La Asunción de Nuestra Señora

, Diácono Permanente | Ya estamos inmersos de lleno en el verano, días en que las fiestas patronales de una ingente cantidad de pueblos españoles celebran a su patrón o a su patrona. Fiestas en que la alegría y el jolgorio se mezclan con la devoción religiosa. Donde el sentir más profundo se entrecruza con el reencuentro de viejos amigos que marcharon de su pueblo con el fin de encontrar una vida mejor, una prosperidad que su tierra no podía ofrecerles, pero que cada año, como si una fuerza invisible y extraordinaria los atrajera y los hiciera retornar por unos días a la tierra que los vio nacer y crecer. Lo hacen con la intención de vivir unos días de alegría y de diversión, pero también regresan para participar de manera muy intensa en los diversos actos religiosos como las romerías, la Misa el día de la fiesta grande del patrón o patrona, o como miembros de las cofradías que sacan en procesión a su santo o santa. Hay que reconocer que en los meses de julio y agosto, todas estas celebraciones se viven de una manera muy especial, probablemente ayudadas por el buen tiempo que permite celebrar con fe y devoción a nuestros santos y santas en la calle.
Durante el mes de Julio se han celebrado las conmemoraciones entre otras de Santo Tomás, San Benito, San Buenaventura, Santiago Apóstol (patrón de España), Santa Marta, San Joaquín y Santa Ana, San Ignacio de Loyola entre otros (pido disculpas si se ha olvidado alguno), pero si el mes de julio se caracteriza por una celebración especial esa es la de la Virgen del Carmen, de hecho algunos llaman al mes de julio el mes Carmelitano.
Y por supuesto, como no, agosto también tiene sus festividades como las de Nuestra Señora de los Ángeles, Nuestra Señora de las Nieves, Santo Domingo de Guzmán, San Roque, Santa Mónica y San Agustín. (Insisto en mis disculpas por la omisión de otros santos y santas de Dios). Pero si hay una fiesta que destaca sobre las demás en este mes es la celebración del dogma de la Asunción de Nuestra Señora. Una festividad a la cual tengo de especial cariño, pues fue un 15 de agosto de hace ya demasiados años cuando recibí mi primera Comunión. (Perdón por esta nota autobiográfica).
Pero ¿desde cuanto celebramos los cristianos esta festividad? ¿Cuál es su origen? ¿Cuándo y quien promulgó la Asunción como Dogma de la Iglesia?
Las primeras noticias sobre la asunción de María se la debemos a Epifanio, en el siglo IV, quien se planteó que si venerábamos la muerte de los mártires, ¿no debería hacerse lo mismo con María? Es decir celebrar su muerte. Él investigó en las Sagradas Escrituras, en los evangelios apócrifos, en los escritos eclesiásticos, sobre la muerte de la Virgen María, pero según él, no encontró información válida al respecto.
A mediados del siglo V, se hablaba de una casa en que habrían vivido san Juan y la Virgen María en Getsemaní. Pero no existe prueba empírica de esta afirmación.
En el siglo VI es cuando se introduce la fiesta conocida como la Dormición, Tránsito, o Asunción de María. Es en este siglo cuando aparecen muchas narraciones sobre la muerte de María. Narraciones muy distintas entre sí, pero casi todas coinciden en varios puntos en común como que María recibió el anuncio de su muerte, para que superara su temor a ella; que los apóstoles estuvieron presente en el ese momento, o que la Virgen María muere de muerte natural y es llevada a los cielos en presencia de los apóstoles.
Prácticamente desde el s. VII la asunción de la Virgen María en cuerpo y alma al cielo es creída tanto por los cristianos de la Iglesia Occidental como Oriental. Fue el emperador Mauricio hacia el año 600, quien extendió esta festividad por todo el imperio, convirtiendo el 15 de agosto en la gran fiesta de María. Esta fiesta sustituyó a otra cristiana anterior dedicada a la “Theotókos” (la Madre de Dios) que se celebraba en Jerusalén desde el siglo V.
En cuanto al fundamento teológico de la asunción, el primero en justificarlo fue el papa León Magno en el siglo V. Más tarde en el siglo VIII, lo hicieron los predicadores Germán de Constantinopla, Andrés de Creta y Juan Damasceno, afirmando que el motivo fundamental de la asunción es la maternidad divina. Por eso ella estuvo exenta de pecado, fue siempre virgen. Después diversos teólogos profundizaron en el tema, hasta que en el siglo XIX, Cesario Sghuanin, teólogo de los Siervos de María, pidió por primera vez la definición dogmática de la asunción. A esta petición se llegó a unir entre otras, la reina Isabel II de España el año 1863. Entre los años 1920 y 1947 llegaron a la Sede Romana peticiones de más de mil obispos y congregaciones para solicitar de definición dogmática de la Asunción. Ésta llegó el 1 de noviembre de 1950, cuando el Papa Pio XII en la Bula “Munificentessimus Deus”, definió solemnemente que “María, la Inmaculada Madre de Dios y siempre virgen, al final de su vida terrestre, fue elevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo”.
En conclusión que los cristianos celebramos desde hace siglos esta fiesta de la Asunción de la Virgen, disfrutemos pues de esta gran fiesta poniéndonos en las manos de nuestra Madre.