La inspiración evangélica del Ave María

Vidriera de la Virgen María
Fotografía: Lawrence OP (Flickr)

Mons. José Ignacio Munilla, Obispo de San Sebastián | En la oración del Santa María Madre de Dios hay dos partes distintas. La primera, con el Dios te salve María, es una parte más bíblica, que se ha tomado de las palabras del arcángel Gabriel a María o de las palabras que Isabel le dirigió.

La segunda parte del Ave María no contiene palabras directamente tomadas de la Biblia, sin embargo, está plenamente inspirada en el Evangelio. Acordaos de lo que dice el evangelista Lucas en el pasaje del publicano y el fariseo, donde uno se excusaba ante Dios y el otro se acusaba. Uno bajó a su casa justificado, mientras que el otro no. Quedó justificado el publicano, que no se atrevía a levantar los ojos al cielo. Por eso, el «Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores», en el que me reconozco pecador y pido que ruegue por mí, es de una inspiración evangélica muy grande.

También existe una inspiración en el hecho de que nos enseña a confiarnos de Aquella que Jesús nos confió. Jesús dijo en la cruz: «ahí tienes a tu Madre». Y a Ella le dijo: «ahí tienes a tu hijo». O sea que nos confió uno a otro. Entonces, si Jesús nos confió a su Madre, lo lógico es que nosotros recurramos a Ella y le digamos «ruega por nosotros, María».

Con el Ave María estamos cumpliendo la encomienda que Jesús le hizo a Ella, al pie de la cruz, y que nos hizo a nosotros. Y, por supuesto, confiamos plenamente en que María va a hacer bien la tarea que le encomendó su Hijo. Ella no va a fallar. Por ella no va a quedar. Es posible que nosotros no nos dejemos cuidar por María, pero, desde luego, Ella va a ser una Madre solícita hacia nosotros.

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