Escucha, hija

Espíritu Santo

Fr. Rafael Pascual Elías, OCD | El Espíritu Santo no cesa de actuar en favor de la Iglesia. Entre los muchos modos en que se manifiesta destacamos el del acompañamiento espiritual donde toma al director para guiar bien como intermediario mismo de Dios a aquella persona que se pone en sus manos. Sí, el Espíritu Santo es el que guía al director espiritual para llevar a buen puerto a los que piden compañía en el camino de la vida interior.

Es importante destacar que la dirección espiritual es clave para el correcto desarrollo de la persona en su itinerario hacia el encuentro transformador con Dios. Tanto director como dirigido han de abrir su corazón de par en par para que la comunicación sea fluida, transparente y frecuente.

Es entonces cuando se van manifestando los dones que el Espíritu Santo derrama sobre aquel que acoge con agrado, alegría y firmeza la dichosa ventura de entrar en la vida íntima de una persona para caminar con ella hasta su más profundo centro. Entre estos dones necesarios para la dirección espiritual se encuentra la sabiduría que no es la razón humana, sino la misma sabiduría divina de la que se llena en las horas de oración, la fe como base del camino a iniciar y punto de apoyo para todo el proceso y el discernimiento, que hace mostrar al dirigido lo que Dios Espíritu Santo le va revelando para que se cumpla su providencial proyecto en dicha persona. Pero también aquel que pide el consejo espiritual ha de dejarse llevar por el Espíritu Santo. Si se cierra a su acción es más complejo que se avance en esta tarea. La disponibilidad debe ser total para que poco a poco vea la voluntad divina en su vida y se encamine hacia su consecución.

Esto mismo es lo que he leído este verano de manos de una gran director espiritual, San Juan de Ávila, que en su obra señera, Audi, filia, acompaña con la maestría que le caracteriza a su dirigida, Doña Sancha Carrillo, advirtiendo que ambos han de estar abiertos a la acción del Espíritu Santo: “Estas palabras, devota esposa de Jesucristo, … parecióme declarároslas, invocando primero el favor del Espíritu Santo, para que rija mi pluma y apareje vuestro corazón, para que ni yo hable mal, ni vos oigáis sin fruto; mas lo uno y lo otro sea a perpetua honra de Dios” (Audi, filia, 1,1).

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