Cristianos perseguidos
Mons.
, Obispo de Coria-Cáceres“Estoy sufriendo por mi familia cristiana masacrada en Irak”
Era una mujer vestida de negro. Me dijo que era abuela. Me presentó a su familia, los que habían podido huir de la terrible guerra de Irak, donde los cristianos son perseguidos, sencillamente, por su fe y ya no tienen ningún derecho de ciudadanía. El derecho del ser humano más elemental es la libertad religiosa que es continuamente vulnerado. Todo ocurrió en Jerusalén, cerca del Santo Sepulcro, donde me encontré con esta abuela cristiana. Sabía que era Obispo y con una reverencia y sentido de afecto y respeto que me llegó a conmover, quise ver en ella como la fe de la viuda que alababa en el templo. Allí, cerca del templo, me encontré con esta mujer viuda, abuela y mujer fuerte que había tenido que huir de su país por querer permanecer en la fe. Al escucharla descubrí su profundo corazón dolorido, como el de tantos cristianos perseguidos por su fe.
¿Qué han hecho los cristianos de Irak, de Siria y de tantos otros lugares, para que sean tratados de esta forma tan inhumana e irracional? ¿Cómo y por qué se persigue y se mata a unos hombres y mujeres, que solo han vivido para construir la “civilización del amor” y huyen de la “civilización de la muerte y la barbarie”? Son personas que lo único que han hecho ha sido pasar haciendo el bien. ¿Qué han hecho para ser perseguidos?
Confieso que esta escena, con aquella abuela cristiana de Irak, me dejó sin palabras y me acercó de una manera vital a todos los cristianos perseguidos por la fe. Los que se encuentran en los campos de refugiados, son personas que han tenido que huir por ser fieles a su conciencia, a sus principios religiosos y no han querido renunciar a ellos. Son hombres y mujeres llenos de vida y de esperanza. Lo han perdido todo por principios religiosos. Arriesgaron sus vidas y quieren seguir viviendo con ellos. Son hombres y mujeres a los que han expulsado de sus casas y de su país por profesar una fe que otros machacan y se creen con el derecho a destruir.
Es necesario recuperar la libertad religiosa para seguir viviendo en cualquier parte del planeta con la práctica de sus convicciones que no son “amenaza”, sólo la aportación rica a la construcción de un mundo mejor, de una sociedad más justa, libre y llena de vida.