El Corazón de Jesús, herido con una herida de amor

Vidriera del Sagrado Corazón

Juan José Infantes, Presbítero | A lo largo de los siglos, los cristianos han contemplado el costado abierto, traspasado de Jesús, y han testificado el nacimiento de la Iglesia en aquel momento. Decimos que el Amor que el Corazón de Cristo nos tiene es un amor que humaniza y que Dios tiene un corazón vulnerable.

“Se los llevaban a Él y Él imponiendo sus manos sobre ellos, sobre cada uno, los curaba” (cf. Lc, 4,40). Esta es la actitud del Señor para con el inmenso número de personas que se le acercaban; no se fijaba en su clase social, ni en su ocupación… les preocupaban las personas, sus necesidades… dice que andaban como ovejas que no tenían pastor.

El saber esto es una gran ayuda para nosotros, además un consuelo. Dios se preocupa de cada uno de nosotros, le importa nuestra vida, nuestra realidad concreta. Dios no se impresiona ni se asusta de nuestras miserias. Tiene un corazón abierto, un corazón lleno de ternura. Dios permanece fiel a pesar de nuestras continuas infidelidades.

Dios está apasionado por los hombres y la pasión de Dios que se corresponde con su naturaleza, es el amor. Es tan maravilloso, que se hace casi increíble, por eso hay quien no lo cree.

Cuando uno cree en el amor de Dios manifestado en Cristo redentor de una manera viva, todo cambia, ya que éste es el acto de fe por excelencia: cambia la forma de amarnos entre nosotros, de amar a nuestro prójimo.

La fe en el amor de Dios es creer que él se interesa apasionadamente por nosotros, por cada uno de nosotros. El que adquiere conciencia de esto, tiene que corresponder necesariamente a ese amor. Empiezas a sentir cómo el fuego que brota del corazón de Cristo va abrasando toda tu vida entera.

Las relaciones de Dios con el hombre son de amistad, es decir, consisten en una oferta permanente de amor que busca ser correspondido, de manera que esto se traduzca en hechos reales de entrega: Jesús se entregó por nosotros y por cada uno (dice S. Pablo en la carta a los Gálatas: me amó y se entregó por mí), y por eso nos pide que respondamos a esa oferta de amistad.

Hay que ser valientes y poner los ojos en el corazón traspasado de Cristo. Y digo que hay que ser valientes porque quien se atreve a mirar al corazón traspasado tiene que cambiar su vida. En ese corazón tenemos la revelación más grande del amor de Dios, ¿Puedo yo vivir sin amar? ¿Puedo continuar con una vida mediocre, dando lugar al pecado en mi corazón?

Tenemos que corresponder al amor de Dios, y lo hacemos en la medida en que amamos gratuitamente, sin esperar nada a cambio, gastando nuestra vida en amor a Dios y en amor a los hermanos, siguiendo así su ejemplo.

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