Esperanza y oración
, exdirector nacional del APOR | En los artículos pasados hemos hablado de la oración como lugar de encuentro con Dios y como camino, en la misma oración, en la búsqueda de ese encuentro. Y cuando detiene uno la atención en estas realidades grandiosas puede sentir, por una parte, el deseo de llegar a ellas, pero junto a ese deseo puede mezclarse una cierta desesperanza de llegar a esas cumbres. Cumbres no tanto entendidas en el sentido psicológico de la experiencia de la oración, cuanto en el teológico del encuentro verdadero y profundo con Cristo, y en Cristo con el Padre.
Decía una desesperanza, porque los años pasan, las ilusiones que uno tuvo se desvanecen y se puede tener la impresión de que son ideas hermosas, pero más o menos utópicas, y nos es necesario confirmarnos en la esperanza. Esto vale para esas cumbres de nuestra vida de unión y vale también para el ideal del Reino de Dios en este mundo.
El Reino no es de este mundo, pero Dios quiere realizarlo también aquí y nosotros estamos llamados no sólo a llegar algún día al Cielo, sino además a colaborar con Dios sobre la tierra. Estamos llamados a llegar a una unión con Él, la que ha precisado para cada uno de nosotros, pero que, sin duda, es una profunda unión con Dios ya desde este mundo. Y aquí es donde suele entrar la desconfianza y la desesperanza.
En este artículo y en los siguientes voy a hablar de la esperanza y la oración en un sentido más amplio, no sólo reduciéndonos a esas experiencias de oración, sino recibiéndolas a lo que son las esperanzas en general del cristiano y que debemos mantener vigorosas en nosotros. Esperanza pues y oración.
Hace unos años, por impulso sobre todo de algunos teólogos originariamente de línea protestante, estuvo de moda una especie de panacea o medicina teológica que se presentaba como central de la vida humana y que parecía que transformaba la teología desde sus fundamentos. Era la teología de la esperanza y hubo una época, que quizá ya se ha difuminado como todas esas rachas momentáneas, en que todo se encuadraba desde la teología de la esperanza.
Es razonable aprovechar las puntualizaciones, los matices de esos enfoques que la teología suele aportar, siempre teniendo presente que no se trata de un cataclismo del edificio teológico. Por el contrario, como en todas las cosas también aquí es necesario tener serenidad y paz, que son excelentes consejeras para la reflexión espiritual y teológica.