¡Oh, lámparas de fuego!
| Contamos con muchos santos que interceden por nosotros, pero además de ello nos enseñan y abren las puertas a diversos modos de orar, a maneras de relacionarnos con Dios. La vida espiritual, la que nace del que se deja llevar por el Espíritu Santo es como un gran árbol con muchas ramas que brotan de un tronco común: el Espíritu Santo. Así surgen las diversas espiritualidades ya sean las clásicas de las órdenes religiosas o la misma sacerdotal así como la infinidad de nuevos movimientos eclesiales que nos meten de lleno en la vida divina como fuentes a las que cada cual acude según lo que Dios le inspira.
Cada persona debe orar y seguir un método, un estilo, una forma que le ayude a vivir en plenitud el diálogo con Dios. Se puede rezar siguiendo los pasos de Santa Teresa de Jesús, Santo Domingo de Guzmán, San Francisco de Asís o San Ignacio de Loyola así como otras realidades actuales entre las que encontramos la Renovación Carismática, el Camino Neocatecumenal, el Opus Dei, el Movimiento Focolar, la Adoración Nocturna, etc; de todos podemos aprender y servirnos con tal de no olvidar que lo más importante es encontrarnos con Jesucristo para cumplir la voluntad del Padre a la luz del Espíritu Santo.
Cuanto más entramos en Dios, más nos identificamos con su esencia: el Amor. Es lo que han hecho los santos de todos los tiempos y los que ahora proponen nuevos y vivos modos de vida espiritual. De nada sirve acudir a una u otra o a varias espiritualidades a la vez, sabiendo conjugarlas bien para no complicarnos la identidad propia personal, si al final no somos reflejo del mismo Cristo que nos llama a estar con Él.
Pero lo más interesante es que a fin de cuentas este hecho nos lleva a constatar que dicha diversidad de espiritualidades y modos de orar reflejan la pura y única luz del Espíritu Santo. El Espíritu Santo derrama sus dones que dan como fruto la tupida selva de los caminos del Espíritu. Podemos aplicar la imagen de San Juan de la Cruz que nos hace ver que ese fuego del Espíritu Santo nos lleva a dar calor y luz; dejémosle que resuma esta vivencia renovadora en esos versos que recogen la experiencia de la oración viva a la luz de la Llama de Amor viva:
¡Oh lámparas de fuego,
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido
que estaba oscuro y ciego,
con extraños primores
calor y luz dan junto a su Querido!