Clara de Asís: virgen y pobre por Jesús
, Presbítero | Fue el 11 de agosto de 1253 cuando la hermana Clara de Asís entregó su vida a Dios. Había nacido el 13 de diciembre del año 1193, en el seno de una familia noble y rica.
Deseos de virginidad y pobreza
Ya desde bien pequeña, cuando tan solo contaba con 12 años, vemos en ella deseos grandes de entregarse por completo a Dios. La respuesta a aquel muchacho que la pretendía con insistencia nos lo muestra de una manera muy precisa: Como era bella de rostro, nos cuentan los testimonios, se trató de darle marido; y muchos de sus parientes le rogaban que consintiese en casarse; pero ella jamás accedió; antes bien, ella le predicaba a él el desprecio del mundo. Y vio que el padre, la madre y sus parientes la quisieron casar según su nobleza, magníficamente, con hombres grandes y poderosos. Pero la muchacha, que tendría entonces aproximadamente 17 años, no pudo ser convencida de ninguna manera porque quería permanecer virgen y vivir en pobreza.
Uno de los momentos cruciales de la vida de Clara, fue conocer a Francisco de Asís. Ella quedó tan impresionada de sus palabras y de sus gestos que cuenta Juan Ventura, el mozo de armas de su casa, que cuando Clara oyó que Francisco había elegido el camino de la pobreza, decidió en su corazón hacer ella también lo mismo. Con tanta fuerza sintió esto nuestra joven Clara, que en la medianoche del lunes santo de 1211 huyó de su casa, para entregarse plenamente a Aquel que la llamaba a desposarse con Él.
La radicalidad de vida
Clara huyó. Era inútil explicar su deseo a la familia, no la hubieran entendido nunca. Su aspiración se salía de todos los esquemas establecidos. Quería ser virgen y pobre, tal y como lo había oído y visto en el Hermano Francisco. No deseaba otra cosa que acoger al Señor en su corazón, y hacerlo asemejándose en todo a Él, quien no tenía ni donde reclinar la cabeza. Así, Clara, que deseaba ardientemente entregarse a Jesús acogiendo en su corazón y en su vida a la hermana pobreza, hizo posible esa entrega porque se dejó seducir por el mismo Señor. Quería seguir a su Maestro en radicalidad de vida. A través del ejemplo de Francisco, Jesús le mostró un camino muy diferente al que su familia tenía dispuesto para ella, pero una senda segura hacia la meta del cielo.
La hermana pobreza
La pobreza sería para ella la mayor consigna. Algunos de sus escritos nos lo muestran: ¡Oh pobreza bienaventurada que da riquezas eternas a quienes las aman y abrazan! ¡Oh pobreza santa, por la cual, a quienes la poseen y desean, Dios les promete el Reino de los cielos y la vida bienaventurada! ¡Oh piadosa pobreza a la que se dignó abrazar con predilección el Señor Jesucristo, el que gobernaba y gobierna cielo y tierra, y lo que es más, lo dijo y todo fue hecho! La hermana pobreza se convirtió, tanto para Clara como para Francisco, en la mayor riqueza. Es la paradoja de la vida cristiana: amar la pobreza para enriquecerse con el tesoro inagotable de la gracia de Dios; acoger la humildad y la sencillez para ser enaltecidos por Aquel que fue enaltecido sobremanera.
Aquel grito que Francisco de Asís, muchacho de corazón entrañable y capaz de grandes ideales, escuchó dentro de sí, es el mismo grito que el Señor Jesús hoy nos dedica a todos los que queremos seguirle: Francisco, ve, edifica mi Iglesia. Y Clara, con sus hermanas, acogió esta misma llamada que juntas, muy pronto, hicieron realidad: ¡Venid pronto! Ayudadme, decía Francisco, porque aquí vivirán unas damas que con la hermosura de su santa vida, glorificarán al Padre que está en los cielos. Dos santos que, en pleno siglo XIII, llevaron a cabo una empresa ingente y que sigue dando sus frutos todavía hoy.
Locura de amor por Dios
Cuando Clara de Asís huyó de su casa con tan solo 17 años, para entregarse al Señor por completo en una vida de pobreza y sencillez, seguramente muchos la tomaron por loca. Así se nos cuenta: Aquella fuga escandalizó a las gentes de bien, humilló a los grandes, arrancó la burla de los escépticos, desconcertó a los sencillos, pero conmovió el corazón del hermano Francisco. ¡Bendita locura la de aquellos que, escuchando la llamada de Dios a seguirle, se entregan dejándolo todo!
Clara apostó por la riqueza eterna y la recomendaba con estas palabras: Ama con todas las fuerzas de tu alma a este Dios infinitamente adorable y a su divino Hijo, que quiso ser crucificado en reparación por nuestros pecados. Mira a Cristo hecho despreciable por ti, y síguelo hecho tú despreciable por Él. Alégrate siempre en el Señor y no te dejes envolver por ninguna tiniebla ni amargura. Ama totalmente a quien totalmente se entregó por amor.
Que Ella interceda por nosotros y nos ayude a buscar la senda de la pobreza y la sencillez.