La oración en la vida del monje (II): Los obstáculos
, Presbítero | El fin de la vida del monje es hacer del consagrado un hombre de oración. Tal propósito significa mucho más que conseguir que el monje asista a todos los actos litúrgicos y oraciones establecidos en el horario diario del monasterio, se trata de algo mucho más profundo e interior. El hombre de oración es aquél que goza de una relación asidua y contante con Dios, el que ha logrado un trato familiar con Dios y permanece fiel a la gracia, aunque no exento de las luchas interiores y exteriores de la vida espiritual. En la vida del monje sucede de idéntica manera. El monje se verá envuelto en estas luchas espirituales, contiendas en las cuales el hermano irá perfeccionando su ideal monástico y se irá adecuando al modelo propuesto en la regla y en la tradición monástica. Pero el fin siempre será el mismo: hacer del monje un hombre de oración. La purificación intensa que supone toda la vida ascética del monje tiene como objetivo construir la figura del monje como una persona preparada para la unión plena con Dios, hacer del monje un perfecto orante, un contemplativo y, en definitiva, un místico.
Llegar a esta oración supone una ascesis, una renuncia, solamente cuando un desasimiento de todo se puede conseguir la verdadera oración, porque entonces ya no hay lugar en el corazón para las cosas sino solo para Dios. Así, en esta perseverancia en la oración se logra la cumbre de toda perfección. Desde una oración profunda se pueden conseguir todas las virtudes, ya que la oración une a Dios y desde esta unión espiritual se conceden todas las gracias, se inflama el corazón en el amor divino y se recibe la plenitud de la gracia santificante. Todo ello posibilita la adquisición de las virtudes y la vivencia de una espiritualidad plena. Los Padres del monacato decían que la práctica de la oración engendra todas las virtudes, o que la práctica de todos los mandamientos está contenida en la oración ya que no hay nada superior al amor a Dios. Así se pone en conexión oración y caridad. La verdadera oración derrama en el corazón humano la verdadera caridad por obra del Espíritu Santo y ello propicia la práctica de las buenas obras.
Pero para conseguir el ideal antes expresado, todos los Padres del monacato y los grandes maestros de la vida monástica vieron la gran dificultad de poder alcanzarlo, y entendieron que tal logro solamente es posible con una profunda lucha y ascesis que ayude a saltar los obstáculos con los que el monje se encuentre en la vida diaria. Los enemigos del monje se esforzarán de diferentes maneras por conseguir que el hermano renuncie a la oración, se distraiga, llegue tarde o abandone su empeño orante. Esta lucha se dará en el corazón y la mente del monje, y serán múltiples los pensamientos y los sentimientos que asediarán al consagrado, que en numerosas ocasiones le dejarán perplejo. Juan Casiano es uno de los escritores monásticos que mejor describe el continuo fluir de los distintos pensamientos que inundan la mente del monje. El origen de los mismos puede ser meramente físico: necesidad de alimentación, el modo de ordenar el apetito, enfermedades diversas y las tentaciones contra la castidad. En otras ocasiones tendrán un origen espiritual: la vanagloria, la tristeza, las arideces espirituales, las desolaciones, el desencanto, la desesperanza, la acedia, la ociosidad, etc… Todo ello nos muestra el marco de los obstáculos interiores y exteriores que son los impedimentos para lograr una profunda vida de oración. El objetivo de ordenar la vida del monje tiene como fin vencer todos los obstáculos antes mencionados, y Juan Casiano lo desarrolla de forma magistral en sus Instituciones Cenobíticas.
Los medios para vencer todos los obstáculos que son el impedimento para la oración han sido utilizados por los monjes desde los inicios del movimiento monástico. Los más importantes hacen referencia al dominio y el ordenamiento del sueño, por ello dedicarán largos párrafos a describir cómo vivir el horario nocturno, poniendo gran énfasis en diversas vigilias y en el modo de combatir el sueño y las distracciones. Otro medio será todo lo referente a la comida y la lucha contra la gula, que en la mentalidad de los Padres del monacato se conseguirá con el ayuno, e incluso eliminando ciertos alimentos de la refección diaria, como podía ser la carne. También las diversas penitencias, tanto exteriores como interiores, ayudaban al monje al ordenamiento de los propios pensamientos y con ello alcanzar una oración lo más perfecta posible. La obediencia a la legislación del monasterio, el silencio y la vida en comunidad también son los medios adecuados que ponen al monje en el camino de la oración continua. A ellos hemos de añadir la lectura de la Sagrada Escritura, los textos de diversos Padres de la Iglesia y santos que llenen de buenos pensamientos la mente del monje.