Claves de la sencillez del Papa Francisco
Mons.
, Obispo de Coria-Cáceres | Sin lugar a dudas el Papa Francisco, con su vida, sus gestos y sus palabras no deja indiferente a nadie. A estas alturas, nadie duda de que ha suscitado en la humanidad una esperanza y una gran alegría identificada, sobre todo, por su sencillez y por su sintonía con los “heridos” en el camino de la vida.Estuve en Buenos Aires en el 2006 impartiendo Ejercicios Espirituales a la vida religiosa y algunas conferencias cerca de la Virgen de Luján. Pude comprobar su profunda espiritualidad, su sencillez evangélica y su cercanía al pueblo sencillo.
¿Tiene el Papa Francisco más claves que den sentido a toda la trayectoria de una vida? ¿Está siendo una sorpresa por donde él quiere conducir a la Iglesia en estos momentos de la historia? ¿Cuál es la auténtica novedad del primer Papa de la historia jesuita y argentino?
Me atrevería a situar sus claves como sucesor de Pedro: por una parte el discernimiento espiritual, como buen jesuita, su talante pastoral que “huele a oveja”, su aprecio y conocimiento de la vida consagrada y su entusiasta impulso del laicado con una gran sensibilidad hacia la misión de la mujer en la Iglesia.
Primero, el discernimiento espiritual que nos habla de un hombre profundamente orante y a la vez aplicado en su relación con Cristo en la búsqueda incansable de la voluntad de Dios. Discernir es el arte de saber compaginar por una parte la doctrina perenne de la Iglesia que brota de la Revelación del Evangelio a la cual no se puede renunciar y por otra parte cómo aplicarlo al hombre y a la mujer de nuestro tiempo que vive como buscador en medio de inmensas contradicciones. El discernimiento espiritual es una de las grandes aportaciones que hacen los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, porque somos tentados (el Papa Francisco habla muchas veces del Tentador) es necesario “buscar y hallar” el proyecto del Corazón de Cristo para nuestro tiempo, este es el arte de la pastoral que el Papa verdaderamente se muestra más conocedor.
Segundo, “huele a oveja” porque así ha llegado a ser Obispo de Roma, Pastor Universal. Ya, en Buenos Aires, eran muy frecuentes sus visitas a las villas-miserias y a estar cercano a los pobres y a la gente de la calle. No puede renunciar a una vida pobre y austera, por su amor a la gente. Su coherencia no se improvisa, tiene detrás una vida como jesuita, obispo, cardenal y ahora Papa. Al Papa Bergoglio le gusta ver rostros concretos de personas. No sabe de número de masas, sólo sabe, como el Evangelio, la lógica del “uno”. Amar a cada persona como lo reflejan las Parábolas de la Misericordia (Lc 15): un hijo, una oveja, un dracma. El Amor apasionado del Corazón de Jesús por cada “uno” ha marcado su vida. Eres importante para él.
Tercero, su aprecio-conocimiento de la vida consagrada lo hacen cercano a tantos hombres y mujeres que siguen a Cristo pobre, casto y obediente, saliendo a todas las periferias geográficas y del corazón para anunciar la Buena Noticia a los pobres. Por su condición de jesuita conoce a fondo y valora el esfuerzo inmenso que ha hecho la Vida Consagrada por ser fiel a Cristo, a la Iglesia y al servicio de los más pobres de los pobres. La Vida Consagrada tiene mucho que decir y aportar a la Iglesia que quiere, por todos los medio estar en las entrañas del mundo, donde tantas personas viven sumidas en inmensas tristezas, conflictos, sin futuro, sin trabajo y, la inmensa mayoría de las veces, sin saber a quién acudir. El Papa sabe y ha comprobado la riqueza inmensa de la vida religiosa en América latina, una realidad todavía muy viva y significativa. Su incondicionalidad por la vida consagrada es afectiva y efectiva.
Por último, no se podrá entender el servicio del Papa Francisco sin su “complicidad” con todo el laicado en la Iglesia. Desde su eclesiología del pueblo de Dios, tal como el Vaticano II ha recogido, donde los laicos no son ciertamente cristianos de segunda, sino reconociendo su profunda vocación a la santidad, tienen dentro de la Iglesia su misión para “la transformación del mundo”, según el Corazón de Dios. El laicado del Papa, que trae desde su larga experiencia, es un laicado plural, abierto, no uniforme, pero sí en la comunión que es siempre fruto del Espíritu Santo. Un laicado no de sacristía sino de calle, de montar “líos”, de fidelidad creativa, de salir a los caminos, de mostrar la alegría del Evangelio. El laicado por el que apuesta el Papa requiere una profunda espiritualidad bautismal haciendo hincapié más en lo parroquial, en lo Diocesano y, a la vez, aprecia todos los “carismas”, como debe ser. Los contempla como una riqueza inmensa, como un soplo del Espíritu Santo cuya clave es la comunión para la misión evangelizadora. También, desea que la mujer en la Iglesia tenga su lugar y su servicio irrenunciable en la evangelización. ¿Acaso el primer sí que encontró el Señor en la historia no fue el “sí” de una mujer? Con los cimientos que ha puesto Benedicto XVI estoy seguro que el Papa Francisco acertará en encontrar el verdadero papel de la mujer en la Iglesia.
Tenemos un Papa que no dejará, una y otra vez, de sorprendernos y provocar el asombro por su radicalidad y sencillez, su sabiduría y su humildad al tratarlo y por su fidelidad doctrinal sin encorsetar el espíritu. Cuando fue elegido Papa, en una entrevista que me hicieron apunté que estaba convencido que era el hombre providencial en estos momentos que nos toca vivir, después del extraordinario buen hacer de Benedicto XVI. Hoy lo subrayo nuevamente.