La Escritura en la vida del monje
, Presbítero | Podemos decir sin exagerar que la Biblia es el libro del monje y no solamente del monje, sino de todo cristiano. Los monjes, desde el comienzo del movimiento monástico, sienten un afecto especial por la Palabra de Dios, que ocupa un lugar primordial en la vida espiritual del monje. La lectura y meditación de la misma emplea gran parte de la vida de un consagrado a Dios. Por ello en los monasterios se ha leído, estudiado, aprendido de memoria y recitado, para luego aplicarla a la vida personal y comunitaria. La Biblia es la verdadera norma de vida, incluso en los comienzos del monacato era considerada la única regla de vida, ello antes de que se escribieran reglas monásticas, como la de san Benito o san Basilio. De ella se tomarían las frases, los ejemplos y los textos para un encuentro más profundo con Jesucristo. Así se podía considerar a la Biblia como el libro de los monjes.
San Jerónimo llega a decir que quien no conoce la Biblia no conoce a Cristo. Esta forma de acercarse a la Palabra de Dios será una constante en toda la doctrina monástica, expresada de diferentes modos por todos los Padres del monacato. Incluso cuando los monjes no sabían leer se recitaba en coro todos juntos, para que, de este modo, la pudiesen aprender de memoria y luego recitarla personalmente. El objetivo final de almacenar textos bíblicos en la mente del monje era favorecer otra actividad fundamental del monje, como era la meditación. Meditación que no consistía sólo en pensar o reflexionar sobre los textos, sino en algo mucho más profundo: asimilarlos, hacerlos suyos, que se fusionasen con la propia naturaleza. En el proceso intervenía todo el ser humano, al recitar el texto con la boca, la memoria lo retenía, la inteligencia penetraba el sentido del texto y la voluntad lo aplicaba en la vida. Para muchos autores la meditación era la labor más importante del monacato. Por la misma se iba esculpiendo la vida espiritual del monje. La meditación va transformando lentamente la vida, al ir identificándola y asimilándola con el texto sagrado.
De este modo nos damos cuenta que, como ya hemos afirmado, la Biblia es el libro del monje, uno de los textos más abundantes en todo monasterio. Sus códices eran muy apreciados en la Antigüedad y en la Edad Media. Incluso a pesar del voto de pobreza era uno de los libros que los monjes podían tener en sus celdas. El amor por la Escritura en el monacato no ha cesado a lo largo de los siglos. El texto sagrado sigue siendo un punto central en la vida del monje. Se dedica horas a su lectura y meditación, mediante la Lectio Divina. En ella el monje recrea la lectura espiritual de la Biblia al modo como lo hacían los Padres de la Iglesia y como lo han hecho los monjes a lo largo de los siglos. Al mismo tiempo, se estudia. Tanto fue así, que de los monasterios medievales surgió una gran corriente de pensamiento teológico cuyo eje central era el estudio y meditación de la Biblia. Fue la denominada Teología Monástica que vertebró durante siglos el pensamiento teológico de la Iglesia.
La lectura de la Palabra de Dios por parte de los monjes no sólo se convirtió en fuente de vida espiritual para los miembros de la comunidad o para aquellos que se acercarán a sus monasterios, sino que fue el origen de una profunda reflexión teológica, de tal manera que se convirtió en el alma de la Teología Cristiana. Mucha de la misma se realizaba mediante el método del comentario de la Escritura y tomando como base el texto bíblico se desarrollaba el discurso teológico. De este modo, gracias a la Escritura los monjes han participado de forma activa en la vida de la Iglesia. Ello supuso que el lenguaje utilizado en sus escritos por los Padres del Monacato fuese un lenguaje lleno de citas bíblicas. Lo cual impregnó también el lenguaje del pensamiento cristiano y de toda la Iglesia. Los futuros textos monásticos y reglas de vida estarán plagados de cientos de textos bíblicos, que almacenan en su seno la gran sabiduría espiritual que los monjes habían obtenido de la Biblia.
Todo ello nos lleva a definir “la Biblia como el libro del monje y al monje como el hombre de la Biblia”, por ello en los monasterios se buscará la lectura de la Palabra, su escucha, la meditación y la predicación de esta Palabra. El monasterio es el espacio que custodia la Palabra de Dios, incluso sus espacios arquitectónicos nos lo recordarán. Monasterio, Monje y Biblia se convierten en verdadera síntesis de la vida espiritual monástica.