su condición cristiana durante la Guerra Civil española. Está enterrado en la catedral de Palencia bajo la inscripción sepulcral que él mismo dictó: Pido ser enterrado junto a un sagrario, para que mis huesos, después de muerto, como mi lengua y mi pluma en vida, estén siempre diciendo a los que pasen: ¡Ahí está Jesús! ¡Ahí está! ¡No lo dejen abandonado!

Salomón Leclercq (1745-1792). Durante el comienzo de la Revolución francesa se negó a prestar juramento a la nueva constitución y por ello fue degollado en el Convento de los Carmelitas que había sido convertido en prisión junto con otros 94 compañeros. Fue el primero de los Hermanos de las Escuelas Cristianas de la Salle en ser mártir.

José Sánchez del Rio (1913-1928) Durante la llamada guerra cristera acaecida en Méjico fue hecho prisionero y obligado a renegar de su fe. Como se negó le degollaron los pies y le obligaron a ir andando hasta el cementerio y mientras gritaba “Viva Cristo Rey” fue ejecutado cuando tenía apenas 15 años. Tres días antes había escrito a su madre: “Resígnate a la voluntad de Dios. Yo muero contento porque muero al lado de Nuestro Señor”

Ludovico Pavoni (1784-1849). Conocido con el cura de los chicos pobres, les ayudó espiritualmente y les proporcionó una digna salida laboral con un interesante abanico de profesiones. Es el fundador de la Congregación de los Hijos de María Inmaculada. El Papa Pío XII calificó a Ludovico como “otro Felipe Neri… precursor de san Juan Bosco… perfecto emulador de san José Cottolengo”.

Alfonso María Fusco (1839-1910). Fundador de la Congregación de las Hermanas de San Juan Bautista, destinada a la educación católica de niños y jóvenes. Fue el padre de los pobres que explicó a Dios a las personas simples.

José Gabriel del Rosario Brochero (1840-1914). Conocido en Argentina popularmente como “el cura gaucho”. Evangelizó un enorme territorio donde no había carreteras, ni escuelas y sus habitantes vivían muy esparcidos unos de otros. Cosa que no le desaminó, y les ayudó a que abrieran escuelas, iglesias, carreteras, llegando a inaugurar una casa de ejercicios espirituales que llegó a albergar a 40.000 personas.

Isabel de la Santísima Trinidad Catez (1880-1906). A pesar de la oposición de su familia ingresó en el convento de las Carmelitas Descalzas. Al final de su vida se refería a sí misma como “Laudem Gloriae” (Alabanza de Dios). Es conocida por haber escrito la oración a la Santísima Trinidad.

Durante su homilía el Papa Francisco dijo refiriéndose a los santos: “…son hombres y mujeres que entran hasta el fondo del misterio de la oración. Hombres y mujeres que luchan con la oración, dejando al Espíritu Santo orar y luchar por ellos; luchan hasta el extremo, con todas sus fuerzas, y vencen, pero no solos: el Señor vence a través de ellos y con ellos.”

Estas palabras sobre los santos y la oración deberíamos tenerlas muy presentes en las fechas en las que nos encontramos tan cercanas a la Navidad. Porque es muy posible que cuando queramos darnos cuenta la Navidad habrá pasado por encima de nosotros como un huracán. Todos sabemos lo que significa para la sociedad actual la llegada de la Navidad: excesos, compras compulsivas, comidas, cenas, regalos, encuentros con compañeros de trabajo, el regreso de seres queridos… Y ante toda esta realidad festivo-consumista ¿En qué lugar dejamos la oración durante la Navidad?

Si las prisas y el agobio con el que vivimos nuestra vida cotidiana ya nos ponen a prueba a la hora de buscar un tiempo para la oración, la llegada de la Navidad parece que incrementa de forma exponencial nuestra actividad diaria, haciendo poco menos que imposible nuestro encuentro con el Padre.

Como cristianos nuestra vivencia de la Navidad debe estar llena de alegría, pues celebramos el nacimiento de nuestro Salvador. Debe estar llena de agradecimiento al Padre que nos envía a su Hijo para hacerse Él presente entre nosotros. Y toda esa alegría y agradecimiento debemos ser capaces de transmitirlas a los demás, siendo ejemplo al igual que lo fueron los santos, ellos que lucharon con la oración frente a las hostilidades de su entorno. Nuestro testimonio será la mejor muestra de cómo se ha de vivir cristianamente una Navidad que cada vez está perdiendo su verdadero valor religioso para convertirse en algo completamente banal.

Al igual que estos nuevos santos combatieron con la oración todo tipo de adversidades (cada tiempo tienes las suyas) y a nosotros nos ha tocado vivir en una sociedad cada vez más secularizada donde los valores cristianos son cuanto menos despreciados. Seamos pues abanderados de nuestra fe y con la misma valentía que los santos se enfrentaron en su momento a las dificultades que se les presentaban, vivamos la Navidad con la alegría de ser cristianos y que nuestro testimonio contagie a quienes estén a nuestro lado de amor y felicidad.  FELIZ NAVIDAD.

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