Corriendo hacia la plenitud
| Cuando Jesucristo Resucitado les dice a los apóstoles que se le ha dado todo poder en el Cielo y en la tierra, les envía a la conquista del mundo. Se compromete a establecer su reinado en el mundo, en cada uno de nosotros y en la humanidad, donde la obra de la gracia está solo comenzada y a la cual debe extenderse la gloria de su Resurrección.
«Venga a nosotros tu reino» le pedimos cada día. Es necesario que venga a la humanidad en extensión y en profundidad. Y es ya el empeño de todo el que ha sido agraciado por la filiación divina el hacer esa petición, el anhelo, la colaboración a esa venida del reino de Dios al mundo entero. Y este es objeto de nuestra esperanza, que Él reine en nosotros y en el mundo.
Dios se ha comprometido, por su promesa, a llevar a su pueblo a la plenitud de su salvación. Y nosotros confiamos y esperamos esa plenitud de salvación, mientras trabajamos con Él por su establecimiento. Podemos decir, en verdad, que nuestra santificación y el mundo entero están por hacerse. No podemos afirmar, ni mucho menos, que está ya todo hecho. Y no solo por lo que toca a las capacidades del desarrollo cultural, técnico y humano, sino en cuanto a un reino de Dios que está haciéndose.
El reino de Dios tiene que venir, de modo que no podemos quedarnos parados en nuestra vida espiritual, en nuestra acción apostólica. No podemos adoptar una actitud anquilosada, diciendo que está todo hecho. Debemos crear un reino nuevo, a pesar de que ya participamos en él.
Nuestra actitud, sanamente cristiana, es la que describe san Pablo en la carta a los Filipenses, cuando en el capítulo tercero les dice: «Yo, hermanos, no creo haberlo alcanzado todavía. Pero una cosa hago: olvido lo que dejé atrás y me lanzo a lo que está por delante, corriendo hacia la meta, para alcanzar el premio a que Dios me llama desde lo alto en Cristo Jesús». Esta es la postura en el orante. La del alma espiritual. La del apóstol. Consiste en mirar hacia adelante, olvidando lo que está detrás. Es la actitud del que corre. Y el cristiano es el que corre hacia su plenitud.